miércoles, 19 de diciembre de 2012

SKYFALL

Para celebrar el quincuagésimo aniversario de la saga fílmica de James Bond que comenzó con Dr. No en 1962, llega Skyfall, en la que Daniel Craig interpreta por tercera vez al agente 007 con licencia para matar creado por el novelista Ian Fleming. En esta ocasión, el director de turno es Sam Mendes, cuyo currículum incluye películas con gran carga visual y emocional, tales como American Beauty (1999), Road to Perdition (2002), Jarhead (2005) y Revolutionary Road (2008). Asimismo, esta nueva aventura cuenta con las actuaciones de Javier Bardem, Ralph Fiennes, Albert Finney y Judi Dench, quien interpreta a M por séptima vez consecutiva. Cuando uno ve tantos nombres de talentosos asociados a una película de James Bond, puede anticipar que presenciará algo de alta categoría. Y lo cierto es que la producción no decepciona en lo absoluto: Skyfall no solo es un sobresaliente capítulo de la franquicia del agente 007, también es una película magnífica.

Sin embargo, Skyfall toma prestadas algunas características narrativas de algunas de las historias anteriores del agente, puntualmente de Goldeneye (1995), ya que la trama involucra a un ex-agente de la MI6 (la agencia de inteligencia exterior del Reino Unido), quien decide volverse en contra de la misma y causar estragos mediante el uso de la tecnología moderna. Las viles hazañas corporativas de la organización Quantum, introducida en Casino Royale (2006) y Quantum of Solace (2008), quedan de lado en esta ocasión, estableciendo a Skyfall como un episodio independiente del resto de la saga. En esta ocasión, la misión de James Bond consiste en capturar al villano, que amenaza con sacar a la luz oscuros secretos de estado que ponen en peligro la vida de numerosos agentes clandestinos infiltrados en la OTAN, víctimas que caen sobre los hombros de M, la directora del MI6. A medida que la historia avanza, salen a la luz profundos vínculos entre los tres personajes principales y, por primera vez en veintitrés películas, el espectador obtiene una mirada hacia el pasado sombrío de James Bond. Al mismo tiempo, los realizadores logran adecuar el guión a las exigentes e icónicas reglas de la franquicia: sorprendentes y surrealistas títulos de apertura, lugares exóticos, artilugios, autos, mujeres, trajes, villanos, el tema musical de Bond…

La película comienza in medias res con una excelente toma, en la que el agente se aproxima hacia nosotros por un estrecho pasillo oscuro con una luz blanca de fondo (ingeniosa manera de aludir a la inolvidable presentación del personaje desde el interior del cañón de un arma). En cuestión de segundos, Mendes logra enganchar eficazmente al espectador con una prolongada secuencia de acción por Estambul, que involucra a Bond persiguiendo en motocicleta a un mercenario, que ha robado información comprometedora para el MI6, por los techos del Gran Bazar, con la iglesia de Santa Sofía adornando el paisaje. Este vertiginoso prólogo de casi quince minutos de duración que culmina con un enfrentamiento mano a mano entre ambos rivales sobre el techo de un tren en movimiento es simplemente espectacular. Mendes demuestra que tiene el profesionalismo necesario para estar al mando de inmensas secuencias de acción, ya que la persecución entera está colmada de acrobacias irracionales pero asombrosas que el director filma de manera majestuosa, tomándose su tiempo para dejar que toda la escena fluya con prolijidad, sin caer en el uso excesivo de la cámara inquieta y frenética, que es tan usual en la mayoría de las películas de acción contemporáneas. Asimismo, en cuanto a narrativa y a desarrollo de personajes, Mendes sigue fiel a su estilo y llena la historia con poderosas cargas emocionales. Este es uno de los puntos a favor que tiene Skyfall, pues el guión, atribuido a Neal Purvis, Robert Wade y John Logan, está muy bien estructurado ya que logra un excelente balance entre la acción y el relato, a pesar de contar con una trama poco intrínseca (a diferencia de las anteriores) y con algunas vueltas de tuerca algo trilladas. Muchos de los méritos de la película tienen que ser atribuidos al sobresaliente equipo técnico que acompaña a Mendes. El trabajo de edición de Stuart Baird (que ya había participado en Casino Royale), por ejemplo, es magnífico y conduce la historia con un ritmo que evita que las dos horas y media de metraje se tornen aburridas o monótonas. La fotografía de Roger Deakins también es una de las cualidades más sobresalientes de la película, pues le brinda un atractivo impecable que se destaca en determinadas escenas que transcurren, por ejemplo, en un bellísimo casino de Macao con particulares tintes culturales, o en lo alto de un rascacielos de cristal y de luces de neón en Shanghai.

Aún así, el verdadero fuerte de Skyfall es la elaboración de personajes creíbles, con pasados que les pesan y los moldean. Los guionistas nos abren una ventana hacia la perturbada infancia de Bond cuando el personaje visita la antigua mansión de su familia en Escocia, que esconde los secretos de su pasado (y que explica el propósito del título). Estas nuevas facetas de significante profundidad psicológica hacen que Bond sea más vulnerable y humano que nunca. El tono realista que se destacó en Casino Royale sigue presente aquí, exhibiéndonos a Bond no como un mujeriego con clase y con una sonrisa seductora a là Sean Connery, sino como un carismático asesino frío, al que ya le cuesta mantener un buen estado físico y cuyas aptitudes y habilidades como agente han sido reducidas considerablemente por las numerosas heridas infligidas durante sus misiones. Por supuesto, los padecimientos físicos y psicológicos del personaje no serían tan palpables sin la impecable actuación de Craig, quien interpreta a Bond mejor que nunca. Es despiadado y brutal cuando tiene que serlo, y encantador y apacible cuando la situación lo exige. Sin embargo, lo interesante de la interpretación de Craig es que sólo alude al frío vacío del personaje, nunca lo revela de manera explícita. Por este motivo, Craig prueba una vez más su excelente talento como actor, evitando que el peso pesado de Javier Bardem se robe la película por completo.

El actor español interpreta a Raoul Silva, un megalómano y excéntrico terrorista motivado por una vendetta personal contra el MI6, más puntualmente contra M. Sin duda, Silva es uno de los villanos más interesantes de la franquicia Bond y será recordado por los fanáticos. El personaje saca lo mejor de Bardem cuando hace su gran entrada, acercándose desde lejos hacia el agente 007, a quien tiene prisionero, mientras pronuncia un excelente y metafórico monólogo sobre la lucha a muerte entre dos rivales de similares características. Silva ha sido concebido como un antagonista amanerado, trastornado y completamente impredecible, que oculta una grotesca deformidad y que no se reserva el antojo de insinuársele sexualmente a Bond. Bardem se luce en cada escena en la que participa, brindando una actuación perversa pero sutil, casi juguetona, que cautiva y que, al mismo tiempo, nos eriza la piel.

Judi Dench cierra el triángulo de excelentes protagonistas con los que cuenta Skyfall. En este capítulo, M se encuentra agobiada por burócratas y políticos que atacan su yugular reclamándole que se retire de su puesto. Esta historia secundaria tal vez pierda un poco de importancia, pues la implicación de M en la trama es muchísimo más importante. Los guionistas hacen uso de la orfandad de Bond para confirmar la fuerte relación figurativa de madre-hijo que él tiene con ella. Asimismo, M, como imagen maternal, articula el vínculo que existe entre Bond, el hijo bueno, y Silva, el Doppelgänger, el gemelo malvado, conformando una especie de familia simbólica. Los conflictos edípicos permanecen latentes durante gran parte del filme, hasta consolidarse como el motor que conduce la historia hacia un final gótico y oscuro, una cualidad que no es tan usual en una película de Bond.

Mendes no se reserva la oportunidad de proporcionarle significante participación a los roles más secundarios. El panel cuenta con el siempre excelente Ralph Fiennes, quien está correcto como Mallory, el Director del Comité de Seguridad e Inteligencia, aunque su intervención en la historia sirve de pie para un papel mayor en la próxima secuela; y con Ben Whishaw como Q (un personaje recurrente en la franquicia de Bond, pero que aparece por primera vez en la trilogía de Craig) que, además de suministrar a Bond con artilugios útiles, aporta calidez y humor a la historia, que, de lo contrario, sería mucho más sombría.

