La siguiente reseña contiene spoilers.
Con Prometheus, el aclamado director Ridley
Scott regresa al universo de la ciencia ficción. A finales del ’70 y comienzos
del ’80, sus contribuciones al género ayudarían a definirlo como un director
influyente y popular gracias a su trascendental estilo visual atmosférico y
lleno de detalles. Tanto Alien (1979)
como Blade Runner (1982) son
consideradas dos íconos del cine de ciencia ficción, y fue por este motivo que
cuando el realizador anunció que iba a estar a cargo de la pseudo-precuela de Alien, la expectativa fue colosal.
Alien es conocida mundialmente
por su receta que mezcla el terror con la ciencia ficción. Su destacado trabajo
artístico y visual (cosa que hoy en día no es tan común) aún sigue inspirando
elogios. Asimismo, el filme no solo ha catapultado la realización de un sinfín
de imitaciones poco exitosas, sino también una cadena de secuelas (y un par de
cruces con otro ‘depredador’ extraterrestre, de los que mejor me guardo los
comentarios) que fueron disminuyendo en calidad a medida que se estrenaban. Con
estos antecedentes, no fue sorpresa que los fanáticos esperaran con tanto
entusiasmo el regreso de Scott a la franquicia con el propósito de arreglar un
poco las cosas. El resultado final fue una obra de arte visual que saca provecho
de todo recurso disponible para crear un universo nuevo y seductor lleno de
innovadoras ideas. Sin embargo, a pesar de ser una película con muchísimo
potencial, aquellos que buscaban respuestas sobre el misterioso origen y
propósito de los babosos Xenomorfos
salieron de las salas algo desilusionados, pues Prometheus genera más preguntas que respuestas. ¿Esto es bueno o
malo? Tal vez dependa del punto de vista…
A mi
parecer, la primera gran pregunta que al espectador le viene a la mente es:
¿será tan buena como la original? No obstante, creo que lo que deberían
preguntarse es: ¿debo compararla con la original? Si bien tanto Alien como Prometheus se desarrollan en el mismo universo ficticio, son
películas muy distintas. ¿Qué es lo que las conecta entonces? Lo que propulsó
la realización de Prometheus fue el
hecho de no saber mucho sobre la naturaleza de los acontecimientos de Alien: el origen de esa nave abandonada
en ruinas, el propósito de esa especie alienígena tan hostil, las intenciones
de ese gigantesco ente fosilizado en su silla con el pecho reventado. De esta
manera, Prometheus prometía aclarar
dudas. ¿Lo logra? Sí, pero de manera implícita. Ni bien comienza, podemos
anticipar que la historia de Prometheus no
está directamente relacionada con la de Alien.
Al contrario, el propósito de su guión es explotar una hipótesis mítica sobre
el origen de la vida en la Tierra (al fin y al cabo, es ciencia ficción).
La
película comienza con un atrapante prólogo en el que vemos majestuosos paisajes
en bruto. La bellísima e impactante escena fue filmada en Islandia, por lo que
resulta increíble que lugares así (que parecen de otro mundo) existan en
nuestro propio planeta. Lentamente, la cámara se desliza sobre montañas, lagos
y ríos hasta llegar a una cascada, junto a la que un musculoso humanoide se
sacrifica bebiendo un líquido negro que hace que su cuerpo se desintegre. Así,
sus partículas y ADN caen al agua, dando origen a la vida. Cabe recalcar que en
ningún momento se hace alusión a que este lugar sea en verdad la Tierra. Este
es un hecho que queda a la interpretación del espectador, y con este punto de
partida, podemos anticipar que Prometheus
es una película que nos va a hacer pensar un rato para poder entenderla.
Año 2089…
Elizabeth Shaw (interpretada por Noomi Rapace, conocida casi mundialmente por encarnar a
Lisbeth Salander en las adaptaciones suecas de la serie de Millenium) es una arqueóloga con fuertes creencias religiosas que, junto
a su colega y pareja Charlie Holloway (Logan Marshall-Green), descubre en una
caverna en la Isla de Skye, Escocia, un pictograma que muestra a una antigua
civilización venerando a unos humanoides que apuntan hacia una constelación. El
hallazgo de similares pinturas rupestres en distintos sectores del mundo lleva
a los científicos a buscar financiamiento para una expedición hacia los
confines del universo en busca de respuestas sobre el origen de nuestra
existencia. ‘Es una invitación’ dice Shaw, quien sostiene que ha sido citada
para conocer a sus creadores porque ‘elije creerlo’. Y esto pone en marcha la
historia de aventuras y revelaciones que veremos a continuación y que nos
dejará boquiabiertos con su magnífica escenografía.
