lunes, 18 de junio de 2012

ALIEN

La siguiente reseña contiene spoilers.
“¿Cómo logro asustar a una audiencia?”
Pareciera que esa cuestión motivó al guionista Dan O’Bannon para escribir una historia de terror que se desarrollaría en el espacio y que tendría a un alienígena hambriento de muerte como principal amenaza. Era el final de la década del ’70, y la pantalla grande estaba colmándose de películas futuristas sobre viajes interestelares. Pero a O’Bannon no le interesaban las luchas con sables lásers ni los intrépidos viajes hacia la última frontera del espacio en busca de lo desconocido. O’Bannon tenía la intención de desarrollar un guión con realismo dentro del marco de la ciencia ficción. Necesitaría la ayuda de otro guionista, Ronald Shusett, y de un gran número de artistas para alcanzar esa meta. Y así, nació Alien.

Considerada mundialmente como una de las películas más influyentes en el género terror y ciencia ficción del día de hoy, Alien relata la historia de un grupo de trabajadores espaciales a bordo de la nave de transporte comercial USCSS Nostromo. Su viaje de regreso a la Tierra se ve interrumpido cuando reciben una transmisión de origen desconocido que proviene de un planetoide perdido. Al aterrizar con el propósito de averiguar la procedencia de la señal, los tripulantes se encuentran con una hostil raza alienígena que los dejará atrapados en una pesadilla interminable.

La persona a cargo de semejante proyecto sería Ridley Scott, un director que sólo contaba con The Duelists (1977) en su currículum y que probaría su capacidad para llevar a cabo películas épicas de gran envergadura y repercusión. Scott estaba respaldado por un estudio que elogiaba sus innovadoras ideas visuales y, lo más importante, que estaba dispuesto a financiarlas. Para concebir el aspecto de la criatura estelar del filme, Scott y compañía se pondrían en contacto con H.R. Giger, un pintor y escultor suizo conocido por crear imágenes surrealistas y perturbadoras con temáticas sexuales y fetichistas. Luego de observar la ilustración Necromon IV de Giger (a la derecha, arriba) los realizadores se convencieron de que el estilo del artista representaría con eficacia el efecto que querían lograr con el antagonista en cuestión.

Entonces, poco a poco Alien fue tomando forma hasta convertirse en una trascendental obra de arte que, aún el día de hoy, impresiona con su exótica escenografía y diseño, y que muchos han descrito como una película escalofriante y bellísima al mismo tiempo.

El propósito de Alien es jugar con nuestros miedos más íntimos.

La película comienza mostrándonos a la Nostromo viajando lentamente por el espacio, en medio de la nada. Utilizando extensas tomas, Scott nos lleva por los angostos y extraños pasadizos metálicos de la nave hacia su corazón, donde yacen siete enigmáticas cápsulas cerradas, que se abren de pronto. La música se intensifica y nuestras palpitaciones se aceleran, pero nos tranquilizamos cuando vemos que en su interior formas humanas comienzan a despertarse somnolientas. Ya han pasado más de 5 minutos de metraje en los que hemos presenciado lugares extraños e incómodos, y que sirven para recordarnos cuánto le tememos a aquello que desconocemos. Este inquietante prólogo pone al espectador en alerta y lo prepara para lo que vendrá a continuación.

Así como es parte de nuestra naturaleza temerle a algo que nos resulta desconocido, también nos sentimos invadidos y seducidos por un sentimiento de curiosidad, que nos impide cerrar los ojos. Alien nos hará ver cosas horrorosas y perturbadoras que volverán a visitarnos en sus sueños; sin embargo, una vez que comencemos a verla, no podremos quitarle la mirada ni por un segundo.

Scott demuestra su astucia a la hora de ocultarnos sus criaturas, que se mimetizan con el ambiente que las rodea como si fuesen camaleones. Nos hace sentir su presencia, pero no la vemos hasta que se mueve y se lanza sobre su víctima, como un depredador al acecho. Alien nos va a hacer gritar.

Luego del prólogo, los siete personajes humanos son introducidos. Tenemos al capitán Dallas (Tom Skerrit), al oficial ejecutivo Kane (John Hurt), a la suboficial Ellen Ripley (Sigourney Weaver), a la navegadora Lambert (Veronica Cartwright), al enigmático científico Ash (Ian Holm) y a los ingenieros Parker (Yaphet Kotto) y Brett (Harry Dean Stanton). Una de las cualidades de la película que más llama la atención es el hecho de no saber al principio quién es el protagonista. Por lo tanto, resulta casi imposible anticipar quién sobrevivirá o quién morirá. Esto ayuda a crear una sensación de desconfianza e inseguridad, que permanece latente durante todo la película.