Sin embargo, tal vez el aspecto más débil de la cinta sea la ausencia de una ‘chica Bond’ digna. Naomie Harris interpreta a Eve, una agente de campo de personalidad fuerte que aparentemente tampoco puede resistirse a los encantos de Bond. Sin embargo, la química entre Harris y Craig parece forzada y poco convincente. Por otro lado, la modelo francesa Bérénice Marlohe se pone en la piel de la sensual Sévérine y adorna la pantalla durante los breves momentos en los que aparece. No obstante, su personaje resulta unidimensional y sólo sirve como un instrumento que ensambla la estructura narrativa para que la historia fluya. Es claro que todo gira alrededor de la relación entre Bond, Silva y M, quien tal vez podría ser considerada la verdadera ‘chica Bond’ de Skyfall.

Uno de los aspectos de cualquier película de Bond que siempre recibe significante atención es la música. Esta vez, el compositor David Arnold (quien ha compuesto la banda sonora para las cinco anteriores) le pasa la batuta a Thomas Newman, colaborador habitual de Mendes. Se nota el cambio de estilo en la música, pero no decepciona en lo absoluto, pues Newman demuestra su versatilidad, ofreciendo una partitura elegante y llena de detalles que se acoplan de manera eficiente a los distintos tintes culturales plasmados en la pantalla. Sin embargo, lo cuestionable es que Newman no se esmera a la hora de componer un tema que aporte cierta personalidad a la película. Sólo se concentra en utilizar el icónico tema original de Bond (compuesto por Monty Norman) como única identidad musical. En el pasado, Arnold siempre ha intercalado en su música para las aventuras del agente 007 numerosos motivos que ayudan a definir la partitura de manera temática. En el caso de Skyfall, es una pena que Newman no haya tomando la misma dirección, aún cuando contaba con la canción de Adele (que podría ser considerada un triunfo de la era moderna de la franquicia) para buscar inspiración.

En conclusión, Skyfall verdaderamente ofrece una experiencia cinematográfica digna que respeta las tradiciones del cine Bond. La complejidad atribuida a los personajes es, sin duda, una de las mejores características de la película, acompañada por las brillantes actuaciones del plantel protagónico y los esfuerzos del equipo técnico. Como la vigésimo-tercera película de James Bond, rinde tributo al pasado del personaje cuando opta por dejar de lado la exhibición de tecnologías innovadoras y se esfuerza por homenajear lo clásico de la serie. Como película de acción, entretiene y asombra con su bellísima fotografía y sus excelentes acrobacias. Craig toma total posesión de su rol y se establece fácilmente como uno de los mejores actores en interpretar al agente 007. Asimismo, deja en claro una cosa… que James Bond volverá.

 JMLangdon



Ficha Técnica:
Dirigida por Sam Mendes
Escrita por Neal Purvis & Robert Wade y John Logan
Producida por Michael G. Wilson y Barbara Broccoli
Productor ejecutivo: Callum McDougall
Director de fotografía: Roger Deakins
Diseño de producción: Dennis Gassner
Editada por Stuart Baird y Kate Baird
Música compuesta por Thomas Newman
Diseño de vestuario: Jany Temime
Protagonizada por Daniel Craig (James Bond), Javier Bardem (Raoul Silva), Ralph Fiennes (Gareth Mallory), Naomie Harris (Eve), Bérénice Marlohe (Sévérine), Albert Finney (Kincade), y Judi Dench (M)
Año de estreno: 2012


lunes, 24 de septiembre de 2012

THE BOURNE LEGACY

La siguiente reseña contiene spoilers.
El personaje de Jason Bourne nace a finales de la década de 1970 como producto de la imaginación de Robert Ludlum, un escritor estadounidense de novelas sobre espionaje. La Trilogía de Bourne, que incluye La Identidad de Bourne, La Supremacía de Bourne y El Ultimátum de Bourne, inspiró la exitosa serie de películas que tenían a Matt Damon como el protagonista, un amnésico que debía descubrir quién era y por qué numerosos grupos, incluyendo a la CIA, intentaban asesinarlo. Luego de la muerte de Ludlum en 2001, el autor Eric Van Lustbader fue el encargado de continuar con la historia del personaje y de publicar, hasta la fecha, siete novelas más. Parece bastante claro que el personaje de Jason Bourne es una mina de oro no sólo para las editoriales, sino también para los productores de cine, que no tardaron en seguir explotándola. Y así es como The Bourne Legacy (El Legado de Bourne, en español), la cuarta entrega de la franquicia cinematográfica, comenzó a tomar forma.

Dado que varios de los conceptos básicos introducidos tanto por Ludlum como por Van Lustbader en las novelas ya comenzaban a agotarse, esta nueva película toma un rumbo distinto en cuanto a su guión. Probablemente, estas decisiones también hayan sido las consecuencias del hecho de que Matt Damon no regresaría a reinterpretar el papel. ¿Cómo hacer, entonces, una nueva película sobre Jason Bourne, sin la cara de Jason Bourne? Para solucionar este ‘pequeño’ detalle, a Tony Gilroy, el guionista de las tres entregas previas, se le ocurrió concebir un personaje totalmente nuevo, con nuevas motivaciones, nuevas persecuciones por distintos sectores del planeta y nuevos enredos con algunas de las máximas autoridades de la CIA, conservando la misma fórmula de siempre.

Jeremy Renner se pone en la piel del protagonista Aaron Cross, otro superagente entrenado por un programa secreto de la CIA que, a pesar de estar hecho con el mismo molde que Jason Bourne, posee un vigor y algunas debilidades que lo caracterizan. Renner interpreta su papel con el mismo tipo de concentración, determinación y coraje que mostró en la ganadora del Oscar The Hurt Locker (2008), a pesar de no poder encaminarse hacia direcciones más originales, pues el guión de Gilroy y su hermano Dan opta por hacer más énfasis en expandir aquellas cualidades que funcionaron en las películas anteriores, sin aportar demasiadas novedades. Gilroy también ocupa la silla del director en esta ocasión, luego de que Paul Greengrass (quien dirigió Supremacy y Ultimatum) se retirara con Damon, y demuestra que todavía le falta experiencia en el género de acción para alcanzar a su predecesor.

La película comienza de una manera muy ingeniosa, exhibiéndonos una toma desde el fondo de un lago de Alaska, que nos muestra la silueta estática de Cross flotando en la superficie. Esta toma, que es bastante similar a la de la apertura de Identity (2001), y el inconfundible tema musical en fagot que la acompaña sirven como un comienzo cautivador y prometedor, que comparte el mismo ADN que las entregas anteriores. Uno de los aspectos más interesantes de la película es el hecho de que los acontecimientos al inicio de Legacy se superponen con los del tercer acto de Ultimatum. Las hazañas de Bourne en Waterloo y Nueva York y la exposición pública de los programas secretos Treadstone y Blackbriar conducen al gobierno estadounidense a asignarle al Coronel Retirado Eric Byer (Edward Norton) la tarea de borrar toda evidencia comprometedora y suspender todos los proyectos relacionados, entre los se encuentra Outcome, un programa que involucra la administración de fármacos a los superagentes, incrementando su desarrollo físico y mental. Byer da la orden de liquidar uno por uno a los seis agentes que pertenecen al programa Outcome, pero uno de ellos, Cross, se las ingenia para fingir su propia muerte, evadiendo así a sus asesinos. La complicación es que Cross se ha vuelto dependiente de estos fármacos, por lo que se ve obligado a formar partido con la Dra. Marta Shearing (Rachel Weisz), una científica que está a cargo de la elaboración química de estos fármacos y que recientemente ha sobrevivido un intento de asesinato, también por orden de Byer. Entonces entran en una persecución en la que Cross debe evitar que maten a Shearing, para que ella pueda conseguirle los fármacos que necesita.

A pesar de que la historia esté ligada a las anteriores, los lazos son bastante superficiales y hacen que Legacy se destaque en la franquicia por ser ‘la diferente’. Sin embargo, si la comparamos con las mismas, se queda corta. Además de las cuestiones técnicas de la película (que describiré más adelante), es el nuevo protagonista lo que probablemente afecta un poco la calidad de la historia, en cuanto a desarrollo.

