lunes, 24 de septiembre de 2012

THE BOURNE LEGACY

La siguiente reseña contiene spoilers.
El personaje de Jason Bourne nace a finales de la década de 1970 como producto de la imaginación de Robert Ludlum, un escritor estadounidense de novelas sobre espionaje. La Trilogía de Bourne, que incluye La Identidad de Bourne, La Supremacía de Bourne y El Ultimátum de Bourne, inspiró la exitosa serie de películas que tenían a Matt Damon como el protagonista, un amnésico que debía descubrir quién era y por qué numerosos grupos, incluyendo a la CIA, intentaban asesinarlo. Luego de la muerte de Ludlum en 2001, el autor Eric Van Lustbader fue el encargado de continuar con la historia del personaje y de publicar, hasta la fecha, siete novelas más. Parece bastante claro que el personaje de Jason Bourne es una mina de oro no sólo para las editoriales, sino también para los productores de cine, que no tardaron en seguir explotándola. Y así es como The Bourne Legacy (El Legado de Bourne, en español), la cuarta entrega de la franquicia cinematográfica, comenzó a tomar forma.

Dado que varios de los conceptos básicos introducidos tanto por Ludlum como por Van Lustbader en las novelas ya comenzaban a agotarse, esta nueva película toma un rumbo distinto en cuanto a su guión. Probablemente, estas decisiones también hayan sido las consecuencias del hecho de que Matt Damon no regresaría a reinterpretar el papel. ¿Cómo hacer, entonces, una nueva película sobre Jason Bourne, sin la cara de Jason Bourne? Para solucionar este ‘pequeño’ detalle, a Tony Gilroy, el guionista de las tres entregas previas, se le ocurrió concebir un personaje totalmente nuevo, con nuevas motivaciones, nuevas persecuciones por distintos sectores del planeta y nuevos enredos con algunas de las máximas autoridades de la CIA, conservando la misma fórmula de siempre.

Jeremy Renner se pone en la piel del protagonista Aaron Cross, otro superagente entrenado por un programa secreto de la CIA que, a pesar de estar hecho con el mismo molde que Jason Bourne, posee un vigor y algunas debilidades que lo caracterizan. Renner interpreta su papel con el mismo tipo de concentración, determinación y coraje que mostró en la ganadora del Oscar The Hurt Locker (2008), a pesar de no poder encaminarse hacia direcciones más originales, pues el guión de Gilroy y su hermano Dan opta por hacer más énfasis en expandir aquellas cualidades que funcionaron en las películas anteriores, sin aportar demasiadas novedades. Gilroy también ocupa la silla del director en esta ocasión, luego de que Paul Greengrass (quien dirigió Supremacy y Ultimatum) se retirara con Damon, y demuestra que todavía le falta experiencia en el género de acción para alcanzar a su predecesor.

La película comienza de una manera muy ingeniosa, exhibiéndonos una toma desde el fondo de un lago de Alaska, que nos muestra la silueta estática de Cross flotando en la superficie. Esta toma, que es bastante similar a la de la apertura de Identity (2001), y el inconfundible tema musical en fagot que la acompaña sirven como un comienzo cautivador y prometedor, que comparte el mismo ADN que las entregas anteriores. Uno de los aspectos más interesantes de la película es el hecho de que los acontecimientos al inicio de Legacy se superponen con los del tercer acto de Ultimatum. Las hazañas de Bourne en Waterloo y Nueva York y la exposición pública de los programas secretos Treadstone y Blackbriar conducen al gobierno estadounidense a asignarle al Coronel Retirado Eric Byer (Edward Norton) la tarea de borrar toda evidencia comprometedora y suspender todos los proyectos relacionados, entre los se encuentra Outcome, un programa que involucra la administración de fármacos a los superagentes, incrementando su desarrollo físico y mental. Byer da la orden de liquidar uno por uno a los seis agentes que pertenecen al programa Outcome, pero uno de ellos, Cross, se las ingenia para fingir su propia muerte, evadiendo así a sus asesinos. La complicación es que Cross se ha vuelto dependiente de estos fármacos, por lo que se ve obligado a formar partido con la Dra. Marta Shearing (Rachel Weisz), una científica que está a cargo de la elaboración química de estos fármacos y que recientemente ha sobrevivido un intento de asesinato, también por orden de Byer. Entonces entran en una persecución en la que Cross debe evitar que maten a Shearing, para que ella pueda conseguirle los fármacos que necesita.