¿Qué particularidad tienen estos siete personajes? No se trata de heroicos y habilidosos astronautas, ni de modelitos carilindos. Son personas comunes y corrientes, de mediana edad; trabajadores prescindibles que han sido enviados a los confines del universo por salarios reducidos (aparentemente, la clase obrera va a existir eternamente). El espectador se puede identificar con los personajes, crear vínculos con ellos, reír cuando ríen y temer cuando temen. Scott logra hacernos sentir parte de este grupo solitario y, por ende, que los acompañemos en su viaje por la oscuridad del espacio.

Lo que también nos ayuda a amigarnos con estos personajes es el hecho de que despiertan de su hiper-sueño con el mismo sentimiento de incertidumbre que tenemos nosotros cuando empezamos a ver la película. Los tripulantes se percatan que están a mitad de camino hacia la Tierra, en un sector de la galaxia lejos de nuestro Sistema Solar. El ordenador central de inteligencia artificial de la nave, al que ellos se refieren como "Madre" (el número de serie de la computadora es MU/TH/UR 6000), ha cambiado el rumbo y los ha despertado a propósito para que cumplan el deber de responder a la transmisión que ha recibido. Aunque dudan si es una señal de socorro o de advertencia, los niños deben hacerle caso a su "madre" y aterrizar en este planetoide de tempestuosos paisajes con formaciones rocosas extravagantes. Dallas, Kane y Lambert bajan a la superficie a investigar y descubren que la señal proviene de una nave espacial alienígena que aparentemente se ha estrellado hace mucho tiempo. Al aventurarse en su interior, se encuentran con los restos fosilizados de un ente y con una gigantesca cámara que alberga cientos de extraños huevos. Al inspeccionar uno de ellos, Kane es atacado por una alimaña y llevado urgentemente de vuelta a la Nostromo.

Esta secuencia es simplemente sensacional. Considerando que la película data de 1979, la filmación, la fotografía, la música y la escenografía hacen que esta escena parezca ser parte de una película mucho más moderna. Se destaca la creatividad de Giger a la hora de diseñar el interior de la nave alienígena con complejas características orgánicas que, combinadas con una iluminación limitada, dan la impresión de que los personajes están caminando dentro de los órganos de algún ser viviente. La escena genera una incomodidad persistente, pero a la vez es una de las más maravillosas y memorables de toda la película. A medida que Kane se interna más y más en la cámara de los huevos, el espectador presiente que algo malo está por suceder. Cabe destacar la predominancia del silencio en esta escena. Cuando el ser humano siente miedo, se pone en alerta y agudiza sus sentidos. Por este motivo, Scott opta por utilizar efectos de sonido apenas audibles: los suaves pasos de los astronautas, o el leve aullido de una ventisca que recorre los pasadizos. La música de Jerry Goldsmith contribuye a crear esta sensación de misterio dirigiendo una orquesta que produce ruidos peculiarmente alarmantes y suaves.

Aquellos que sufren de aracnofobia verán sus peores pesadillas volverse realidad cuando una veloz criatura salta del interior de uno de los huevos y se lanza sobre la cara de Kane. El Abrazacaras (denominado Facehugger, en inglés) es un veloz organismo que tiene ocho patas largas y una cola. Es una horrible bestia muy parecida a un arácnido, cuyo propósito es el de colocar su larva en la víctima (que está en estado de coma) por medio de una probóscide que introduce en su boca. Aquí se hace evidente uno de los matices sexuales que contiene la película, pues se podría comparar el ataque del Abrazacaras con una violación homosexual oral masculina, lo cual lo hace más temible.

Kane es llevado urgentemente a la Nostromo con el bicho todavía adherido a su cara. Unas horas después descubren que el organismo se ha desprendido de su víctima y ha muerto. Kane, por otro lado, solo sufre una jaqueca. A esta altura de la película, la tensión desaparece por unos minutos, pues al ver que Kane está bien parece que la pesadilla ha concluido. Pero luego, durante la cena, los tripulantes de la nave observan horrorizados cómo el pecho de Kane explota violentamente y una nueva entidad nace de su interior.

Todo lo que le sucede al pobre Kane refleja el miedo colectivo a una violación sexual y al embarazo involuntario que implica. El hecho de que esto le suceda a un hombre retuerce aún más la situación, pues va en contra del orden natural de las cosas. El embarazo y el parto es algo que el hombre no comprende, porque jamás va a ser capaz de sentirlo en carne propia. Por otro lado, el Abrazacaras es un parásito que utiliza el cuerpo humano para propagar su especie. Una vez que ha introducido su semilla, ésta crece como una enfermedad terminal asintomática. Temáticas como éstas hacen que nuestro miedo por las criaturas sea mayor, ya que hemos sigo testigo del daño físico y mortal que son capaces de producirnos.