A diferencia de Bourne, Cross recuerda quién era antes de unirse al programa, sabe perfectamente de lo que ahora es capaz y lucha para seguir siendo él mismo. Las crisis de identidad (uno de los factores más memorables de las películas anteriores) y la búsqueda por sentirse redimido que padecía Bourne en la trilogía original han sido dejadas de lado y esto compromete al personaje de Cross, lo cual le impide causarle al espectador un impacto emocional como lo hacía Bourne. Cross no está confundido, ni pretende dejar de ser lo que es: una máquina asesina “moralmente indefendible y absolutamente necesaria”, como el mismo Byer lo dice. Esto no quiere decir que Cross sea un personaje poco interesante, pues también posee un pasado oscuro y su locuaz personalidad resulta un poco más accesible que la de Bourne. Pero Gilroy falla a la hora de elaborar un personaje profundo, privándole las complejidades y demonios internos que alguna vez le otorgó a Bourne. Y es solo a través de los espléndidos esfuerzos de Renner como actor que el espectador alcanza a palpar la humanidad y los conflictos del personaje.

Rachel Weisz también se destaca con su actuación, aunque su personaje es víctima de la unilateralidad que le exige ser la cómplice de Cross, como también lo eran Marie, el personaje de Franka Potente en Identity y Supremacy o Nicky Parsons, el de Julia Stiles en Ultimatum. En Legacy, Weisz demuestra por qué es una actriz merecedora de tantos premios y elogios, pero su interpretación no sale de exhibir emociones algo trilladas. Las circunstancias en las que se ve sumida requieren que reaccione con miedo, desesperación e histeria, dando como resultado un personaje bastante superficial y poco interesante, aunque logre ponernos en su situación con éxito.

Edward Norton, el tercer vértice del panel de protagonistas de Legacy, también ofrece una interpretación digna y fuerte. Byer, su personaje, está prácticamente toda la película recluido en un oscuro cuarto de mando. Como líder del proyecto secreto gubernamental que involucra a Outcome, actúa con frialdad y determinación, desencadenando los acontecimientos más importantes de la historia que ponen las vidas de Cross y Shearing en peligro. Su trabajo también consiste en atar los cabos sueltos que puedan llegar a perjudicar la imagen del gobierno estadounidense y sacar a la luz la red de espionaje que encabezan. Al presentarnos el mundo de Byer, Gilroy nos muestra el vil tejido de maquinaciones y de privatizaciones de empresas tercermundistas conducido por una oscura organización gubernamental para llevar a cabo un sinfín de operaciones clandestinas. La película exhibe el Departamento de Defensa estadounidense con líderes misteriosos que controlan la nación y, por control remoto, el mundo. Los detalles que los guionistas han incluido hacen que, a pesar de ser una obra de ficción, los intereses políticos, científicos y empresariales en The Bourne Legacy parezcan muy reales. Esta propaganda, desde un punto de vista internacional, recomienda preocupación, pues la metodología de espionaje de la CIA a nivel mundial es tan protagonista como el mismo Cross.

En cuanto a los aspectos técnicos de la película, sobresale la cinematografía de Robert Elswit, puntualmente al comienzo de la película, durante la majestuosa secuencia de los montañosos paisajes de Alaska. Llegada la acción, la película tiene un gusto familiar y agradable, pero no alcanza la grandeza ni la energía de las secuencias similares presentes en las anteriores. Hacia el final de película, por ejemplo, transcurre una prolongada persecución en motocicleta por las calles de Manila, Filipinas, atestadas de tráfico y peatones. Si bien la escena proporciona una buena dosis de adrenalina, no alcanza la elegancia con que Greengrass orquestaba las persecuciones en Supremacy y Ultimatum (no llega ni a equipararse con la del Mini Cooper de Identity). Se nota la falta de experiencia del editor John Gilroy (otro integrante de la familia del director) y la ausencia de una coreografía de acrobacias más elaborada, pues la secuencia no aporta nada que el fanático del cine de acción no haya visto. Puede que la música de James Newton Howard también influya en la imperfecta ejecución de escenas como la mencionada. La música compuesta por John Powell para las tres anteriores predominaba de manera sobresaliente con ostinatos para cuerdas y con complejas percusiones, que adornaban la acción de manera magistral. En Legacy, Howard decepciona al optar por seguir con un estilo conservador y poco interesante y que demuestra cuánto influye la música cuando se trata de construir secuencias de acción energizantes.

En conclusión, The Bourne Legacy es una buena cinta de acción que se disfruta fácilmente y que ofrece magníficas interpretaciones por parte de su plantel protagónico (si sale una quinta, Jeremy Renner definitivamente debería volver). Sin embargo, tal vez algunos espectadores se sientan frustrados, pues se encontraran con que la trilogía original es superior en todo sentido. Esto no quiere decir que sea un filme malo. Al contrario, las decisiones que toma Gilroy no decepcionan, ya que ha logrado concebir una historia que nos atrapa desde el comienzo. Es evidente que los realizadores sabían que se enfrentaban a un grado de expectativa inmenso y, a pesar de estar remando contra la corriente, logran desarrollar una película entretenida que se sale por la tangente con astucia, convirtiéndose en un ejemplar thriller contemporáneo de espionaje, aunque algunos de sus mensajes subliminales en cuanto a temáticas políticas sean polémicos.

JMLangdon



Ficha Técnica:
Dirigida por Tony Gilroy
Guión por Tony Gilroy y Dan Gilroy
Historia por Tony Gilroy
Inspirada en la serie de novelas de “Bourne” escrita por Robert Ludlum
Producida por Frank Marshall, Patrick Crowley, Jeffrey W. Weiner y Ben Smith
Productores ejecutivos: Henry Morrison y Jennifer Fox
Director de fotografía: Robert Elswit
Diseño de producción: Kevin Thompson
Editada por John Gilroy
Música compuesta por James Newton Howard
Diseño de vestuario: Shay Cunliffe
Protagonizada por Jeremy Renner (Aaron Cross), Rachel Wells (Dra. Martha Shearing), Edward Norton (Eric Byer), Stacy Keach (Mark Turso), Oscar Isaac (Agente Outcome Nº 3), Joan Allen (Pam Landy), Albert Finney (Dr. Albert Hirsch), David Strathairn (Noah Vosen) y Scott Glenn (Ezra Kramer)
Año de estreno: 2012

jueves, 6 de septiembre de 2012

TOTAL RECALL

La siguiente reseña contiene spoilers.
Inspirada en el cuento corto “Podemos recordarlo por usted al por mayor” (We Can Remember It For You Wholesale, en inglés) de Philip K. Dick, Total Recall es una cinta que combina la ciencia ficción y la acción en un cóctel de entretenimiento garantizado. El cuento ya había sido adaptado en 1990 por el director alemán Paul Verhoeven. Dicha adaptación, conocida como El Vengador del Futuro o Desafío Total en los países de habla hispana (traducción que se conservó para la versión nueva), contaba con un Arnold Schwarzenegger muy joven y llegó a convertirse en un clásico de culto. Cuando Columbia Pictures anunció que una remake estaba en marcha, muchos se encogieron de hombros, preguntándose si era una buena jugada realizar una nueva versión de una película tan adorada por los fanáticos. Pero lo cierto es que la original ya cuenta con 22 años, y al verla, es más probable que el espectador se ría de muchas de las escenas que en su momento causaban una impresión totalmente distinta. Los tiempos han cambiado, y la tecnología de hoy hace que los ingeniosos efectos especiales y de maquillaje de Rob Bottin luzcan totalmente obsoletos. Aún así, la Total Recall de Verhoeven tiene su valor emocional por parte de aquellos que pudieron disfrutarla en su apogeo. Por lo tanto, la versión nueva puede llegar a generar una impresión diferente, dependiendo del espectador: la disfrutará ó la odiará. En mi caso particular, fue como escuchar el cover de una canción que me gusta. Suena bien pero es diferente.