A pesar de que la historia esté ligada a las anteriores, los lazos son bastante superficiales y hacen que Legacy se destaque en la franquicia por ser ‘la diferente’. Sin embargo, si la comparamos con las mismas, se queda corta. Además de las cuestiones técnicas de la película (que describiré más adelante), es el nuevo protagonista lo que probablemente afecta un poco la calidad de la historia, en cuanto a desarrollo.

A diferencia de Bourne, Cross recuerda quién era antes de unirse al programa, sabe perfectamente de lo que ahora es capaz y lucha para seguir siendo él mismo. Las crisis de identidad (uno de los factores más memorables de las películas anteriores) y la búsqueda por sentirse redimido que padecía Bourne en la trilogía original han sido dejadas de lado y esto compromete al personaje de Cross, lo cual le impide causarle al espectador un impacto emocional como lo hacía Bourne. Cross no está confundido, ni pretende dejar de ser lo que es: una máquina asesina “moralmente indefendible y absolutamente necesaria”, como el mismo Byer lo dice. Esto no quiere decir que Cross sea un personaje poco interesante, pues también posee un pasado oscuro y su locuaz personalidad resulta un poco más accesible que la de Bourne. Pero Gilroy falla a la hora de elaborar un personaje profundo, privándole las complejidades y demonios internos que alguna vez le otorgó a Bourne. Y es solo a través de los espléndidos esfuerzos de Renner como actor que el espectador alcanza a palpar la humanidad y los conflictos del personaje.

Rachel Weisz también se destaca con su actuación, aunque su personaje es víctima de la unilateralidad que le exige ser la cómplice de Cross, como también lo eran Marie, el personaje de Franka Potente en Identity y Supremacy o Nicky Parsons, el de Julia Stiles en Ultimatum. En Legacy, Weisz demuestra por qué es una actriz merecedora de tantos premios y elogios, pero su interpretación no sale de exhibir emociones algo trilladas. Las circunstancias en las que se ve sumida requieren que reaccione con miedo, desesperación e histeria, dando como resultado un personaje bastante superficial y poco interesante, aunque logre ponernos en su situación con éxito.

Edward Norton, el tercer vértice del panel de protagonistas de Legacy, también ofrece una interpretación digna y fuerte. Byer, su personaje, está prácticamente toda la película recluido en un oscuro cuarto de mando. Como líder del proyecto secreto gubernamental que involucra a Outcome, actúa con frialdad y determinación, desencadenando los acontecimientos más importantes de la historia que ponen las vidas de Cross y Shearing en peligro. Su trabajo también consiste en atar los cabos sueltos que puedan llegar a perjudicar la imagen del gobierno estadounidense y sacar a la luz la red de espionaje que encabezan. Al presentarnos el mundo de Byer, Gilroy nos muestra el vil tejido de maquinaciones y de privatizaciones de empresas tercermundistas conducido por una oscura organización gubernamental para llevar a cabo un sinfín de operaciones clandestinas. La película exhibe el Departamento de Defensa estadounidense con líderes misteriosos que controlan la nación y, por control remoto, el mundo. Los detalles que los guionistas han incluido hacen que, a pesar de ser una obra de ficción, los intereses políticos, científicos y empresariales en The Bourne Legacy parezcan muy reales. Esta propaganda, desde un punto de vista internacional, recomienda preocupación, pues la metodología de espionaje de la CIA a nivel mundial es tan protagonista como el mismo Cross.