Luego de esta escena explícita, violenta y perturbadora, la ciencia ficción queda de lado y el filme se vuelca de lleno en el género terror. Lo que veremos a continuación nos mostrará al resto de los tripulantes hacer el intento de atrapar a esta criatura hostil que crece rápidamente hasta superar la altura de un hombre.

El diseño de este nuevo engendro tiene la firma de Giger bien escrita, pues presenta cualidades corporales que son tan truculentas y amenazantes como su obra. Resaltan las formas óseas y las figuras fálicas que abundan en su cuerpo; su prolongada cabeza es la más predominante. Al mismo tiempo, su silueta y movimientos son más bien femeninos, lo cual sugiere una especie de dicotomía en cuanto a su género. No se puede percibir si es masculino o femenino, y en variadas escenas su comportamiento trae a luz cuestiones sexuales relacionadas a la necrofilia. Giger optó también por privar de ojos a la criatura, dándole el aspecto de un animal que carece de emociones y remordimientos, motivado únicamente por sus necesidades alimentarias y reproductivas. Es un adversario impecable en su naturaleza que sobrepasa los esfuerzos de los indefensos humanos por reprimirlo.

Nuevamente, Scott demuestra su astucia durante las escalofriantes escenas en las que la bestia ataca, pues nunca la filma en su totalidad. Nuestra imaginación se encarga de concebir su aspecto en forma completa y, al tratarse de un engendro horroroso, inconscientemente llenamos los vacíos con las cualidades más aterradoras que se nos pueden ocurrir. Le tememos a aquello que sentimos que está acompañándonos en la oscuridad y que no podemos ver con claridad.

Otra cuestión que es interesante en Alien es la tecnología. Teniendo en cuenta que la película se realizó hace muchos años, los equipos que utilizan los personajes nos parecen totalmente obsoletos (y tal vez nos provoquen alguna que otra risita). Pero lo que quiero resaltar es el propósito que cumple la tecnología. Los humanos dependen plenamente de ella, hasta tal punto que irónica y metafóricamente se refieren a ella como “Madre”. La nave en la que habitan los mantiene vivos y a salvo del espacio exterior, pero recluidos al mismo tiempo junto a, nada más y nada menos, que un animal salvaje. Es evidente la inferioridad de los hombres a la hora de luchar mano a mano con esta bestia primitiva. La tecnología con la que siempre han contado para vivir les será inútil, pues se verán forzados a luchar por vivir en un ambiente artificial donde el instinto natural de supervivencia es lo esencial.

Esta dependencia de la tecnología se ve reflejada en los personajes, que hasta actúan siguiendo protocolos y órdenes como máquinas. Resulta interesantísimo señalar que irónicamente el personaje que se deja llevar por sus supuestas emociones y desobedece dichos protocolos es Ash, quién luego descubrimos que es un androide cuya misión en la nave es la de llevar esta nueva forma de vida extraterrestre sana y salva a la Tierra. De esta manera, los guionistas y Scott hablan sobre una compañía que para satisfacer sus intereses capitalistas explota la vida de los tripulantes de la Nostromo, a quienes consideran completamente prescindibles. Hablan también sobre la evolución humana y las consecuencias que provoca una vida sumisa a la tecnología como comodidad y no como herramienta. Dos llamados de atención muy evidentes en la película, y que hoy en día son asuntos notorios a nivel mundial.

A medida que avanza el filme, poco a poco el Xenomorfo (denominación técnica de la criatura que significa “forma extraña”) se irá deshaciendo de todos los personajes. Ripley es la última sobreviviente y por ende, la protagonista por descarte, cuya única alternativa es hacerle frente (literalmente cara a cara) a la amenaza. En su momento de estreno, fue una novedad que una película de este estilo cuente con una heroína, y fue por este motivo que recibió mucha apreciación por parte del público femenino, que resaltaba sus cuestiones feministas. Ripley rompe los estereotipados personajes femeninos comunes del género al ser una mujer con ingenio y carácter, capaz de afrontar sus miedos sin entrar en pánico.

Como ya he mencionado anteriormente, muchas son las fobias sobre las que trata la película: el miedo a lo desconocido, a lo que no podemos ver ni comprender, a la oscuridad, a la soledad, al daño físico, a la muerte. Cualquier espectador que mire Alien descubrirá que su psique estará siendo puesta a prueba y es muy probable que al menos un aspecto del filme lo aterrorice, pues la película explota nuestras miedos. Un gran número de escenas producen un insoportable sentimiento de claustrofobia. El escape de Ripley por los angostos pasillos la Nostromo hacia el final de la película es un gran ejemplo de esto, pues la escena está colmada de ruido, sirenas y humo. Es una larga secuencia que resulta verdaderamente estresante.