En esta ocasión, el que se sienta en la silla del director es Len Wiseman, cuyo currículum incluye significantes aportes a la saga de Underwold y la cuarta entrega de la saga de Die Hard. Con estos antecedentes, cuando el espectador se siente a ver Total Recall, esperará ver vertiginosas y excelentes escenas de acción. Indiscutiblemente, Wiseman se excede en este aspecto, estableciéndose como uno de los mejores directores contemporáneos de películas de acción. Sin embargo, y como tal vez era de esperar, el guión (obra de Kurt Wimmer y Mark Bomback) falla en la elaboración de un argumento intrincado o de personajes sustanciosos, y las ideas introducidas terminan sirviendo como excusa para desarrollar un frenesí explosivo de persecuciones y tiroteos. Nada más.

Para su adaptación contemporánea, Wiseman deja de lado la idea de la colonización de Marte (presente tanto en el cuento como en la versión de Verhoeven) y sitúa la historia a finales del siglo veintiuno, en una Tierra que ha sido víctima de una prolongada guerra mundial química. Wiseman elige a Colin Farrel como protagonista, quien se pone en la piel de Douglas Quaid, un obrero que trabaja en una fábrica de ensamblaje de robots policías y que está aburrido de su vida rutinaria, a pesar de estar casado con Lori (la bellísima Kate Beckinsale). Por consiguiente, decide darse una vuelta por Rekall, una compañía que se dedica a implantar memorias artificiales. Cuando Quaid accede a que se le implanten recuerdos de ser un espía profesional, resulta que los empleados de Rekall se encuentran con que Quaid ya posee recuerdos similares y que son reales. En ese momento, un gran número de uniformados con armas interrumpen en el lugar, y Quaid se ve inmerso en una persecución llena de adrenalina que lo llevará a tratar de descubrir cuál es su verdadera identidad, desenmascarando incluso a sus más allegados, pues su esposa ahora también intenta asesinarlo. Como si ya no hubiese carilindos en la película, Quaid forma partido con Melina (Jessica Biel), una enigmática mujer con la que ha soñado en numerosas ocasiones, y que conduce al desconcertado personaje hacia el centro de un conflicto entre la totalitaria Federación Unida de Gran Bretaña, liderada por el intimidante Cohaagen (Bryan Cranston) y la Colonia, el hogar de las masas más pobres; los únicos dos territorios habitables que han quedado en toda la faz del planeta luego de la guerra.

La trama es prometedora, pero lamentablemente, es víctima de su antecesora, pues aquellos que hayan visto la original, podrán anticipar todos los eventos y vueltas de tuerca que aparecen en esta versión. A pesar de esto, la película cuenta con un fuerte punto a favor. Los efectos visuales y los escenarios son simplemente asombrosos, por lo que se podría decir que, en cuanto al aspecto visual, la película es excelente. El diseñador de producción Patrick Tatopoulos se las ingenia con mucha originalidad para concebir ciudades que han sido víctimas de la sobrepoblación. En Total Recall veremos edificios y autopistas que parecen estar suspendidas en el aire, introduciendo conceptos que, si bien rozan lo descabellado, proponen muchas ideas para que los ingenieros de hoy tomen en cuenta para el futuro. Es por este aspecto que la película se hace valer dentro del género de ciencia ficción. Es una lástima que cuente con una historia predecible y llena de clichés dignos de Hollywood, que evita que alcance la envergadura de películas tales como Blade Runner (1982) o Minority Report (2002), ambas también basadas o inspiradas en obras de Philip K. Dick.

En mi opinión, el verdadero problema del guión de Total Recall es que es demasiado pretencioso, fracasando en darle un sustento emocional a los acontecimientos ilustrados. Esto impide que el espectador tome la historia con la seriedad que los guionistas proponen. Y tal vez sea por este motivo que no esté a la altura de la versión de 1990, que es casi una sátira del cine clase B, con tintes surrealistas y extravagantes (como sólo Verhoeven sabe hacerlo). En esta Total Recall, las crisis emocionales en las que el protagonista se ve sumido, incluso muchos de los diálogos que comparte con los demás personajes, pierden importancia. Algunas escenas parecen estar metidas a la fuerza, solo para aminorar un poco la acelerada cacería que perdura de principio a fin. Lo mismo se podría decir de algunos personajes. Matthias (Bill Nighy), el líder de la Resistencia que se opone al régimen totalitario de Cohaagen, pasa casi desapercibido y no suma más de cinco minutos de participación en la película. Además de ser el desperdicio de un buen actor, los guionistas desaprovechan la oportunidad de incluir algunas reflexiones profundas y filosóficas sobre las sociedades que son víctimas de la tiranía y la opresión, un aspecto que le hubiese dado profundidad no sólo al personaje, sino también a la historia en sí. Por el contrario, los guionistas sí se toman el tiempo de incluir referencias a algunas de las escenas más memorables de la versión de Verhoeven (como para recordarnos que estamos viendo una remake). Vuelve la prostituta de tres senos, así como también hay una breve alusión a la famosa escena de las ‘dos semanas’, y a la de los desmembramientos en el ascensor (aunque en esta ocasión los que sufren son los robots). Teniendo en cuenta los rumbos y decisiones que toman los guionistas, no puedo evitar preguntarme cuál fue el verdadero motivo de la realización de esta película. Al fin y al cabo, no hace más que seguir al pie de la letra la mayoría de los acontecimientos de su predecesora. Por este motivo puede que solo aquellos que desconozcan o hayan olvidado la existencia de la versión del ex-gobernador de California disfruten la de Farrell en su totalidad.

Queda claro entonces, que la intención original de los realizadores era la de realizar una película de acción carente de inteligencia. De lado han dejado muchos de los planteos que Dick propone en su cuento; entre ellos, quizás el más interesante: ¿es la verdad algo empírico que no puede negarse, o solo lo que nuestro cerebro nos dice? Esta falta de profundidad intelectual en su argumento hace que la película se valga solamente por los asombros esfuerzos del equipo técnico para crear una verdadera joya visual, y por las excelentes escenas de acción coreografiadas a la perfección y acompañadas, por supuesto, por las poses obligatorias de los sensuales modelitos que las protagonizan. Si lo que el espectador está buscando es adrenalina, entretenimiento y una maravillosa exposición de efectos visuales, esta versión modernizada de Total Recall cumple con lo que promete.

JMLangdon 



Ficha Técnica:
Dirigida por Len Wiseman
Guión por Kurt Wimmer y Mark Bomback
Historia por Ronald Shusett, Dan O’Bannon, Jon Povill y Kurt Wimmer
Inspirada en el cuento corto “We Can Remember It For You Wholesale” escrito por Philip K. Dick
Producida por Neal H. Mortiz y Toby Jaffe
Productores ejecutivos: Ric Kidney y Len Wiseman
Director de fotografía: Paul Cameron
Diseño de producción: Patrick Tatopoulos
Editada por Christian Wagner
Música compuesta por Harry Gregson-Williams
Diseño de vestuario: Sanja Milković Hays
Supervisor de efectos visuales: Peter Chiang
Protagonizada por Colin Farrell (Douglas Quaid/Hauser), Kate Beckinsale (Lori Quaid), Jessica Biel (Melina), Bryan Cranston (Cohaagen), John Cho (McClane) y Bill Nighy (Matthias)
Año de estreno: 2012

miércoles, 15 de agosto de 2012

THE DARK KNIGHT RISES

La siguiente reseña contiene spoilers.
No cabe duda que The Dark Knight Rises (traducido como El Caballero Oscuro Renace o Asciende, en los países de habla hispana) ha sido una de las películas más esperadas del año tanto por fanáticos como por críticos. Y aparentemente, no ha decepcionado, pues proyecta un final épico a la nueva trilogía creada por Christopher Nolan que comenzó con Batman Begins (2005) y continuó con The Dark Knight (2008). Resulta imposible negar que la obra de Nolan sea trascendental y que haya logrado sacarle al universo de Batman la mayor cantidad de jugo posible. Asimismo, es imposible negar que el director haya tenido sus dudas a la hora de desarrollar esta tercera entrega, ya que en diversas entrevistas Nolan afirmó que dio lo mejor de sí en cada una de las películas de Batman. Su satisfacción con la exitosa The Dark Knight (2008) y su intención de evitar la producción de secuelas redundantes son razón suficiente para que Nolan decidiera abordar una tercera parte solo si contaba con un guión fresco y determinante.

