La siguiente reseña contiene spoilers.
El personaje de Jason Bourne nace a finales de la década
de 1970 como producto de la imaginación de Robert Ludlum, un escritor
estadounidense de novelas sobre espionaje. La Trilogía de Bourne, que incluye La
Identidad de Bourne, La Supremacía de
Bourne y El Ultimátum de Bourne,
inspiró la exitosa serie de películas que tenían a Matt Damon como el
protagonista, un amnésico que debía descubrir quién era y por qué numerosos
grupos, incluyendo a la CIA, intentaban asesinarlo. Luego de la muerte de
Ludlum en 2001, el autor Eric Van Lustbader fue el encargado de continuar con
la historia del personaje y de publicar, hasta la fecha, siete novelas más.
Parece bastante claro que el personaje de Jason Bourne es una mina de oro no
sólo para las editoriales, sino también para los productores de cine, que no
tardaron en seguir explotándola. Y así es como The Bourne Legacy (El Legado
de Bourne, en español), la cuarta entrega de la franquicia cinematográfica,
comenzó a tomar forma.
Dado que varios de los conceptos básicos introducidos
tanto por Ludlum como por Van Lustbader en las novelas ya comenzaban a
agotarse, esta nueva película toma un rumbo distinto en cuanto a su guión. Probablemente,
estas decisiones también hayan sido las consecuencias del hecho de que Matt
Damon no regresaría a reinterpretar el papel. ¿Cómo hacer, entonces, una nueva
película sobre Jason Bourne, sin la cara de Jason Bourne? Para solucionar este
‘pequeño’ detalle, a Tony Gilroy, el guionista de las tres entregas previas, se
le ocurrió concebir un personaje totalmente nuevo, con nuevas motivaciones,
nuevas persecuciones por distintos sectores del planeta y nuevos enredos con
algunas de las máximas autoridades de la CIA, conservando la misma fórmula de
siempre.
Jeremy Renner se pone en la piel del protagonista Aaron
Cross, otro superagente entrenado por un programa secreto de la CIA que, a
pesar de estar hecho con el mismo molde que Jason Bourne, posee un vigor y
algunas debilidades que lo caracterizan. Renner interpreta su papel con el
mismo tipo de concentración, determinación y coraje que mostró en la ganadora
del Oscar The Hurt Locker (2008), a
pesar de no poder encaminarse hacia direcciones más originales, pues el guión
de Gilroy y su hermano Dan opta por hacer más énfasis en expandir aquellas
cualidades que funcionaron en las películas anteriores, sin aportar demasiadas
novedades. Gilroy también ocupa la silla del director en esta ocasión, luego de
que Paul Greengrass (quien dirigió Supremacy
y Ultimatum) se retirara con Damon,
y demuestra que todavía le falta experiencia en el género de acción para
alcanzar a su predecesor.
La película comienza de una manera muy ingeniosa,
exhibiéndonos una toma desde el fondo de un lago de Alaska, que nos muestra la
silueta estática de Cross flotando en la superficie. Esta toma, que es bastante
similar a la de la apertura de Identity (2001),
y el inconfundible tema musical en fagot que la acompaña sirven como un
comienzo cautivador y prometedor, que comparte el mismo ADN que las entregas
anteriores. Uno de los aspectos más interesantes de la película es el hecho de
que los acontecimientos al inicio de Legacy
se superponen con los del tercer acto de Ultimatum. Las hazañas de Bourne en Waterloo y Nueva York y la exposición
pública de los programas secretos Treadstone y Blackbriar conducen al gobierno
estadounidense a asignarle al Coronel Retirado Eric Byer (Edward Norton) la
tarea de borrar toda evidencia comprometedora y suspender todos los proyectos
relacionados, entre los se encuentra Outcome, un programa que involucra la
administración de fármacos a los superagentes, incrementando su desarrollo
físico y mental. Byer da la orden de liquidar uno por uno a los seis agentes
que pertenecen al programa Outcome, pero uno de ellos, Cross, se las ingenia para
fingir su propia muerte, evadiendo así a sus asesinos. La complicación es que
Cross se ha vuelto dependiente de estos fármacos, por lo que se ve obligado a
formar partido con la Dra. Marta Shearing (Rachel Weisz), una científica que
está a cargo de la elaboración química de estos fármacos y que recientemente ha
sobrevivido un intento de asesinato, también por orden de Byer. Entonces entran
en una persecución en la que Cross debe evitar que maten a Shearing, para que
ella pueda conseguirle los fármacos que necesita.
A pesar de que la historia esté ligada a las anteriores,
los lazos son bastante superficiales y hacen que Legacy se destaque en la franquicia por ser ‘la diferente’. Sin
embargo, si la comparamos con las mismas, se queda corta. Además de las
cuestiones técnicas de la película (que describiré más adelante), es el nuevo
protagonista lo que probablemente afecta un poco la calidad de la historia, en
cuanto a desarrollo.
A diferencia de Bourne, Cross recuerda quién era antes de
unirse al programa, sabe perfectamente de lo que ahora es capaz y lucha para
seguir siendo él mismo. Las crisis de identidad (uno de los factores más
memorables de las películas anteriores) y la búsqueda por sentirse redimido que
padecía Bourne en la trilogía original han sido dejadas de lado y esto
compromete al personaje de Cross, lo cual le impide causarle al espectador un impacto
emocional como lo hacía Bourne. Cross no está confundido, ni pretende dejar de
ser lo que es: una máquina asesina “moralmente indefendible y absolutamente
necesaria”, como el mismo Byer lo dice. Esto no quiere decir que Cross sea un
personaje poco interesante, pues también posee un pasado oscuro y su locuaz
personalidad resulta un poco más accesible que la de Bourne. Pero Gilroy falla
a la hora de elaborar un personaje profundo, privándole las complejidades y
demonios internos que alguna vez le otorgó a Bourne. Y es solo a través de los espléndidos
esfuerzos de Renner como actor que el espectador alcanza a palpar la humanidad
y los conflictos del personaje.