En cuanto a los aspectos técnicos de la película, sobresale la cinematografía de Robert Elswit, puntualmente al comienzo de la película, durante la majestuosa secuencia de los montañosos paisajes de Alaska. Llegada la acción, la película tiene un gusto familiar y agradable, pero no alcanza la grandeza ni la energía de las secuencias similares presentes en las anteriores. Hacia el final de película, por ejemplo, transcurre una prolongada persecución en motocicleta por las calles de Manila, Filipinas, atestadas de tráfico y peatones. Si bien la escena proporciona una buena dosis de adrenalina, no alcanza la elegancia con que Greengrass orquestaba las persecuciones en Supremacy y Ultimatum (no llega ni a equipararse con la del Mini Cooper de Identity). Se nota la falta de experiencia del editor John Gilroy (otro integrante de la familia del director) y la ausencia de una coreografía de acrobacias más elaborada, pues la secuencia no aporta nada que el fanático del cine de acción no haya visto. Puede que la música de James Newton Howard también influya en la imperfecta ejecución de escenas como la mencionada. La música compuesta por John Powell para las tres anteriores predominaba de manera sobresaliente con ostinatos para cuerdas y con complejas percusiones, que adornaban la acción de manera magistral. En Legacy, Howard decepciona al optar por seguir con un estilo conservador y poco interesante y que demuestra cuánto influye la música cuando se trata de construir secuencias de acción energizantes.

En conclusión, The Bourne Legacy es una buena cinta de acción que se disfruta fácilmente y que ofrece magníficas interpretaciones por parte de su plantel protagónico (si sale una quinta, Jeremy Renner definitivamente debería volver). Sin embargo, tal vez algunos espectadores se sientan frustrados, pues se encontraran con que la trilogía original es superior en todo sentido. Esto no quiere decir que sea un filme malo. Al contrario, las decisiones que toma Gilroy no decepcionan, ya que ha logrado concebir una historia que nos atrapa desde el comienzo. Es evidente que los realizadores sabían que se enfrentaban a un grado de expectativa inmenso y, a pesar de estar remando contra la corriente, logran desarrollar una película entretenida que se sale por la tangente con astucia, convirtiéndose en un ejemplar thriller contemporáneo de espionaje, aunque algunos de sus mensajes subliminales en cuanto a temáticas políticas sean polémicos.

JMLangdon



Ficha Técnica:
Dirigida por Tony Gilroy
Guión por Tony Gilroy y Dan Gilroy
Historia por Tony Gilroy
Inspirada en la serie de novelas de “Bourne” escrita por Robert Ludlum
Producida por Frank Marshall, Patrick Crowley, Jeffrey W. Weiner y Ben Smith
Productores ejecutivos: Henry Morrison y Jennifer Fox
Director de fotografía: Robert Elswit
Diseño de producción: Kevin Thompson
Editada por John Gilroy
Música compuesta por James Newton Howard
Diseño de vestuario: Shay Cunliffe
Protagonizada por Jeremy Renner (Aaron Cross), Rachel Wells (Dra. Martha Shearing), Edward Norton (Eric Byer), Stacy Keach (Mark Turso), Oscar Isaac (Agente Outcome Nº 3), Joan Allen (Pam Landy), Albert Finney (Dr. Albert Hirsch), David Strathairn (Noah Vosen) y Scott Glenn (Ezra Kramer)
Año de estreno: 2012

jueves, 6 de septiembre de 2012

TOTAL RECALL

La siguiente reseña contiene spoilers.
Inspirada en el cuento corto “Podemos recordarlo por usted al por mayor” (We Can Remember It For You Wholesale, en inglés) de Philip K. Dick, Total Recall es una cinta que combina la ciencia ficción y la acción en un cóctel de entretenimiento garantizado. El cuento ya había sido adaptado en 1990 por el director alemán Paul Verhoeven. Dicha adaptación, conocida como El Vengador del Futuro o Desafío Total en los países de habla hispana (traducción que se conservó para la versión nueva), contaba con un Arnold Schwarzenegger muy joven y llegó a convertirse en un clásico de culto. Cuando Columbia Pictures anunció que una remake estaba en marcha, muchos se encogieron de hombros, preguntándose si era una buena jugada realizar una nueva versión de una película tan adorada por los fanáticos. Pero lo cierto es que la original ya cuenta con 22 años, y al verla, es más probable que el espectador se ría de muchas de las escenas que en su momento causaban una impresión totalmente distinta. Los tiempos han cambiado, y la tecnología de hoy hace que los ingeniosos efectos especiales y de maquillaje de Rob Bottin luzcan totalmente obsoletos. Aún así, la Total Recall de Verhoeven tiene su valor emocional por parte de aquellos que pudieron disfrutarla en su apogeo. Por lo tanto, la versión nueva puede llegar a generar una impresión diferente, dependiendo del espectador: la disfrutará ó la odiará. En mi caso particular, fue como escuchar el cover de una canción que me gusta. Suena bien pero es diferente.