Todos sabemos que la mirada de Nolan hacia el mundo del popular superhéroe de DC Comics es realista, optando por dejar de lado muchísimos de los aspectos fantásticos de la historieta. Y es esta cuestión lo que hace que la trilogía de Batman se destaque entre la plétora de películas de superhéroes que ha inundado la pantalla grande en estos últimos años.

A lo largo de la franquicia, hemos visto el nacimiento de Batman, su apogeo y su decadencia. Ahora, veremos su resurgimiento y su consolidación como un héroe simbólico. También hemos sido testigos de lo que le sucedía al hombre detrás de la máscara. Bruce Wayne ha sufrido la pérdida de sus seres queridos, ha sido víctima de conflictos existenciales, y ha tenido que cargar con las responsabilidades que contrae portar la pesada capa del hombre murciélago. The Dark Knight Rises cierra ambas historias con un final digno y emocionante, que se ahorra los cabos sueltos. No obstante, la película en sí contiene algunos aspectos que dejan mucho que desear.

La historia de The Dark Knight Rises transcurre ocho años después de los acontecimientos de la segunda parte. Batman ha tenido que asumir la culpa de la muerte del fiscal Harvey Dent, convirtiéndose en un fugitivo repudiado. Por su parte, Bruce Wayne ha optado por vivir exiliado en su mansión como un ermitaño infeliz y a la deriva. Christian Bale interpreta su papel con convicción, al igual que en las películas anteriores, aunque en esta ocasión, se pone en la piel de un Bruce Wayne que se encuentra en un pozo depresivo causado por la muerte de Rachel Dawes. Su físico deplorable y su mente afligida por la culpa y la tristeza apenas le permiten ponerse de pie. Sin embargo, la aparición de Selina Kyle (Anne Hathaway), una hábil y atractiva ladrona, despierta su atención. Sus enredos con ella llevan al multimillonario a descubrir que un gran mal está a punto de surgir de las mismas entrañas de Ciudad Gótica, y a deducir que el encapotado superhéroe es nuevamente necesario. Lo que no anticipa es que deberá enfrentarse a Bane (Tom Hardy), un terrorista despiadado y astuto que está a la cabeza de un furioso ejército impulsado por el rencor hacia la clase social alta y que tiene como propósito llevar a cabo una “revolución” ligada a catastróficas consecuencias.

Lo que queda claro cuando empezamos a ver The Dark Knight Rises es que los días de gloria del superhéroe han quedado atrás. Estamos ante una cinta que nos muestra al tan querido personaje en su peor estado y muy por debajo de su principal adversario. Para poder superarlo, deberá volver a entrenarse durante prácticamente la mitad de la película, que cuenta con casi 3 horas de metraje. Al mismo tiempo, Nolan nos presenta un gran repertorio de personajes nuevos (no tan necesarios) que se unen al elenco de caras conocidas. Vuelven las figuras paternas de Bruce Wayne –su mayordomo Alfred (Michael Caine), el comisionado Gordon (Gary Oldman) y Lucious Fox (Morgan Freeman)–, aunque su importancia en la cinta no es tan predominante como en las entregas anteriores. Los personajes nuevos incluyen, entre otros, a Miranda Tate (Marion Cotillard), una empresaria naturalista que tiene más secretos que billetes y que se verá involucrada románticamente con el protagonista, y al policía John Blake (Joseph Gordon-Levitt), un personaje que comparte ciertas similitudes con Bruce Wayne y que posee los mismos valores morales que Gordon. Si bien su implicancia no es evidente hasta el final de la cinta, los personajes nuevos de The Dark Knight Rises (incluso los villanos) parecen carentes de desarrollo y de motivos originales, lamentablemente.

Bane, por ejemplo, es una fuerza bruta que literalmente rompe a Batman en dos. Está concebido como un personaje con mucha astucia y seguridad en sí mismo, que induce el miedo que se propone con su aspecto pero no con los cuestionables ideales que los guionistas le han atribuido. De entrada, el espectador asume cuál será su veredicto durante el acto final. Y esto me lleva a describir uno de los defectos de la película: su trama es predecible. ¿Por qué? Por la naturaleza del villano de turno. El Guasón de Heath Ledger de la segunda parte es un adversario temible por su capacidad de corrupción mental, un terrorista que actúa por inercia sin ningún tipo de interés político. Dejando de lado su carisma, es su perversión psicológica lo que lo hace interesante. Su inestabilidad mental lo hace impredecible y logra que nos mantengamos aferrados a nuestro asiento, simplemente porque no sabemos qué carta esconde en la manga. Bane, en cambio, tiene la intención de tomar Ciudad Gótica, inducirles falsas esperanzas a sus ciudadanos, y finalmente destruirla. Su motivo es concluir con la labor iniciada por La Liga de las Sombras de Ra’s Al Ghul en la primera película. Y al fin y al cabo, Bane termina siendo un personaje que es malvado porque sí. Como si fuera poco, Nolan lo dibuja con acciones trilladas como lo es la de tener la intención de detonar una bomba nuclear que hará desaparecer la ciudad del mapa. Es por esto que desde un principio el espectador puede anticipar que Batman, de alguna manera, evitará que esto suceda y salvará el día. Por supuesto, es lo que los fanáticos quieren, pero en definitiva, esta tercera y última parte no es más que una lucha entre el bien y el mal, a diferencia de la segunda, que además presentaba una mirada profunda hacia la mente de un psicópata.

Asimismo, el personaje de Selina Kyle (mejor conocida como Gatúbela, aunque este nombre nunca se menciona en la película) también deja mucho que desear. Nuevamente, no es víctima de su aspecto o de sus habilidades, sino de sus motivos, al igual que Bane. Es evidente que Nolan ha optado por tratar al personaje alegóricamente con ciertas características comúnmente atribuidas a las de un gato, pues es una ladrona desleal y egoísta, impulsada únicamente por motivaciones personales. Ese no es el problema. El asunto reside en que su implicancia en la historia resulta forzada. Y nuevamente, a medida que avanza la historia, nos enteramos que apoya la causa de Bane porque sí, e incluso que hacia el final ha desarrollado ciertos afectos hacia la persona de Bruce Wayne, también porque sí (aún teniendo en cuenta que algunas escenas al principio de la película hacen que el espectador se pregunte cuál es su verdadera orientación sexual). No estoy diciendo que el rumbo que Nolan toma con sus personajes sea discutible o poco interesante; lo criticable es que Nolan haya tomado decisiones tan pretenciosas para abarcar la mayor posibilidad de eventos y personajes posibles en su película, sin detenerse a elaborar justificaciones creíbles para cada uno de ellos.

Esto también se ve en algunas de las temáticas que Nolan incluye en su película, que también dan de qué hablar. Claramente, se ven reflejadas ciertas posturas políticas hacia el capitalismo y la revolución social. Sin embargo, por momentos, Nolan se reserva una opinión explícita e intenta permanecer ambiguo, lo cual puede llevar al espectador a elaborar distintas interpretaciones, dependiendo de su nacionalidad. Al principio, Nolan nos muestra a Bane reclutando a la clase social baja y a los indigentes para formar un ejército y así, poder atacar y saquear los hogares de la clase social alta o tomar la Bolsa de Valores de Ciudad Gótica, exhibiendo claros mensajes anti-capitalistas. Pero luego, es Batman, o mejor dicho, Bruce Wayne, un multimillonario que ha sido víctima de los ataques de Bane y que ha sido privado de su dinero, quien reestablece el orden. Otra cuestión que es criticable en el guión escrito por David S. Goyer, Jonathan y Christopher Nolan es que éstos se refieren a las acciones de Bane como actos revolucionarios, en contra de un sistema que produce diferencias sociales. Lo falible de esta aserción es que asocian el término ‘revolución’ con el terrorismo, la opresión y la violencia. Así, desde un punto de vista internacional, lo que la película refleja claramente es el miedo del Estado estadounidense a que una fuerza conformada por un pueblo disconforme se alce contra su corazón capitalista. Bane es una alegoría a este hecho, y lo confirman sus actos simbólicos de devastar la economía estadounidense en nombre del pueblo, aunque Nolan luego plantea que sus verdaderas intenciones son las de destruirlo junto con la ciudad que habitan. Su concepto de revolución no queda del todo claro cuando pone a la cabeza de esta organización a un criminal capaz de manipular a las masas de los proletariados y los desamparados. Lo que sí queda claro es que Nolan utiliza a Batman, un simbólico justiciero callejero, para poner las cosas en orden y deshacerse de la amenaza que un arquetipo como Bane significaría para el país natal del director (no en vano nos obliga a escuchar el himno nacional estadounidense entero antes de una escena que retrata un atentado, y no en vano Ciudad Gótica está más parecida a Manhattan que nunca).