Pero antes
de adentrarnos de lleno en la historia, considero necesario explayar cierta
información primordial para poder apreciarla mejor:
El título
del filme hace referencia a Prometeo, el juicioso titán griego que creó a los
hombres y que desafió a los dioses del Olimpo cuando les otorgó a los mortales
la posibilidad de crear fuego. Según la mitología, como castigo, el gran Dios
Zeus hizo encadenar a Prometeo a una columna en las montañas, donde un águila
voraz le devoraba el hígado una y otra vez, pues este volvía a regenerarse
todas las noches. Asimismo, para condenar a la raza humana, Zeus hizo crear a
Pandora, una mujer hermosa y descuidada que sedujo a Epimeteo, el hermano de
Prometeo, y que encontró una caja que Prometeo guardaba en secreto; una caja que
debía permanecer cerrada ante cualquier circunstancia. La curiosidad e
ineptitud de Pandora la llevó a abrirla, desencadenando males tales como la
Vejez, la Enfermedad, la Locura, el Vicio y el Hambre que consumieron a los
hombres. Sin embargo, la Esperanza Vana (esa ilusión infusa de un futuro mejor),
que también salió de la caja, evitó que los mortales se quitaran la vida.
Al
terminar de ver la película, son evidentes las similitudes que hay entre este maravilloso
mito y el guión escrito por Jon Spaihts y Damon Lindelof, que además trata
sobre cuestiones existenciales, sociales y religiosas.
¿Cuál es
el propósito de inspirar una historia de ciencia ficción en un mito griego?
Además de que simplemente es una idea genial, el hecho de que los pilares de la
historia sean mitológicos le permite a los guionistas tomarse ciertas
libertades. Si hay algo que las antiguas civilizaciones tienen en común, es la
creencia de que nuestro origen se debe a una entidad que excede la raza humana.
Los guionistas explotan este recurso, sustentándolo con las extrañas figuras
que suelen aparecer en verdaderas pinturas rupestres descubiertas en la
actualidad. Spaiths y Lindelof sacan provecho de la obsesión humana por creer
que le debemos nuestra existencia a seres superiores (sean provenientes de
otros mundos o no), formulando un guión que intenta responder preguntas
grandilocuentes, pero sin ser pretencioso.
Una
cuestión que acerca aún más la historia a la mitología griega es el hecho de que
el Dios Zeus desprecia al hombre. Esto se ve reflejado en el arrepentimiento de
la creación de la raza humana por parte de esos enigmáticos humanoides, a
quienes los científicos se refieren como “Ingenieros”. ¿Se podría asumir
entonces que dichos Ingenieros son como Dioses? Metafóricamente, tal vez.
Nuevamente, depende del punto de vista del espectador…
Lo que
vincula el sacrificio del Ingeniero al principio de la película con la religión
es el impacto que este hecho le provoca a Shaw, una cristiana noble, ya que contradice
la creencia de que los humanos somos el resultado de las hazañas de una entidad
divina e inmortal. Es así como ella se ve inmersa en un conflicto espiritual en
el que las respuestas con las que se encuentra desmienten las enseñanzas
religiosas de toda su vida. Sin embargo, es un personaje fuerte que, a pesar de
las circunstancias, opta por seguir yendo más allá, tal vez motivada por esa
Esperanza Vana, en busca de hacer contacto con una razón celestial,
preguntándose: ‘si esos Ingenieros nos crearon a nosotros, ¿quién los creó a ellos,
entonces?’
Así es
como Shaw se embarca en una nave interestelar (denominada Prometheus), que la trasladará junto a un equipo de expertos hacia
LV-223, una luna distante que pertenece a una galaxia muy lejana. Desafortunadamente,
y como es de esperar, sus hallazgos los pondrán en contacto con algunas formas
de vida (algunas microscópicas, otras no) con intenciones poco agradables, y se
verán en camino hacia un conflicto en el que el destino de la Tierra se verá en
juego.
A bordo de
la Prometheus conoceremos a otros
personajes que cabe destacar. Entre ellos se encuentran la fría y sospechosa
Meredith Vickers (Charlize Theron), representante ejecutiva de la Corporación
Weyland que financia la expedición, y al androide David (Michael Fassbender).
Ambos personajes representan signos de interrogación durante todo el metraje,
pues es evidente que su omnipresencia se debe a intereses personales de
beneficio, aunque nunca son del todo explicados. Asimismo, son personajes que
comparten ciertas guerras internas. Vickers es la hija biológica de Peter
Weyland (interpretado por Guy Pearce, envejecido con una tonelada de
maquillaje), el fundador de la corporación, y David es creación de Weyland. En
cierta manera, eso los hace hermanos figurativos. Por su lado, Weyland aprecia
a David refiriéndose a él como ‘el hijo que nunca tuvo’ y margina a Vickers.