En esta ocasión, el que se sienta en la silla del director es Len Wiseman, cuyo currículum incluye significantes aportes a la saga de Underwold y la cuarta entrega de la saga de Die Hard. Con estos antecedentes, cuando el espectador se siente a ver Total Recall, esperará ver vertiginosas y excelentes escenas de acción. Indiscutiblemente, Wiseman se excede en este aspecto, estableciéndose como uno de los mejores directores contemporáneos de películas de acción. Sin embargo, y como tal vez era de esperar, el guión (obra de Kurt Wimmer y Mark Bomback) falla en la elaboración de un argumento intrincado o de personajes sustanciosos, y las ideas introducidas terminan sirviendo como excusa para desarrollar un frenesí explosivo de persecuciones y tiroteos. Nada más.

Para su adaptación contemporánea, Wiseman deja de lado la idea de la colonización de Marte (presente tanto en el cuento como en la versión de Verhoeven) y sitúa la historia a finales del siglo veintiuno, en una Tierra que ha sido víctima de una prolongada guerra mundial química. Wiseman elige a Colin Farrel como protagonista, quien se pone en la piel de Douglas Quaid, un obrero que trabaja en una fábrica de ensamblaje de robots policías y que está aburrido de su vida rutinaria, a pesar de estar casado con Lori (la bellísima Kate Beckinsale). Por consiguiente, decide darse una vuelta por Rekall, una compañía que se dedica a implantar memorias artificiales. Cuando Quaid accede a que se le implanten recuerdos de ser un espía profesional, resulta que los empleados de Rekall se encuentran con que Quaid ya posee recuerdos similares y que son reales. En ese momento, un gran número de uniformados con armas interrumpen en el lugar, y Quaid se ve inmerso en una persecución llena de adrenalina que lo llevará a tratar de descubrir cuál es su verdadera identidad, desenmascarando incluso a sus más allegados, pues su esposa ahora también intenta asesinarlo. Como si ya no hubiese carilindos en la película, Quaid forma partido con Melina (Jessica Biel), una enigmática mujer con la que ha soñado en numerosas ocasiones, y que conduce al desconcertado personaje hacia el centro de un conflicto entre la totalitaria Federación Unida de Gran Bretaña, liderada por el intimidante Cohaagen (Bryan Cranston) y la Colonia, el hogar de las masas más pobres; los únicos dos territorios habitables que han quedado en toda la faz del planeta luego de la guerra.

La trama es prometedora, pero lamentablemente, es víctima de su antecesora, pues aquellos que hayan visto la original, podrán anticipar todos los eventos y vueltas de tuerca que aparecen en esta versión. A pesar de esto, la película cuenta con un fuerte punto a favor. Los efectos visuales y los escenarios son simplemente asombrosos, por lo que se podría decir que, en cuanto al aspecto visual, la película es excelente. El diseñador de producción Patrick Tatopoulos se las ingenia con mucha originalidad para concebir ciudades que han sido víctimas de la sobrepoblación. En Total Recall veremos edificios y autopistas que parecen estar suspendidas en el aire, introduciendo conceptos que, si bien rozan lo descabellado, proponen muchas ideas para que los ingenieros de hoy tomen en cuenta para el futuro. Es por este aspecto que la película se hace valer dentro del género de ciencia ficción. Es una lástima que cuente con una historia predecible y llena de clichés dignos de Hollywood, que evita que alcance la envergadura de películas tales como Blade Runner (1982) o Minority Report (2002), ambas también basadas o inspiradas en obras de Philip K. Dick.