A esta altura, quizá el lector se pregunte qué es entonces lo que tiene Alien de bueno, si al fin y al cabo no hace otra cosa más que asustarnos e inquietarnos durante dos horas. ¿Por qué querría alguien someterse a una experiencia así? La respuesta es porque nos entretiene y lo disfrutamos. Claro está que el ser humano no disfruta del miedo real; no obstante, sentir miedo en condiciones controladas (como lo es ver una película) no se asemeja a una situación real. Por lo tanto, estar ante una escena terrorífica puede estimularnos positivamente y producirnos placer.

En definitiva, Alien es, en mi opinión, una película que todo el mundo debería ver. Fanático del cine de terror o no, el espectador verá reflejada en ella un viaje hacia sus miedos más internos. A mi parecer, también es interesante ver una película que ya data de 33 años y que aún nos impresiona. Su fuerte no es la mirada hacia el futuro desde la década del ’70, sino los recursos que utiliza para asustarnos. Es una película que se toma su tiempo y que se desarrolla a un ritmo lento (por ejemplo, el Xenomorfo no aparece hasta pasada una hora de metraje). Contradice a muchas películas del mismo género (poco exitosas) que se apresuran por mostrarnos a la criatura antagonista, que sirve como único recurso para asustarnos con sobresaltos respaldados por estruendosos efectos de sonido. Alien, en cambio, juega con nuestra mente y nos induce el temor a algo que no podemos ver; asimismo, deja que formulemos nuestras propias preguntas a medida que avanza: ¿Qué propósito cumple el ente fosilizado en su silla? ¿Quién ha colocado ahí esos extraños huevos? Éstas son preguntas que sólo serán respondidas por la imaginación del espectador. Pues Alien carece de explicaciones profundas sobre orígenes. Sus pilares son los excelentes y elaborados decorados y ese sentimiento de peligro constante e incertidumbre que produce. Es una película que aún brilla por su oscura naturaleza.

JMLangdon


Ficha Técnica:
Dirigida por Ridley Scott
Guión escrito por Dan O’Bannon
Historia escrita por Dan O’Bannon y Ronald Shusett
Producida por Gordon Carroll, David Giler y Walter Hill
Productora ejecutiva: Ronald Shusett
Director de fotografía: Derek Vanlint
Diseño de producción: Michael Seymour
Dirección de arte: Roger Christian y Leslie Dilley
Editada por Terry Rawlings
Música compuesta por Jerry Goldsmith
Diseño de vestuario: John Mollo
Protagonizada por Tom Skerritt (Dallas), Sigourney Weaver (Ripley), Veronica Cartwright (Lamber), Yaphet Kotto (Parker), Harry Dean Stanton (Brett), Ian Holm (Ash) y John Hurt (Kane)


Recomendaciones:
Alien ha propulsado la realización de tres secuelas que, a pesar de haber ido disminuyendo en su calidad, han demostrado ser mejores que muchas películas del mismo género del día de hoy. La saga entera (a la que han contribuido directores de gran calibre, como ser James Cameron y David Fincher) es recomendable, pues a lo largo de ella el espectador se encontrará con las respuestas a algunas de las preguntas que produce la primera. En 2012, Ridley Scott volvería al universo de Alien con su Prometheus, una pseudo-secuela que está a la altura de su inspiración. The Thing (1982) de John Carpenter, y su respectiva precuela (mejor dicho, imitación) son otros filmes que mezclan el terror y la ciencia ficción y que tienen a varias personas atrapadas en un ambiente desolado, mientras le hacen frente a criaturas de otro mundo.

lunes, 4 de junio de 2012

MEN IN BLACK 3


Tras 10 años de ausencia, los Hombres de Negro llegan de nuevo a la pantalla grande. ¿Alguien los extrañaba? Parece que los protagonistas Will Smith y Tommy Lee Jones y el director Barry Sonnenfeld sí, quienes han expresado en numerables entrevistas que la han pasado genial durante los rodajes de las tres entregas de Men In Black.

La primera parte de esta saga (basada en los cómics de Lowell Cunningham) que mezcla la comedia con la ciencia ficción fue un éxito, gracias al descabellado pero sorpresivo y original planteo de que entre nosotros vivían seres de otros planetas que se hacían pasar por humanos que llevaban una vida rutinaria. Era 1997 en aquel entonces. La primera secuela (ya innecesaria) llegó en 2002 y al parecer, en estos diez años, los productores se han gastado todos sus ahorros y decidieron que era hora de volver a juntar plata.