Esto genera cierta tensión entre ambos personajes, que en numerosas escenas
parecen estar compitiendo como niños por ser el primero en enorgullecer a su
padre. Al mismo tiempo, Vickers se ve a sí misma luchando por su reconocimiento
y respeto como mujer dentro de un mundo capitalista liderado por el machismo y
como hija de un padre egoísta. Esto la lleva a desarrollar actitudes soberbias,
casi inexpresivas, que hacen que los demás miembros de la tripulación la
confundan irónicamente con un androide, lo cual ella desprecia debido a la
relación entre David y su padre.
David, por
otro lado, probablemente sea el personaje más interesante de toda la película. Es
una persona artificial que ya se encuentra entre sus creadores, los humanos,
mientras éstos están en busca de los suyos. En David se ven reflejados
numerosos conflictos de existencialismo y propósito (¿soñará con ovejas
eléctricas?). Los motivos de su existencia cumplen los requisitos de su
creador, Weyland, quien le ordena que busque respuestas. Por lo tanto, su
curiosidad y necesidad por saber son comportamientos programados. Sin embargo,
a lo largo de la película, David desarrolla ciertos rencores hacia la raza
humana. Actúa con celos y arrogancia, ya que considera que su conocimiento es
más amplio que el de los humanos, y eso le da superioridad. Como si se tratara
de un Pinocho moderno, su anhelo es el de llenar su vacío interno con un alma,
con emociones auténticas e, incluso, con la posibilidad de poder desarrollar
creencias religiosas (en una escena, por ejemplo, lo vemos tomar y guardarse el
crucifijo de Shaw). Asimismo, David es un símbolo en la historia. Como es un
androide que ha sido creado por el hombre
para obrar acorde a las necesidades del
hombre, representa el ridículo sueño de estar al control de todo. Mientras
Weyland representa al soñador, David es el control en sí. El mensaje de Scott
es claro: la obsesión del hombre por controlarlo todo está ligada a su
bienestar y supervivencia. Esta hipótesis puede ser sustentada con el hecho de que
el deseo supremo de Weyland es el de ser inmortal, como lo es David,
irónicamente. Indiscutiblemente, esa ilusión de control siempre seguirá siendo
una ilusión, pues hacia el final de la película Weyland, por su deseo de estar
a la altura de los Dioses, obtendrá su castigo.
El resto
de los personajes de Prometheus son
superficiales. Este tal vez sea uno de los defectos de la película, pues su
ritmo acelerado evita que los demás personajes puedan desarrollarse lo
suficiente como para que nos amiguemos con ellos. Tanto Holloway como el
Capitán Janek (Idris Elba) son personajes de los que se podría prescindir
tranquilamente si no influenciaran en algunos acontecimientos de la historia.
Es evidente que el guión original exigía un metraje más prolongado, y que Scott
ha tenido que sacrificar numerosas escenas para que su filme no excediera las
dos horas (sin embargo, el director ha anunciado que el lanzamiento en DVD
incluirá una versión extendida de la película).
La llegada
a LV-223 es sin duda uno de los mejores momentos de la película, en el que
Scott opta por utilizar tomas con gran alcance. Si bien en Alien abundaban los espacios cerrados para lograr una sensación de
claustrofobia, Prometheus está
colmada de amplios paisajes. La mayoría de las escenas importantes se
desarrollan en espacios abiertos o en interiores gigantescos. Esto refuerza la
idea de que Prometheus fue concebida
como una película que se vale por sí misma y que no depende de sus
predecesoras. Con Prometheus, Scott
no pretende generar temor, sino asombro, cosa que logra con efectividad.
Su equipo
técnico de profesionales da lo mejor de sí y contribuye significantemente a lograr
que el espectador se sienta inmerso en este mundo desconocido y maravilloso. La
escenografía a cargo de Arthur Max (con quien Scott ha trabajado en numerosas
ocasiones) es simplemente magistral. Si bien algunos escenarios se asemejan
considerablemente a los de Alien,
Max y compañía se toman su tiempo para la creación de elaborados paisajes,
templos y cavernas. El diseño de la sofisticada tecnología que utilizan los
científicos durante su investigación también es un punto a favor. Los
vehículos, los trajes, las consolas con hologramas, los escáneres ó ‘cachorros’…
Todos los objetos tecnológicos constan de diseños originales y bellísimos, y
simples a la vez, que contrastan con las estructuras y escenarios rupestres que
los protagonistas investigan durante gran parte del metraje. Este contraste contribuye
muchísimo al excelente aspecto visual y artístico de la película, y simboliza
el viaje al pasado que los personajes deben llevar a cabo para hallar las respuestas
a sus preguntas.