En mi opinión, el verdadero problema del guión de Total Recall es que es demasiado pretencioso, fracasando en darle un sustento emocional a los acontecimientos ilustrados. Esto impide que el espectador tome la historia con la seriedad que los guionistas proponen. Y tal vez sea por este motivo que no esté a la altura de la versión de 1990, que es casi una sátira del cine clase B, con tintes surrealistas y extravagantes (como sólo Verhoeven sabe hacerlo). En esta Total Recall, las crisis emocionales en las que el protagonista se ve sumido, incluso muchos de los diálogos que comparte con los demás personajes, pierden importancia. Algunas escenas parecen estar metidas a la fuerza, solo para aminorar un poco la acelerada cacería que perdura de principio a fin. Lo mismo se podría decir de algunos personajes. Matthias (Bill Nighy), el líder de la Resistencia que se opone al régimen totalitario de Cohaagen, pasa casi desapercibido y no suma más de cinco minutos de participación en la película. Además de ser el desperdicio de un buen actor, los guionistas desaprovechan la oportunidad de incluir algunas reflexiones profundas y filosóficas sobre las sociedades que son víctimas de la tiranía y la opresión, un aspecto que le hubiese dado profundidad no sólo al personaje, sino también a la historia en sí. Por el contrario, los guionistas sí se toman el tiempo de incluir referencias a algunas de las escenas más memorables de la versión de Verhoeven (como para recordarnos que estamos viendo una remake). Vuelve la prostituta de tres senos, así como también hay una breve alusión a la famosa escena de las ‘dos semanas’, y a la de los desmembramientos en el ascensor (aunque en esta ocasión los que sufren son los robots). Teniendo en cuenta los rumbos y decisiones que toman los guionistas, no puedo evitar preguntarme cuál fue el verdadero motivo de la realización de esta película. Al fin y al cabo, no hace más que seguir al pie de la letra la mayoría de los acontecimientos de su predecesora. Por este motivo puede que solo aquellos que desconozcan o hayan olvidado la existencia de la versión del ex-gobernador de California disfruten la de Farrell en su totalidad.

Queda claro entonces, que la intención original de los realizadores era la de realizar una película de acción carente de inteligencia. De lado han dejado muchos de los planteos que Dick propone en su cuento; entre ellos, quizás el más interesante: ¿es la verdad algo empírico que no puede negarse, o solo lo que nuestro cerebro nos dice? Esta falta de profundidad intelectual en su argumento hace que la película se valga solamente por los asombros esfuerzos del equipo técnico para crear una verdadera joya visual, y por las excelentes escenas de acción coreografiadas a la perfección y acompañadas, por supuesto, por las poses obligatorias de los sensuales modelitos que las protagonizan. Si lo que el espectador está buscando es adrenalina, entretenimiento y una maravillosa exposición de efectos visuales, esta versión modernizada de Total Recall cumple con lo que promete.

JMLangdon 



Ficha Técnica:
Dirigida por Len Wiseman
Guión por Kurt Wimmer y Mark Bomback
Historia por Ronald Shusett, Dan O’Bannon, Jon Povill y Kurt Wimmer
Inspirada en el cuento corto “We Can Remember It For You Wholesale” escrito por Philip K. Dick
Producida por Neal H. Mortiz y Toby Jaffe
Productores ejecutivos: Ric Kidney y Len Wiseman
Director de fotografía: Paul Cameron
Diseño de producción: Patrick Tatopoulos
Editada por Christian Wagner
Música compuesta por Harry Gregson-Williams
Diseño de vestuario: Sanja Milković Hays
Supervisor de efectos visuales: Peter Chiang
Protagonizada por Colin Farrell (Douglas Quaid/Hauser), Kate Beckinsale (Lori Quaid), Jessica Biel (Melina), Bryan Cranston (Cohaagen), John Cho (McClane) y Bill Nighy (Matthias)
Año de estreno: 2012