Rachel Weisz también se destaca con su actuación, aunque
su personaje es víctima de la unilateralidad que le exige ser la cómplice de
Cross, como también lo eran Marie, el personaje de Franka Potente en Identity y Supremacy o Nicky Parsons, el de Julia Stiles en Ultimatum. En Legacy, Weisz demuestra
por qué es una actriz merecedora de tantos premios y elogios, pero su
interpretación no sale de exhibir emociones algo trilladas. Las circunstancias en
las que se ve sumida requieren que reaccione con miedo, desesperación e
histeria, dando como resultado un personaje bastante superficial y poco
interesante, aunque logre ponernos en su situación con éxito.
Edward Norton, el tercer vértice del panel de
protagonistas de Legacy, también
ofrece una interpretación digna y fuerte. Byer, su personaje, está
prácticamente toda la película recluido en un oscuro cuarto de mando. Como
líder del proyecto secreto gubernamental que involucra a Outcome, actúa con
frialdad y determinación, desencadenando los acontecimientos más importantes de
la historia que ponen las vidas de Cross y Shearing en peligro. Su trabajo también
consiste en atar los cabos sueltos que puedan llegar a perjudicar la imagen del
gobierno estadounidense y sacar a la luz la red de espionaje que encabezan. Al presentarnos
el mundo de Byer, Gilroy nos muestra el vil tejido de maquinaciones y de
privatizaciones de empresas tercermundistas conducido por una oscura
organización gubernamental para llevar a cabo un sinfín de operaciones
clandestinas. La película exhibe el Departamento de Defensa estadounidense con
líderes misteriosos que controlan la nación y, por control remoto, el mundo. Los
detalles que los guionistas han incluido hacen que, a pesar de ser una obra de
ficción, los intereses políticos, científicos y empresariales en The Bourne Legacy parezcan muy reales.
Esta propaganda, desde un punto de vista internacional, recomienda preocupación,
pues la metodología de espionaje de la CIA a nivel mundial es tan protagonista
como el mismo Cross.
En cuanto a los aspectos técnicos de la película,
sobresale la cinematografía de Robert Elswit, puntualmente al comienzo de la
película, durante la majestuosa secuencia de los montañosos paisajes de Alaska.
Llegada la acción, la película tiene un gusto familiar y agradable, pero no
alcanza la grandeza ni la energía de las secuencias similares presentes en las
anteriores. Hacia el final de película, por ejemplo, transcurre una prolongada
persecución en motocicleta por las calles de Manila, Filipinas, atestadas de
tráfico y peatones. Si bien la escena proporciona una buena dosis de
adrenalina, no alcanza la elegancia con que Greengrass orquestaba las
persecuciones en Supremacy y Ultimatum (no llega ni a equipararse con
la del Mini Cooper de Identity). Se
nota la falta de experiencia del editor John Gilroy (otro integrante de la
familia del director) y la ausencia de una coreografía de acrobacias más
elaborada, pues la secuencia no aporta nada que el fanático del cine de acción
no haya visto. Puede que la música de James Newton Howard también influya en la
imperfecta ejecución de escenas como la mencionada. La música compuesta por
John Powell para las tres anteriores predominaba de manera sobresaliente con ostinatos para cuerdas y con complejas
percusiones, que adornaban la acción de manera magistral. En Legacy, Howard decepciona al optar por
seguir con un estilo conservador y poco interesante y que demuestra cuánto
influye la música cuando se trata de construir secuencias de acción
energizantes.
En conclusión, The
Bourne Legacy es una buena cinta de acción que se disfruta fácilmente y que
ofrece magníficas interpretaciones por parte de su plantel protagónico (si sale
una quinta, Jeremy Renner definitivamente debería volver). Sin embargo, tal vez
algunos espectadores se sientan frustrados, pues se encontraran con que la
trilogía original es superior en todo sentido. Esto no quiere decir que sea un
filme malo. Al contrario, las decisiones que toma Gilroy no decepcionan, ya que
ha logrado concebir una historia que nos atrapa desde el comienzo. Es evidente
que los realizadores sabían que se enfrentaban a un grado de expectativa
inmenso y, a pesar de estar remando contra la corriente, logran desarrollar una
película entretenida que se sale por la tangente con astucia, convirtiéndose en
un ejemplar thriller contemporáneo de
espionaje, aunque algunos de sus mensajes subliminales en cuanto a temáticas
políticas sean polémicos.
JMLangdon
Ficha Técnica:
Dirigida
por Tony Gilroy
Guión por Tony
Gilroy y Dan Gilroy
Historia por Tony
Gilroy
Inspirada en la serie de novelas de “Bourne” escrita por Robert Ludlum
Producida por Frank
Marshall, Patrick Crowley, Jeffrey W. Weiner y Ben Smith
Productores ejecutivos: Henry Morrison y Jennifer
Fox
Director de fotografía: Robert Elswit
Diseño de producción: Kevin
Thompson
Editada por John
Gilroy
Música compuesta por James
Newton Howard
Diseño de vestuario: Shay
Cunliffe
Protagonizada
por Jeremy Renner (Aaron Cross), Rachel
Wells (Dra. Martha Shearing), Edward Norton (Eric Byer), Stacy Keach (Mark
Turso), Oscar Isaac (Agente Outcome Nº 3), Joan Allen (Pam Landy), Albert
Finney (Dr. Albert Hirsch), David Strathairn (Noah Vosen) y Scott Glenn (Ezra Kramer)
Año de estreno: 2012