Para esta ocasión, el Agente J (Smith) debe viajar por el tiempo para salvar la vida de su compañero, el Agente K (Jones), quien ha sido asesinado en el pasado por un alienígena de malas pulgas y con un gran asunto pendiente. Suena muy absurdo… y lo es. Pero aparentemente, ha sido razón suficiente para propulsar la realización de esta película, que no aporta más que una hora y media de entretenimiento (como ya lo había hecho su predecesora). Un ‘placer culposo’, podría decirse… demasiado culposo.

Aunque honestamente, mientras miraba Men In Black 3 no podía evitar pensar en si llegaría alguna escena o algún mensaje o algo que justificara el precio de mi entrada, pero desafortunadamente me quedé con las manos vacías. A la hora de buscar los puntos a favor de la película, sólo se me ocurren pocos, pues no es más que una mezcla forzada entre la primera y la segunda.

La introducción de la película describe el escape del antagonista Boris “El Animal” (Boris “A Secas” bramaría él con un gruñido) de una prisión ubicada en nuestra Luna. Este villano de turno (interpretado por Jemaine Clement) está empecinado con asesinar a K, quien es el responsable de su prolongada sentencia y de la pérdida de su brazo izquierdo. Al describirlo, suena trillado pero al menos atrapante. Sin embargo, Sonnenfeld lo presenta como un estereotipo de villano vengativo, igual de superficial como el resto de los nuevos personajes que introduce. Y lo cierto es que, si bien Boris le pasa el trapo a la deplorable y aborrecible Serleena de Lara Flynn Boyle de la segunda entrega, no le llega ni a los talones (¡ninguno de sus seis!) a Edgar, el excelso villano de la primera, interpretado de manera sublime por Vincent D’Onofrio en su forma humana.

En fin, el aburrido y predecible Boris se las ingenia para volver a la Tierra, conseguir un artefacto que le permita viajar al pasado y deshacerse del K joven (encarnado por Josh Brolin), borrándolo de la existencia en el presente. J, quien curiosamente es el único que lo recuerda, sigue los pasos de Boris y vuelve a 1969, días antes del lanzamiento del Apollo 11, evento que cumple un papel primordial en la futura protección de la Tierra. ¿Sigue sonando absurdo? Pues lo sigue siendo…

No voy a ponerme a describir cuál son los aspectos que han hecho que Men In Black 3 sea una película tan mala, pues me llevaría varias horas densas y malgastadas. En cambio, prefiero hacer notar aquellos que contradicen la naturaleza de la idea original de la saga, con el propósito de defender mi noción de que las secuelas rara vez son necesarias.

Men In Black (1997) funcionó porque fue la primera en presentarnos este  fantástico mundo, en el que convivíamos con extraterrestres sin saberlo, que paseaban por nuestro mundo como si fuese un lugar turístico. Esta original idea disparó la primera secuela que no hizo más que explotar y expandir el repertorio de los bichos raros y extravagantes que abundan en el universo. La tercera hace lo mismo.

Men In Black (1997) funcionó porque juntaba a un carismático comediante, Will Smith, con un veterano actor serio, Tommy Lee Jones, y esta pareja dispareja se completaba en todos los sentidos. Las expresiones frías y soberbias de Jones ante las divertidísimas y rematadoras líneas de Smith, mientras este pasaba por experiencias estrafalarias, siguen siendo para morirse de risa hasta el día de hoy. La primera secuela, obviamente, recurrió al mismo recurso y abusó de él hasta agotarlo a tal punto que uno ya no veía la hora de que terminara la película. La tercera hace lo mismo.

Men In Black (1997) funcionó porque jugaba con el hecho de quién era un extraterrestre y quién no. Sonnenfeld lograba sorprendernos cuando una cabeza humana que acababa de explotar se regeneraba por sí sola, o cuando una mujer paría un cefalópodo, utilizando personajes con características algo singulares, pero lo suficientemente sutiles como para que sigan siendo propias de nuestra especie. La primera secuela exageraba estas características a tal punto que era obvio determinar qué personaje era un extraterrestre disfrazado. Así, el elemento sorpresa quedaba totalmente arruinado. La tercera hace lo mismo.

Lo que Sonnenfeld y compañía han hecho con las secuelas de MIB es retorcer su encanto original y concebir un ambiente caricaturesco e infantil, deshaciéndose por completo de esa extraña sensación de realismo que tenía la primera y que respetaba el principio del género Ciencia Ficción, que es el de relatar posibles acontecimientos desarrollados en un marco imaginario, cuya verosimilitud está sustentada narrativamente por los campos de las ciencias físicas, naturales y sociales. Aparentemente, este concepto se ha perdido entre los billetes de los productores.