Una cuestión que sí es muy interesante y valiosa en The Dark Knight Rises es la mirada que los escritores hacen hacia la esperanza, un sentimiento que ha permanecido latente en toda la trilogía de Batman. En la primera película, Bruce Wayne crea a Batman con el propósito de concebir un símbolo de esperanza para aquellos que se sienten traicionados por la justicia. En la segunda, la moraleja era que a veces una pequeña mentira noble que inspire esperanza es más significativa que la verdad, por más terrible que sea. En la tercera, Nolan y compañía se dedican a contradecir esa idea poco ortodoxa, ya que vemos en los personajes de Bruce Wayne y el comisionado Gordon cuánto les pesa la mentira que han creado al final de la secuela anterior. Este “noble sacrificio” de la verdad termina jugándoles en contra cuando la fuerza de Bane explota desde debajo de la ciudad desmintiendo los falsos hechos. Y Batman se verá forzado a transitar un riguroso y doloroso camino para volver a ser el símbolo de esperanza y justicia que siempre quiso ser.

Durante la parte intermedia de la película, Bane lleva a Bruce Wayne a una prisión remota, ubicada en algún lugar que se parece bastante a Medio Oriente. Bane explica que el arma más poderosa de la prisión es la falsa esperanza, pues se trata de un gigantesco calabozo cilíndrico subterráneo con una gran apertura arriba que deja pasar la luz solar. Los prisioneros, impulsados por esa libertad casi palpable, han intentado escapar escalando las paredes por años, pero casi nadie lo ha logrado. El mensaje que nos brinda Nolan es que la esperanza a veces puede ser muy venenosa y usada en nuestra contra para corromper nuestras almas. Nos hace formularnos las siguientes preguntas: ¿es la esperanza lo que nos mata? ¿Aceptar nuestro destino hace que nuestra existencia sea menos torturadora? El regreso de Batman expresa la respuesta.

Dejando de lado las temáticas de la película, The Dark Knight Rises cumple con lo que promete. Es una emocionante cinta de acción llena de adrenalina que entretiene de principio a fin. Nolan debería estar orgulloso de su equipo técnico, pues logran maravillas. Se destaca la fotografía de Wally Pfister cuyos tintes grises y azulados anuncian el cataclismo que se avecina, un final que tal vez le robe alguna que otra lágrima al fanático de corazón de la serie. Es considerable señalar que, hacia el final de la cinta, veremos a Batman a plena luz del día, algo no muy usual en la serie, pero una jugada interesante e inesperada por parte de los realizadores. Los nuevos ‘chiches’ de Batman dan de qué hablar también. La película está colmada de escenas de acción que involucran persecuciones con el Batpod (al que la mismísima Hathaway le hace chillar las ruedas) y con un nuevo vehículo aéreo al que adecuadamente se refieren como El Murciélago.

En cuanto a las capacidades de los actores, tengo opiniones variadas. Christian Bale le pone alma y cuerpo a su personaje, y ofrece aquí su mejor actuación en toda la trilogía. A Michael Caine y a Gary Oldman se les notan cada vez más arrugas, pero también demuestran que su talento mejora con los años y nos recuerdan que se lo deben a su vasta experiencia en el ámbito, que siempre vale la pena re-visitar. Y Anne Hathaway se luce con su ágil sensualidad, aunque lamentablemente su personaje sea víctima de la pretenciosa ambición de Nolan. Tom Hardy, por otro lado, se las ingenia para dar lo mejor de sí para representar a Bane, pero termina siendo una interpretación artificial. Dado que durante toda la película lleva una máscara que le cubre casi toda la cara, se ve obligado a utilizar mucho lenguaje corporal. Su voz, lamentablemente, ha sido alterada significantemente en post-producción, reduciendo muchísimo sus capacidades como actor y en definitiva, Bane termina siendo un Hannibal Lecter con la voz de Darth Vader; un desperdicio de un actor prometedor. Lo mismo se podría decir de Morgan Freeman y Marion Cotillard, cuyos personajes están metidos a la fuerza en la historia. La sorpresa quizás sea Joseph Gordon-Levitt como el intuitivo y heroico oficial John Blake, aunque su actuación recuerda mucho a su participación en Inception (2010).

En definitiva, The Dark Knight Rises no llega a alcanzar a la casi-perfecta The Dark Knight (se podía anticipar que iba a ser muy difícil superarla). Introduce  ciertas temáticas que son cuestionables, algunos de sus personajes carecen de desarrollo o de motivaciones más claras, y contiene eventos o vueltas de tuercas que pueden ser apreciados mejor si el espectador es un aficionado de los cómics. No obstante, es un filme que pone a prueba a las demás películas de superhéroes que se estrenan cada año. A diferencia de la mayoría de ellas, la trilogía de Batman ha demostrado que este tipo de películas pueden soportar una considerable carga emocional y un guión desarrollado con astucia. Su fuerte no son los efectos visuales, ni los efectos de sonido. Al contrario, Christopher Nolan ha redefinido el género. Lo que ha logrado con Batman y con Bruce Wayne desde Batman Begins (2005) en adelante no tiene igual, y la conclusión de esta historia es inevitable porque simplemente no quedan recursos que explotar. Ha colocado a Batman en un pedestal muy elevado, que será muy difícil de alcanzar por aquellos que en el futuro intenten realizar una nueva adaptación de este tan querido justiciero.

JMLangdon



Ficha Técnica:
Dirigida por Christopher Nolan
Guión por Jonathan Nolan y Christopher Nolan
Historia por Christopher Nolan y David S. Goyer
Basada en los personajes de DC Comics creados por Bob Kane
Producida por Emma Thomas, Christopher Nolan y Charles Roven
Productores ejecutivos: Benjamín Melniker, Michael E. Uslan, Kevin De La Noy y Thomas Tull
Director de fotografía: Wally Pfister
Diseño de producción: Nathan Crowley y Kevin Kavanaugh
Editada por Lee Smith
Música compuesta por Hans Zimmer
Diseño de vestuario: Lindy Hemming

Protagonizada por Christian Bale (Bruce Wayne/Batman), Michael Caine (Alfred Pennyworth), Gary Oldman (Comisionado James Gordon), Anne Hathaway (Selina Kyle), Tom Hardy (Bane), Marion Cotillard (Miranda Tate), Joseph Gordon-Levitt (John Blake) y Morgan Freeman (Lucius Fox)

Año de estreno: 2012

lunes, 16 de julio de 2012

PROMETHEUS


La siguiente reseña contiene spoilers.
Con Prometheus, el aclamado director Ridley Scott regresa al universo de la ciencia ficción. A finales del ’70 y comienzos del ’80, sus contribuciones al género ayudarían a definirlo como un director influyente y popular gracias a su trascendental estilo visual atmosférico y lleno de detalles. Tanto Alien (1979) como Blade Runner (1982) son consideradas dos íconos del cine de ciencia ficción, y fue por este motivo que cuando el realizador anunció que iba a estar a cargo de la pseudo-precuela de Alien, la expectativa fue colosal.

