La siguiente reseña contiene spoilers.
No cabe duda que The
Dark Knight Rises (traducido como El
Caballero Oscuro Renace o Asciende,
en los países de habla hispana) ha sido una de las películas más esperadas del
año tanto por fanáticos como por críticos. Y aparentemente, no ha decepcionado,
pues proyecta un final épico a la nueva trilogía creada por Christopher Nolan
que comenzó con Batman Begins (2005)
y continuó con The Dark Knight (2008).
Resulta imposible negar que la obra de Nolan sea trascendental y que haya
logrado sacarle al universo de Batman la mayor cantidad de jugo posible. Asimismo,
es imposible negar que el director haya tenido sus dudas a la hora de
desarrollar esta tercera entrega, ya que en diversas entrevistas Nolan afirmó
que dio lo mejor de sí en cada una de las películas de Batman. Su satisfacción
con la exitosa The Dark Knight (2008)
y su intención de evitar la producción de secuelas redundantes son razón
suficiente para que Nolan decidiera abordar una tercera parte solo si contaba
con un guión fresco y determinante.
Todos sabemos que la mirada de Nolan hacia el mundo
del popular superhéroe de DC Comics es realista, optando por dejar de lado
muchísimos de los aspectos fantásticos de la historieta. Y es esta cuestión lo
que hace que la trilogía de Batman se destaque entre la plétora de películas de
superhéroes que ha inundado la pantalla grande en estos últimos años.
A lo largo de la franquicia, hemos visto el nacimiento
de Batman, su apogeo y su decadencia. Ahora, veremos su resurgimiento y su
consolidación como un héroe simbólico. También hemos sido testigos de lo que le
sucedía al hombre detrás de la máscara. Bruce Wayne ha sufrido la pérdida de
sus seres queridos, ha sido víctima de conflictos existenciales, y ha tenido
que cargar con las responsabilidades que contrae portar la pesada capa del
hombre murciélago. The Dark Knight Rises
cierra ambas historias con un final digno y emocionante, que se ahorra los
cabos sueltos. No obstante, la película en sí contiene algunos aspectos que
dejan mucho que desear.
La historia de The
Dark Knight Rises transcurre ocho años después de los acontecimientos de la
segunda parte. Batman ha tenido que asumir la culpa de la muerte del fiscal
Harvey Dent, convirtiéndose en un fugitivo repudiado. Por su parte, Bruce Wayne
ha optado por vivir exiliado en su mansión como un ermitaño infeliz y a la
deriva. Christian Bale interpreta su papel con convicción, al igual que en las
películas anteriores, aunque en esta ocasión, se pone en la piel de un Bruce
Wayne que se encuentra en un pozo depresivo causado por la muerte de Rachel
Dawes. Su físico deplorable y su mente afligida por la culpa y la tristeza
apenas le permiten ponerse de pie. Sin embargo, la aparición de Selina Kyle
(Anne Hathaway), una hábil y atractiva ladrona, despierta su atención. Sus
enredos con ella llevan al multimillonario a descubrir que un gran mal está a
punto de surgir de las mismas entrañas de Ciudad Gótica, y a deducir que el
encapotado superhéroe es nuevamente necesario. Lo que no anticipa es que deberá
enfrentarse a Bane (Tom Hardy), un terrorista despiadado y astuto que está a la
cabeza de un furioso ejército impulsado por el rencor hacia la clase social
alta y que tiene como propósito llevar a cabo una “revolución” ligada a
catastróficas consecuencias.
Lo que queda claro cuando empezamos a ver The Dark Knight Rises es que los días
de gloria del superhéroe han quedado atrás. Estamos ante una cinta que nos
muestra al tan querido personaje en su peor estado y muy por debajo de su
principal adversario. Para poder superarlo, deberá volver a entrenarse durante
prácticamente la mitad de la película, que cuenta con casi 3 horas de metraje.