Entonces, ¿qué novedades trae MIB3? Pues a Josh Brolin, un actor que tiene un futuro prometedor y que demuestra que puede estar a la altura de actores como Tommy Lee Jones, como ya lo demostró en No Country for Old Men (2007). Sin embargo, aquí le han dado la labor de imitar Jones (es indiscutible que la personalidad de K es fruto de la del mismo Jones), por lo que no es más que una sombra del añejo actor. A mi parecer, ésta ha sido una mala jugada, ya que los guionistas han desaprovechado considerablemente la oportunidad de presentar un nuevo Agente, pues la actuación de Brolin es eficaz y confirma que tiene la talla del co-protagonista serio y cómico a la vez que exige la saga.

Emma Thompson también tiene un papel…

Y eso es lo único que su participación me permite decir al respecto, pues parece que solamente ha pasado por la saga a cobrar.

La participación de Will Smith deja mucho que desear, pues hacía desde el 2008 que no lo veíamos en la pantalla grande y siempre ha sido un actor que el espectador disfruta, pero lo único que hace aquí es volver a exhibir su carisma por enésima vez. Es más, ya ni siquiera porta la gracia que aún tenía por lo menos en la segunda de MIB, pues pasa por la película casi sin ganas de esmerarse.

Los aspectos técnicos de la película tampoco se destacan, ni siquiera la música de Danny Elfman, que sobresalía en la primera entrega. Aquí, Elfman no ha tenido mejor idea que incluir guitarras eléctricas distorsionadas para que su repetitiva música suene diferente y un poco más original. Un tiro que le ha salido por la culata, pues quedan muy fuera de lugar.

En definitiva, Men In Black 3 es una película más que nada para un público infantil. Aquellos que en su momento disfrutaron del ingenio y del humor de la primera, se sentirán igual de desilusionados que con la segunda, y a mi parecer, sólo deberían ver ésta por mera curiosidad, o para buscarle un cierre a la trilogía.

¿Dónde ha quedado el director capaz de lograr algo tan innovador y divertido como Men In Black? Nadie lo sabe. Tal vez, ha sido víctima del neuralizador de los mismos Hombres de Negro. Pues Sonnenfeld demuestra que se ha convertido en un director falto de originalidad y de chispa dado que, aún estando rodeado de actores y actrices excelentes y de un equipo técnico que en el pasado ha colaborado en la producción de verdaderas obras de arte cinematográficas, opta por copiar una fórmula que ya había sido consecuencia de muy malos resultados; y así, MIB3 no es más que una extensión de su predecesora.

Mi recomendación final es que en lugar de acompañar a J en su viaje por el tiempo, sería más conveniente y productivo viajar nosotros mismos al pasado y rever la MIB original de 1997, que es la única que los realizadores han hecho con seriedad y con intensiones más propias de una película digna de Ciencia Ficción.

JMLangdon


Ficha Técnica:
Dirigida por Barry Sonnenfeld
Guión por Etan Cohen
Basada en los cómics de Lowell Cunningham
Producida por Walter F. Parkes y Laurie MacDonald
Productores ejecutivos: Steven Spielberg y G. Mac Brown
Director de fotografía: Bill Pope
Diseño de producción: Bo Welch
Editada por Wayne Wahrman y Don Zimmerman
Música compuesta por Danny Elfman
Protagonizada por Will Smith (Agente J), Tommy Lee Jones (Agente K), Josh Brolin (Joven Agente K), Jemaine Clement (Boris) Michael Stuhlbarg (Griffin) y Emma Thompson (Agente O)

viernes, 1 de junio de 2012

WAR OF THE WORLDS

La siguiente reseña contiene spoilers.
El inicio de la historia de La Guerra de los Mundos se remonta a 1898. El responsable es Herbert George Wells (1866-1946), un reconocido escritor británico, cuyas novelas se concentran principalmente en el género Ciencia Ficción. La novela en cuestión se focaliza en un protagonista (cuyo nombre jamás se enuncia) que relata en primera persona sus aventuras por Londres y su periferia, mientras trata de sobrevivir una invasión marciana a la Tierra. El prestigio de este relato se debe a que es una de las primeras historias que detalla un conflicto a muerte entre la humanidad y una raza alienígena. Por supuesto, no sería la primera.

Quizás la adaptación más famosa de la novela sea la del programa de radio conducido por Orson Welles el 30 de octubre de 1938 (una época de gran tensión mundial), ya que su formato de noticia urgente provocó pánico entre los oyentes, quienes creían aterrorizados que la invasión extraterrestre estaba ocurriendo de verdad.