Las
criaturas con las que se topan también son dignas de mencionar, y probablemente
sean el vínculo más directo con Alien.
Si bien contienen el ADN de los diseños originales de H.R. Giger, los
diseñadores Neal Scanlan y Conor O’Sullivan han optado por concebir criaturas
pálidas, como si aún estuviesen en estado embrionario. Es evidente que también
han buscado inspiración en algunas formas de vida acuáticas, haciendo
referencia a la teoría evolutiva sobre el origen de la vida en el agua.
En cuanto
a las actuaciones de la película, Fassbender es quien claramente sobresale. El
actor genera una sensación de incertidumbre y desconfianza hacia su personaje,
pero al mismo tiempo su cara de tipo bueno contradice dicha impresión. A Theron
se la ve cómoda en su personaje, pues ya ha interpretado a arpías insensibles
en el pasado. Y Rapace vuelve a demostrar que tiene el potencial para
convertirse en una de las mejores actrices contemporáneas. Interpreta a su
personaje con convicción, permitiéndonos palpar sus dolores tanto internos como
físicos.
Como es de
esperar en una película de Ridley Scott, los personajes femeninos son mujeres
fuertes y territoriales. Mientras Vickers se hace notar con su hostilidad, Shaw
se destaca por su sensibilidad. Es una mujer que sufre durante gran parte de la
película. La vemos enfrentar la pérdida de algunos seres queridos y es la
protagonista del aborto por cesárea más perturbador en la historia del cine
(probablemente, una de las escenas más memorables del filme). Sin embargo, su
formidable fortaleza espiritual la impulsa a seguir adelante en su búsqueda por
una respuesta, por su necesidad de saber.
La
película presenta algunas incongruencias o algunos diálogos y personajes con
clichés, pero nunca deja de ser un sorprendente e innovador filme de aventuras,
suspenso y ciencia ficción que ocupa un merecido lugar entre lo mejor que ha producido
el talentoso director británico de 74 años. Sus dos horas de duración se pasan
volando, desarrollando un atrapante precalentamiento en el que diversas
situaciones comienzan a empeorar progresivamente hasta alcanzar un clímax de
proporciones épicas y catastróficas.
En
conclusión, es una cinta que merece muchísima atención para poder disfrutarla
en plenitud. Prometheus se destaca
por generar interrogantes que obligan al espectador a formular preguntas y posibles
respuestas e hipótesis con su propia imaginación: ¿Por qué esos Ingenieros se
arrepienten tanto de habernos creado? ¿David quiere ser un humano, en verdad? ¿Qué
es lo que nos hace humanos? Sin duda, es una película que toca temas delicados,
pero que mantiene su ambigüedad en todo momento, para que nosotros
interpretemos lo que queramos. En mi opinión, también es un ejercicio
interesante observarla con el mito griego de Prometeo en mente. Así,
descubrirán que Prometheus está
plagada de simbolismos y metáforas, de conflictos entre personajes y existenciales.
No sería sorpresa que en unos cuantos años, Prometheus sea considerada una película de culto de la envergadura
de Alien o Blade Runner.
JMLangdon
Ficha Técnica:
Dirigida
por Ridley Scott
Escrita
por Jon Spaihts y Damon Lindelof
Producida por Ridley
Scott, David Giler y Walter
Hill
Productores ejecutivos: Michael Costigan, Mark Huffam, Michael Ellenberg y Damon Lindelof
Director de fotografía: Dariusz Wolski
Diseño de producción: Arthur
Max
Editada por Pietro
Scalia
Música compuesta por Marc
Streitenfeld
Diseño de vestuario: Janty
Yates
Protagonizada
por Noomi Rapace (Elizabeth Shaw),
Michael Fassbender (David), Guy Pearce (Peter Weyland), Idris Elba (Janek),
Logan Marshall-Green (Charlie Holloway) y Charlize Theron (Meredith Vickers)
Recomendaciones:
Si bien Prometheus
es una película que se sostiene con sus propios cimientos y puede ser
disfrutada por sí sola, no está de más visitar un poco el universo de los Xenomorfos y ver la saga completa de Alien (los cruces con el Depredador los pueden dejar de lado). En
cuanto a la temática de los androides, les recomiendo A.I.: Artificial Intelligence (2001), de Steven Spielberg, y por
supuesto Blade Runner. Si les interesa indagar un poco más sobre
el origen ficticio de la robótica, son de lectura obligatoria las obras primas ¿Sueñan los androides con ovejas
eléctricas? (1968) de Philip K. Dick (que inspiró la realización de Blade Runner) y Yo, Robot (1950) de Isaac Asimov.