Al mismo tiempo, Nolan nos presenta un gran repertorio de personajes nuevos (no
tan necesarios) que se unen al elenco de caras conocidas. Vuelven las figuras
paternas de Bruce Wayne –su mayordomo Alfred (Michael Caine), el comisionado
Gordon (Gary Oldman) y Lucious Fox (Morgan Freeman)–, aunque su importancia en
la cinta no es tan predominante como en las entregas anteriores. Los personajes
nuevos incluyen, entre otros, a Miranda Tate (Marion Cotillard), una empresaria
naturalista que tiene más secretos que billetes y que se verá involucrada
románticamente con el protagonista, y al policía John Blake (Joseph
Gordon-Levitt), un personaje que comparte ciertas similitudes con Bruce Wayne y
que posee los mismos valores morales que Gordon. Si bien su implicancia no es
evidente hasta el final de la cinta, los personajes nuevos de The Dark Knight Rises (incluso los
villanos) parecen carentes de desarrollo y de motivos originales,
lamentablemente.
Bane, por ejemplo, es una fuerza bruta que
literalmente rompe a Batman en dos. Está concebido como un personaje con mucha
astucia y seguridad en sí mismo, que induce el miedo que se propone con su
aspecto pero no con los cuestionables ideales que los guionistas le han
atribuido. De entrada, el espectador asume cuál será su veredicto durante el
acto final. Y esto me lleva a describir uno de los defectos de la película: su
trama es predecible. ¿Por qué? Por la naturaleza del villano de turno. El
Guasón de Heath Ledger de la segunda parte es un adversario temible por su
capacidad de corrupción mental, un terrorista que actúa por inercia sin ningún
tipo de interés político. Dejando de lado su carisma, es su perversión
psicológica lo que lo hace interesante. Su inestabilidad mental lo hace
impredecible y logra que nos mantengamos aferrados a nuestro asiento, simplemente
porque no sabemos qué carta esconde en la manga. Bane, en cambio, tiene la
intención de tomar Ciudad Gótica, inducirles falsas esperanzas a sus ciudadanos,
y finalmente destruirla. Su motivo es concluir con la labor iniciada por La
Liga de las Sombras de Ra’s Al Ghul en la primera película. Y al fin y al cabo,
Bane termina siendo un personaje que es malvado porque sí. Como si fuera poco,
Nolan lo dibuja con acciones trilladas como lo es la de tener la intención de
detonar una bomba nuclear que hará desaparecer la ciudad del mapa. Es por esto
que desde un principio el espectador puede anticipar que Batman, de alguna
manera, evitará que esto suceda y salvará el día. Por supuesto, es lo que los
fanáticos quieren, pero en definitiva, esta tercera y última parte no es más
que una lucha entre el bien y el mal, a diferencia de la segunda, que además
presentaba una mirada profunda hacia la mente de un psicópata.
Asimismo, el personaje de Selina Kyle (mejor conocida
como Gatúbela, aunque este nombre nunca se menciona en la película) también
deja mucho que desear. Nuevamente, no es víctima de su aspecto o de sus
habilidades, sino de sus motivos, al igual que Bane. Es evidente que Nolan ha
optado por tratar al personaje alegóricamente con ciertas características
comúnmente atribuidas a las de un gato, pues es una ladrona desleal y egoísta,
impulsada únicamente por motivaciones personales. Ese no es el problema. El
asunto reside en que su implicancia en la historia resulta forzada. Y
nuevamente, a medida que avanza la historia, nos enteramos que apoya la causa
de Bane porque sí, e incluso que hacia el final ha desarrollado ciertos afectos
hacia la persona de Bruce Wayne, también porque sí (aún teniendo en cuenta que
algunas escenas al principio de la película hacen que el espectador se pregunte
cuál es su verdadera orientación sexual). No estoy diciendo que el rumbo que
Nolan toma con sus personajes sea discutible o poco interesante; lo criticable
es que Nolan haya tomado decisiones tan pretenciosas para abarcar la mayor
posibilidad de eventos y personajes posibles en su película, sin detenerse a
elaborar justificaciones creíbles para cada uno de ellos.
Esto también se ve en algunas de las temáticas que Nolan
incluye en su película, que también dan de qué hablar. Claramente, se ven
reflejadas ciertas posturas políticas hacia el capitalismo y la revolución social.