Dado su renombre, la historia no tardaría en llegar a la pantalla grande, y así surgieron cientos de películas, basadas o inspiradas en la novela de Wells, que proyectaron cientos de distintos escenarios hipotéticos en la que invasores de otros planetas llegaban a la Tierra a colonizarnos y a hacer añicos cualquier monumento histórico que se cruzara por su camino. La versión cinematográfica de la novela más exitosa fue la de 1953 (dirigida por Byron Haskin), a pesar de alejarse considerablemente de los eventos imaginados y descritos por Wells. Y desde entonces, no hubo versión que estuviese a la altura hasta que Steven Spielberg estrenó la suya en el año 2005.

La idea original del afamado director era la de estrenar War of the Worlds a mediados de los años noventa, pero Roland Emmerich le ganó de antemano y estrenó su Independence Day (1996), propulsando una seguidilla de películas (algunas buenas, otras… mejor no decirlo) sobre invasiones extraterrestres que agotaron el género casi por completo. Entonces, Spielberg no pudo hacer más que guardarse las ganas hasta nuevo aviso.

Fue luego de los acontecimientos que siguieron al 11 de Septiembre de 2001 y de la inseguridad y el temor de los ciudadanos estadounidenses, producto del atentado, lo que motivó la realización del sueño de Spielberg de filmar una nueva adaptación de la novela, ahora incluyendo fuertes mensajes anti-bélicos.

A diferencia de las adaptaciones anteriores, Spielberg pretendía ser más fiel al libro de Wells y plasmar su historia desde el punto de vista de un personaje contemporáneo común y corriente, cuya rutina se ve interrumpida con la llegada de estos invasores hostiles, más al estilo de Signs (2002) de M. Night Shyamalan. Y así consiguió la atención de Tom Cruise, formando una dupla que ya aseguraba éxito después de Minority Report (2001).

Cruise, entonces, interpreta a Ray Ferrier, un protagonista que no es más que una pelusa en el ombligo del mundo. Es un padre disfuncional y divorciado que opera grúas de carga y descarga en el puerto de Nueva Jersey, y que lleva una vida tan rutinaria y sistemática como los motores de autos que arregla como hobby. Cada tanto, Mary Ann, su ex-esposa (interpretada por Miranda Otto), le deja sus dos hijos, Robbie (Justin Chatwin) y Rachel (Dakota Fanning), para que los cuide mientras ella se va por ahí con su nueva pareja, que tiene un bolsillo lo suficientemente grande como para satisfacer sus necesidades. Hasta ahora, una ficción familiar para nada novedosa ni original, que abarca los primeros 15 minutos de la película poniendo a Ray en numerosas situaciones embarazosas.

La película comienza con un prólogo (casi idéntico al de la novela de Wells) narrado por el mismísimo Morgan Freeman que, con su voz profunda y tranquilizante, nos pone al tanto de que nuestro mundo ha estado bajo observación. Si no fuera por este magnífico prólogo, la película no tendría ningún tipo de enganche, pues la trillada historia de la familia Ferrier deja mucho que desear. Una vez introducidos los personajes, comienza la tenaz tormenta de eventos que nos tendrá aferrados al asiento durante la siguiente hora y media, y que mantendrá a Ray y sus hijos sometidos a una montaña rusa de situaciones insólitas, llena de obstáculos que deberán superar.

Si bien la novela de H.G. Wells tenía que ver con una mirada crítica al colonialismo y al imperialismo británico de finales del siglo XIX, y la adaptación fílmica de 1953 explotaba el temor al “comunismo rojo”, la versión de Spielberg intenta sacar provecho de la situación post-atentado a las Torres Gemelas, dado que el director juega con el sentimiento de inseguridad y amenaza constante que sentían los estadounidenses en ese momento. Crea escenas en las que nos muestra a personas dejando sus hogares y marchando en una marea humana hacia campos de refugiados; en ningún momento los vemos peleando contra los invasores. También plasma los esfuerzos de los militares para tratar de repeler la amenaza, pero no con el puntual propósito de la victoria, sino con el de tratar de ganar la mayor cantidad de tiempo para que la gente pueda escapar. Estas miradas son las que le dan realismo a la película y logran que el espectador se sienta en la historia, acompañando el sufrimiento, el temor y la incertidumbre de los personajes.

De esta manera, Spielberg nos demuestra el excelente director que es, a pesar de contar con un guión (acreditado a David Koepp y Josh Friedman) que cuenta con ciertas fallas (algunas que incluso desafían la lógica). Pero eso no quiere decir que War of the Worlds sea una película mala; es todo lo contrario.