Alien es conocida mundialmente por su receta que mezcla el terror con la ciencia ficción. Su destacado trabajo artístico y visual (cosa que hoy en día no es tan común) aún sigue inspirando elogios. Asimismo, el filme no solo ha catapultado la realización de un sinfín de imitaciones poco exitosas, sino también una cadena de secuelas (y un par de cruces con otro ‘depredador’ extraterrestre, de los que mejor me guardo los comentarios) que fueron disminuyendo en calidad a medida que se estrenaban. Con estos antecedentes, no fue sorpresa que los fanáticos esperaran con tanto entusiasmo el regreso de Scott a la franquicia con el propósito de arreglar un poco las cosas. El resultado final fue una obra de arte visual que saca provecho de todo recurso disponible para crear un universo nuevo y seductor lleno de innovadoras ideas. Sin embargo, a pesar de ser una película con muchísimo potencial, aquellos que buscaban respuestas sobre el misterioso origen y propósito de los babosos Xenomorfos salieron de las salas algo desilusionados, pues Prometheus genera más preguntas que respuestas. ¿Esto es bueno o malo? Tal vez dependa del punto de vista…

A mi parecer, la primera gran pregunta que al espectador le viene a la mente es: ¿será tan buena como la original? No obstante, creo que lo que deberían preguntarse es: ¿debo compararla con la original? Si bien tanto Alien como Prometheus se desarrollan en el mismo universo ficticio, son películas muy distintas. ¿Qué es lo que las conecta entonces? Lo que propulsó la realización de Prometheus fue el hecho de no saber mucho sobre la naturaleza de los acontecimientos de Alien: el origen de esa nave abandonada en ruinas, el propósito de esa especie alienígena tan hostil, las intenciones de ese gigantesco ente fosilizado en su silla con el pecho reventado. De esta manera, Prometheus prometía aclarar dudas. ¿Lo logra? Sí, pero de manera implícita. Ni bien comienza, podemos anticipar que la historia de Prometheus no está directamente relacionada con la de Alien. Al contrario, el propósito de su guión es explotar una hipótesis mítica sobre el origen de la vida en la Tierra (al fin y al cabo, es ciencia ficción).

La película comienza con un atrapante prólogo en el que vemos majestuosos paisajes en bruto. La bellísima e impactante escena fue filmada en Islandia, por lo que resulta increíble que lugares así (que parecen de otro mundo) existan en nuestro propio planeta. Lentamente, la cámara se desliza sobre montañas, lagos y ríos hasta llegar a una cascada, junto a la que un musculoso humanoide se sacrifica bebiendo un líquido negro que hace que su cuerpo se desintegre. Así, sus partículas y ADN caen al agua, dando origen a la vida. Cabe recalcar que en ningún momento se hace alusión a que este lugar sea en verdad la Tierra. Este es un hecho que queda a la interpretación del espectador, y con este punto de partida, podemos anticipar que Prometheus es una película que nos va a hacer pensar un rato para poder entenderla.

Año 2089…

Elizabeth Shaw (interpretada por Noomi Rapace, conocida casi mundialmente por encarnar a Lisbeth Salander en las adaptaciones suecas de la serie de Millenium) es una arqueóloga con fuertes creencias religiosas que, junto a su colega y pareja Charlie Holloway (Logan Marshall-Green), descubre en una caverna en la Isla de Skye, Escocia, un pictograma que muestra a una antigua civilización venerando a unos humanoides que apuntan hacia una constelación. El hallazgo de similares pinturas rupestres en distintos sectores del mundo lleva a los científicos a buscar financiamiento para una expedición hacia los confines del universo en busca de respuestas sobre el origen de nuestra existencia. ‘Es una invitación’ dice Shaw, quien sostiene que ha sido citada para conocer a sus creadores porque ‘elije creerlo’. Y esto pone en marcha la historia de aventuras y revelaciones que veremos a continuación y que nos dejará boquiabiertos con su magnífica escenografía.

Pero antes de adentrarnos de lleno en la historia, considero necesario explayar cierta información primordial para poder apreciarla mejor:

El título del filme hace referencia a Prometeo, el juicioso titán griego que creó a los hombres y que desafió a los dioses del Olimpo cuando les otorgó a los mortales la posibilidad de crear fuego. Según la mitología, como castigo, el gran Dios Zeus hizo encadenar a Prometeo a una columna en las montañas, donde un águila voraz le devoraba el hígado una y otra vez, pues este volvía a regenerarse todas las noches. Asimismo, para condenar a la raza humana, Zeus hizo crear a Pandora, una mujer hermosa y descuidada que sedujo a Epimeteo, el hermano de Prometeo, y que encontró una caja que Prometeo guardaba en secreto; una caja que debía permanecer cerrada ante cualquier circunstancia. La curiosidad e ineptitud de Pandora la llevó a abrirla, desencadenando males tales como la Vejez, la Enfermedad, la Locura, el Vicio y el Hambre que consumieron a los hombres. Sin embargo, la Esperanza Vana (esa ilusión infusa de un futuro mejor), que también salió de la caja, evitó que los mortales se quitaran la vida.

Al terminar de ver la película, son evidentes las similitudes que hay entre este maravilloso mito y el guión escrito por Jon Spaihts y Damon Lindelof, que además trata sobre cuestiones existenciales, sociales y religiosas.

¿Cuál es el propósito de inspirar una historia de ciencia ficción en un mito griego? Además de que simplemente es una idea genial, el hecho de que los pilares de la historia sean mitológicos le permite a los guionistas tomarse ciertas libertades. Si hay algo que las antiguas civilizaciones tienen en común, es la creencia de que nuestro origen se debe a una entidad que excede la raza humana. Los guionistas explotan este recurso, sustentándolo con las extrañas figuras que suelen aparecer en verdaderas pinturas rupestres descubiertas en la actualidad. Spaiths y Lindelof sacan provecho de la obsesión humana por creer que le debemos nuestra existencia a seres superiores (sean provenientes de otros mundos o no), formulando un guión que intenta responder preguntas grandilocuentes, pero sin ser pretencioso.

Una cuestión que acerca aún más la historia a la mitología griega es el hecho de que el Dios Zeus desprecia al hombre. Esto se ve reflejado en el arrepentimiento de la creación de la raza humana por parte de esos enigmáticos humanoides, a quienes los científicos se refieren como “Ingenieros”. ¿Se podría asumir entonces que dichos Ingenieros son como Dioses? Metafóricamente, tal vez. Nuevamente, depende del punto de vista del espectador…

Lo que vincula el sacrificio del Ingeniero al principio de la película con la religión es el impacto que este hecho le provoca a Shaw, una cristiana noble, ya que contradice la creencia de que los humanos somos el resultado de las hazañas de una entidad divina e inmortal. Es así como ella se ve inmersa en un conflicto espiritual en el que las respuestas con las que se encuentra desmienten las enseñanzas religiosas de toda su vida. Sin embargo, es un personaje fuerte que, a pesar de las circunstancias, opta por seguir yendo más allá, tal vez motivada por esa Esperanza Vana, en busca de hacer contacto con una razón celestial, preguntándose: ‘si esos Ingenieros nos crearon a nosotros, ¿quién los creó a ellos, entonces?’

Así es como Shaw se embarca en una nave interestelar (denominada Prometheus), que la trasladará junto a un equipo de expertos hacia LV-223, una luna distante que pertenece a una galaxia muy lejana. Desafortunadamente, y como es de esperar, sus hallazgos los pondrán en contacto con algunas formas de vida (algunas microscópicas, otras no) con intenciones poco agradables, y se verán en camino hacia un conflicto en el que el destino de la Tierra se verá en juego.

A bordo de la Prometheus conoceremos a otros personajes que cabe destacar. Entre ellos se encuentran la fría y sospechosa Meredith Vickers (Charlize Theron), representante ejecutiva de la Corporación Weyland que financia la expedición, y al androide David (Michael Fassbender). Ambos personajes representan signos de interrogación durante todo el metraje, pues es evidente que su omnipresencia se debe a intereses personales de beneficio, aunque nunca son del todo explicados. Asimismo, son personajes que comparten ciertas guerras internas. Vickers es la hija biológica de Peter Weyland (interpretado por Guy Pearce, envejecido con una tonelada de maquillaje), el fundador de la corporación, y David es creación de Weyland. En cierta manera, eso los hace hermanos figurativos. Por su lado, Weyland aprecia a David refiriéndose a él como ‘el hijo que nunca tuvo’ y margina a Vickers. Esto genera cierta tensión entre ambos personajes, que en numerosas escenas parecen estar compitiendo como niños por ser el primero en enorgullecer a su padre. Al mismo tiempo, Vickers se ve a sí misma luchando por su reconocimiento y respeto como mujer dentro de un mundo capitalista liderado por el machismo y como hija de un padre egoísta. Esto la lleva a desarrollar actitudes soberbias, casi inexpresivas, que hacen que los demás miembros de la tripulación la confundan irónicamente con un androide, lo cual ella desprecia debido a la relación entre David y su padre.