Sin embargo, por momentos, Nolan se reserva una opinión explícita e intenta
permanecer ambiguo, lo cual puede llevar al espectador a elaborar distintas
interpretaciones, dependiendo de su nacionalidad. Al principio, Nolan nos
muestra a Bane reclutando a la clase social baja y a los indigentes para formar
un ejército y así, poder atacar y saquear los hogares de la clase social alta o
tomar la Bolsa de Valores de Ciudad Gótica, exhibiendo claros mensajes
anti-capitalistas. Pero luego, es Batman, o mejor dicho, Bruce Wayne, un
multimillonario que ha sido víctima de los ataques de Bane y que ha sido
privado de su dinero, quien reestablece el orden. Otra cuestión que es
criticable en el guión escrito por David S. Goyer, Jonathan y Christopher Nolan
es que éstos se refieren a las acciones de Bane como actos revolucionarios, en
contra de un sistema que produce diferencias sociales. Lo falible de esta
aserción es que asocian el término ‘revolución’ con el terrorismo, la opresión
y la violencia. Así, desde un punto de vista internacional, lo que la película
refleja claramente es el miedo del Estado estadounidense a que una fuerza conformada
por un pueblo disconforme se alce contra su corazón capitalista. Bane es una
alegoría a este hecho, y lo confirman sus actos simbólicos de devastar la
economía estadounidense en nombre del pueblo, aunque Nolan luego plantea que sus
verdaderas intenciones son las de destruirlo junto con la ciudad que habitan. Su
concepto de revolución no queda del todo claro cuando pone a la cabeza de esta
organización a un criminal capaz de manipular a las masas de los proletariados
y los desamparados. Lo que sí queda claro es que Nolan utiliza a Batman, un simbólico
justiciero callejero, para poner las cosas en orden y deshacerse de la amenaza que
un arquetipo como Bane significaría para el país natal del director (no en vano
nos obliga a escuchar el himno nacional estadounidense entero antes de una
escena que retrata un atentado, y no en vano Ciudad Gótica está más parecida a
Manhattan que nunca).
Una cuestión que sí es muy interesante y valiosa en The Dark Knight Rises es la mirada que
los escritores hacen hacia la esperanza, un sentimiento que ha permanecido
latente en toda la trilogía de Batman. En la primera película, Bruce Wayne crea
a Batman con el propósito de concebir un símbolo de esperanza para aquellos que
se sienten traicionados por la justicia. En la segunda, la moraleja era que a
veces una pequeña mentira noble que inspire esperanza es más significativa que
la verdad, por más terrible que sea. En la tercera, Nolan y compañía se dedican
a contradecir esa idea poco ortodoxa, ya que vemos en los personajes de Bruce
Wayne y el comisionado Gordon cuánto les pesa la mentira que han creado al
final de la secuela anterior. Este “noble sacrificio” de la verdad termina
jugándoles en contra cuando la fuerza de Bane explota desde debajo de la ciudad
desmintiendo los falsos hechos. Y Batman se verá forzado a transitar un
riguroso y doloroso camino para volver a ser el símbolo de esperanza y justicia
que siempre quiso ser.
Durante la parte intermedia de la película, Bane lleva
a Bruce Wayne a una prisión remota, ubicada en algún lugar que se parece
bastante a Medio Oriente. Bane explica que el arma más poderosa de la prisión
es la falsa esperanza, pues se trata de un gigantesco calabozo cilíndrico
subterráneo con una gran apertura arriba que deja pasar la luz solar. Los
prisioneros, impulsados por esa libertad casi palpable, han intentado escapar
escalando las paredes por años, pero casi nadie lo ha logrado. El mensaje que
nos brinda Nolan es que la esperanza a veces puede ser muy venenosa y usada en
nuestra contra para corromper nuestras almas. Nos hace formularnos las
siguientes preguntas: ¿es la esperanza lo que nos mata? ¿Aceptar nuestro destino
hace que nuestra existencia sea menos torturadora? El regreso de Batman expresa
la respuesta.
Dejando de lado las temáticas de la película, The Dark Knight Rises cumple con lo que
promete. Es una emocionante cinta de acción llena de adrenalina que entretiene
de principio a fin. Nolan debería estar orgulloso de su equipo técnico, pues
logran maravillas. Se destaca la fotografía de Wally Pfister cuyos tintes
grises y azulados anuncian el cataclismo que se avecina, un final que tal vez
le robe alguna que otra lágrima al fanático de corazón de la serie. Es
considerable señalar que, hacia el final de la cinta, veremos a Batman a plena
luz del día, algo no muy usual en la serie, pero una jugada interesante e
inesperada por parte de los realizadores. Los nuevos ‘chiches’ de Batman dan de
qué hablar también. La película está colmada de escenas de acción que
involucran persecuciones con el Batpod
(al que la mismísima Hathaway le hace chillar las ruedas) y con un nuevo
vehículo aéreo al que adecuadamente se refieren como El Murciélago.