David, por otro lado, probablemente sea el personaje más interesante de toda la película. Es una persona artificial que ya se encuentra entre sus creadores, los humanos, mientras éstos están en busca de los suyos. En David se ven reflejados numerosos conflictos de existencialismo y propósito (¿soñará con ovejas eléctricas?). Los motivos de su existencia cumplen los requisitos de su creador, Weyland, quien le ordena que busque respuestas. Por lo tanto, su curiosidad y necesidad por saber son comportamientos programados. Sin embargo, a lo largo de la película, David desarrolla ciertos rencores hacia la raza humana. Actúa con celos y arrogancia, ya que considera que su conocimiento es más amplio que el de los humanos, y eso le da superioridad. Como si se tratara de un Pinocho moderno, su anhelo es el de llenar su vacío interno con un alma, con emociones auténticas e, incluso, con la posibilidad de poder desarrollar creencias religiosas (en una escena, por ejemplo, lo vemos tomar y guardarse el crucifijo de Shaw). Asimismo, David es un símbolo en la historia. Como es un androide que ha sido creado por el hombre para obrar acorde a las necesidades del hombre, representa el ridículo sueño de estar al control de todo. Mientras Weyland representa al soñador, David es el control en sí. El mensaje de Scott es claro: la obsesión del hombre por controlarlo todo está ligada a su bienestar y supervivencia. Esta hipótesis puede ser sustentada con el hecho de que el deseo supremo de Weyland es el de ser inmortal, como lo es David, irónicamente. Indiscutiblemente, esa ilusión de control siempre seguirá siendo una ilusión, pues hacia el final de la película Weyland, por su deseo de estar a la altura de los Dioses, obtendrá su castigo.

El resto de los personajes de Prometheus son superficiales. Este tal vez sea uno de los defectos de la película, pues su ritmo acelerado evita que los demás personajes puedan desarrollarse lo suficiente como para que nos amiguemos con ellos. Tanto Holloway como el Capitán Janek (Idris Elba) son personajes de los que se podría prescindir tranquilamente si no influenciaran en algunos acontecimientos de la historia. Es evidente que el guión original exigía un metraje más prolongado, y que Scott ha tenido que sacrificar numerosas escenas para que su filme no excediera las dos horas (sin embargo, el director ha anunciado que el lanzamiento en DVD incluirá una versión extendida de la película).

La llegada a LV-223 es sin duda uno de los mejores momentos de la película, en el que Scott opta por utilizar tomas con gran alcance. Si bien en Alien abundaban los espacios cerrados para lograr una sensación de claustrofobia, Prometheus está colmada de amplios paisajes. La mayoría de las escenas importantes se desarrollan en espacios abiertos o en interiores gigantescos. Esto refuerza la idea de que Prometheus fue concebida como una película que se vale por sí misma y que no depende de sus predecesoras. Con Prometheus, Scott no pretende generar temor, sino asombro, cosa que logra con efectividad.

Su equipo técnico de profesionales da lo mejor de sí y contribuye significantemente a lograr que el espectador se sienta inmerso en este mundo desconocido y maravilloso. La escenografía a cargo de Arthur Max (con quien Scott ha trabajado en numerosas ocasiones) es simplemente magistral. Si bien algunos escenarios se asemejan considerablemente a los de Alien, Max y compañía se toman su tiempo para la creación de elaborados paisajes, templos y cavernas. El diseño de la sofisticada tecnología que utilizan los científicos durante su investigación también es un punto a favor. Los vehículos, los trajes, las consolas con hologramas, los escáneres ó ‘cachorros’… Todos los objetos tecnológicos constan de diseños originales y bellísimos, y simples a la vez, que contrastan con las estructuras y escenarios rupestres que los protagonistas investigan durante gran parte del metraje. Este contraste contribuye muchísimo al excelente aspecto visual y artístico de la película, y simboliza el viaje al pasado que los personajes deben llevar a cabo para hallar las respuestas a sus preguntas.

Las criaturas con las que se topan también son dignas de mencionar, y probablemente sean el vínculo más directo con Alien. Si bien contienen el ADN de los diseños originales de H.R. Giger, los diseñadores Neal Scanlan y Conor O’Sullivan han optado por concebir criaturas pálidas, como si aún estuviesen en estado embrionario. Es evidente que también han buscado inspiración en algunas formas de vida acuáticas, haciendo referencia a la teoría evolutiva sobre el origen de la vida en el agua.

En cuanto a las actuaciones de la película, Fassbender es quien claramente sobresale. El actor genera una sensación de incertidumbre y desconfianza hacia su personaje, pero al mismo tiempo su cara de tipo bueno contradice dicha impresión. A Theron se la ve cómoda en su personaje, pues ya ha interpretado a arpías insensibles en el pasado. Y Rapace vuelve a demostrar que tiene el potencial para convertirse en una de las mejores actrices contemporáneas. Interpreta a su personaje con convicción, permitiéndonos palpar sus dolores tanto internos como físicos.

Como es de esperar en una película de Ridley Scott, los personajes femeninos son mujeres fuertes y territoriales. Mientras Vickers se hace notar con su hostilidad, Shaw se destaca por su sensibilidad. Es una mujer que sufre durante gran parte de la película. La vemos enfrentar la pérdida de algunos seres queridos y es la protagonista del aborto por cesárea más perturbador en la historia del cine (probablemente, una de las escenas más memorables del filme). Sin embargo, su formidable fortaleza espiritual la impulsa a seguir adelante en su búsqueda por una respuesta, por su necesidad de saber.

La película presenta algunas incongruencias o algunos diálogos y personajes con clichés, pero nunca deja de ser un sorprendente e innovador filme de aventuras, suspenso y ciencia ficción que ocupa un merecido lugar entre lo mejor que ha producido el talentoso director británico de 74 años. Sus dos horas de duración se pasan volando, desarrollando un atrapante precalentamiento en el que diversas situaciones comienzan a empeorar progresivamente hasta alcanzar un clímax de proporciones épicas y catastróficas.

En conclusión, es una cinta que merece muchísima atención para poder disfrutarla en plenitud. Prometheus se destaca por generar interrogantes que obligan al espectador a formular preguntas y posibles respuestas e hipótesis con su propia imaginación: ¿Por qué esos Ingenieros se arrepienten tanto de habernos creado? ¿David quiere ser un humano, en verdad? ¿Qué es lo que nos hace humanos? Sin duda, es una película que toca temas delicados, pero que mantiene su ambigüedad en todo momento, para que nosotros interpretemos lo que queramos. En mi opinión, también es un ejercicio interesante observarla con el mito griego de Prometeo en mente. Así, descubrirán que Prometheus está plagada de simbolismos y metáforas, de conflictos entre personajes y existenciales. No sería sorpresa que en unos cuantos años, Prometheus sea considerada una película de culto de la envergadura de Alien o Blade Runner.

JMLangdon


Ficha Técnica:
Dirigida por Ridley Scott
Escrita por Jon Spaihts y Damon Lindelof
Producida por Ridley Scott, David Giler y Walter Hill
Productores ejecutivos: Michael Costigan, Mark Huffam, Michael Ellenberg y Damon Lindelof
Director de fotografía: Dariusz Wolski
Diseño de producción: Arthur Max
Editada por Pietro Scalia
Música compuesta por Marc Streitenfeld
Diseño de vestuario: Janty Yates
Protagonizada por Noomi Rapace (Elizabeth Shaw), Michael Fassbender (David), Guy Pearce (Peter Weyland), Idris Elba (Janek), Logan Marshall-Green (Charlie Holloway) y Charlize Theron (Meredith Vickers)


Recomendaciones:
Si bien Prometheus es una película que se sostiene con sus propios cimientos y puede ser disfrutada por sí sola, no está de más visitar un poco el universo de los Xenomorfos y ver la saga completa de Alien (los cruces con el Depredador los pueden dejar de lado). En cuanto a la temática de los androides, les recomiendo A.I.: Artificial Intelligence (2001), de Steven Spielberg, y por supuesto Blade Runner. Si les interesa indagar un poco más sobre el origen ficticio de la robótica, son de lectura obligatoria las obras primas ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) de Philip K. Dick (que inspiró la realización de Blade Runner) y Yo, Robot (1950) de Isaac Asimov.