En cuanto a las capacidades de los actores, tengo
opiniones variadas. Christian Bale le pone alma y cuerpo a su personaje, y
ofrece aquí su mejor actuación en toda la trilogía. A Michael Caine y a Gary Oldman
se les notan cada vez más arrugas, pero también demuestran que su talento
mejora con los años y nos recuerdan que se lo deben a su vasta experiencia en
el ámbito, que siempre vale la pena re-visitar. Y Anne Hathaway se luce con su
ágil sensualidad, aunque lamentablemente su personaje sea víctima de la
pretenciosa ambición de Nolan. Tom Hardy, por otro lado, se las ingenia para
dar lo mejor de sí para representar a Bane, pero termina siendo una
interpretación artificial. Dado que durante toda la película lleva una máscara
que le cubre casi toda la cara, se ve obligado a utilizar mucho lenguaje
corporal. Su voz, lamentablemente, ha sido alterada significantemente en
post-producción, reduciendo muchísimo sus capacidades como actor y en
definitiva, Bane termina siendo un Hannibal Lecter con la voz de Darth Vader; un
desperdicio de un actor prometedor. Lo mismo se podría decir de Morgan Freeman
y Marion Cotillard, cuyos personajes están metidos a la fuerza en la historia.
La sorpresa quizás sea Joseph Gordon-Levitt como el intuitivo y heroico oficial
John Blake, aunque su actuación recuerda mucho a su participación en Inception (2010).
En definitiva, The
Dark Knight Rises no llega a alcanzar a la casi-perfecta The Dark Knight (se podía anticipar que
iba a ser muy difícil superarla). Introduce
ciertas temáticas que son cuestionables, algunos de sus personajes
carecen de desarrollo o de motivaciones más claras, y contiene eventos o
vueltas de tuercas que pueden ser apreciados mejor si el espectador es un
aficionado de los cómics. No obstante, es un filme que pone a prueba a las
demás películas de superhéroes que se estrenan cada año. A diferencia de la
mayoría de ellas, la trilogía de Batman ha demostrado que este tipo de
películas pueden soportar una considerable carga emocional y un guión
desarrollado con astucia. Su fuerte no son los efectos visuales, ni los efectos
de sonido. Al contrario, Christopher Nolan ha redefinido el género. Lo que ha
logrado con Batman y con Bruce Wayne desde Batman
Begins (2005) en adelante no tiene igual, y la conclusión de esta historia
es inevitable porque simplemente no quedan recursos que explotar. Ha colocado a
Batman en un pedestal muy elevado, que será muy difícil de alcanzar por
aquellos que en el futuro intenten realizar una nueva adaptación de este tan querido
justiciero.
JMLangdon
Ficha Técnica:
Dirigida
por Christopher Nolan
Guión por Jonathan Nolan y Christopher Nolan
Historia por Christopher
Nolan y David S. Goyer
Basada en los personajes de DC Comics creados por Bob Kane
Producida por Emma
Thomas, Christopher Nolan y Charles
Roven
Productores ejecutivos: Benjamín Melniker, Michael E. Uslan, Kevin De La Noy y Thomas Tull
Director de fotografía: Wally Pfister
Diseño de producción: Nathan
Crowley y Kevin Kavanaugh
Editada por Lee
Smith
Música compuesta por Hans
Zimmer
Diseño de vestuario: Lindy
Hemming
Protagonizada por Christian Bale (Bruce Wayne/Batman), Michael Caine (Alfred Pennyworth),
Gary Oldman (Comisionado James Gordon), Anne Hathaway (Selina Kyle), Tom Hardy
(Bane), Marion Cotillard (Miranda Tate), Joseph Gordon-Levitt (John Blake) y
Morgan Freeman (Lucius Fox)
Año de estreno: 2012