Desde el punto de partida, Spielberg quiso dejar de lado los aspectos del género Ciencia Ficción, a pesar de que estos sean los que motivan los sucesos de la historia. Spielberg sólo quiere que nos focalicemos en Ray y en sus hijos. Por lo tanto, el espectador no sabrá de dónde vienen los invasores, ni por qué quieren exterminarnos, ni en qué basan su tecnología, ni qué es lo que está sucediendo en otras partes del mundo. Los protagonistas a menudo se topan con otros personajes que los ponen al tanto de que la invasión es a nivel mundial, pero sus pretextos carecen de verosimilitud, creando un ambiente de confusión y vulnerabilidad que está muy bien logrado. Al mismo tiempo, la película cuenta con numerosas escenas de suspenso, tensión y desesperación, retratadas a la perfección con técnicas de filmación que son muy eficaces (la secuencia de la intersección es simplemente extraordinaria; no se puede describir, hay que verla). Aquí se hace notar el esfuerzo de Michael Kahn, el editor de la película y con quien Spielberg ha trabajado desde Close Encounters of the Third Kind (1977), a la hora de enlazar tomas en una gran secuencia de acción sin cortes.

A lo largo de toda la cinta, se pueden percibir lo que a mi me gusta denominar “marcas registradas del director”. Con este término me refiero a aquellos elementos usuales a los que recurre un director para contar su historia. En War of the Worlds volvemos a ver el concepto de un padre disfuncional (que Spielberg ha incluido en la mayoría de sus filmes, basándose en su propia experiencia de vida como hijo de padres divorciados), y el uso de los reflejos. En diversas escenas, por ejemplo, vemos cómo se desarrolla la acción reflejada en los espejos retrovisores o en los parabrisas de los autos. De esta manera, Spielberg evita que algunos efectos se tornen repetitivos.

A la hora de hablar sobre los efectos visuales, sólo se me ocurren elogios. También se me ocurre que hay muchos directores ahí afuera que deberían tomar de ejemplo películas como ésta. Hoy en día, vemos muchísimas películas en las que el único fuerte son los efectos generados por computadora: como si se tratara de una competencia para ver qué compañía los hace mejor. Si bien cuenta con muchísimos efectos visuales (atribuidos a la compañía Industrial Light & Magic), War of the Worlds no es de ese tipo de película, dado que Spielberg opta por usarlos sólo cuando es necesario, sin ahogar el argumento ni el trabajo de los actores. Incluso muchas escenas carecen de efectos visuales, como lo es la secuencia en la que Ray y sus hijos deben enfrentarse a una multitud de personas decididas a robarles su vehículo; una escena frenética y desesperante y a la vez magníficamente ejecutada, que muestra lo peor del egoísmo humano y nuestras reacciones cobardes e inmorales ante momentos de crisis.

Spielberg también se las ingenia para hacer una película que es violenta por naturaleza pero que no es del todo explícita. Durante una escena, Ray camina atónito y con desesperanzas entre las ruinas de un avión que se ha estrellado en un barrio suburbano. El avión está partido en dos, las casas han sido demolidas, los autos están hechos añicos. Es una escena de destrucción total, en la que se destacan las butacas vacías del avión. De esta manera, la película sólo sugiere la abundancia de víctimas que están siendo producto de esta invasión.

Los antagonistas de la historia son por supuesto los alienígenas, y Spielberg nos los presenta con destreza e ironía: en lugar de venir del cielo en platillos voladores, llegan en una tormenta eléctrica que con cada rayo depositan cápsulas bajo el suelo, del que luego emergen inmensas máquinas de tres patas que, literalmente, harán polvo a la humanidad. El diseño de estos trípodes ha sido recibido con negatividad entre las audiencias y críticos, quienes alegan que desafía la ingeniería, sosteniendo que una máquina tan pesada no podría mantenerse de pie con tres piernas tentaculosas tan flácidas. A mi parecer, exageran, pues los trípodes lucen geniales y, al tratarse de una película sobre una hipotética invasión extraterrestre, resulta bastante obvio que estamos ante una obra de ficción y fantasía. Me parece interesante señalar que los imponentes trípodes se asemejan bastante en su forma a las medusas, unas criaturas de nuestro propio mundo, que son bellísimas pero temibles al mismo tiempo; un encantador recurso que usa Spielberg para jugar con nuestros temores.

A su vez, alguien comentó alguna vez cómo es que los extraterrestres, si son tan evolucionados como los pintan, se muevan en máquinas con piernas y que no hayan descubierto la rueda todavía. Para responder a esta pregunta, vuelvo a remitirme a una escena de la película, en la que los alienígenas exploran un sótano y uno de ellos, al toparse con una bicicleta, se detiene a admirar sus ruedas con curiosidad; simplemente, ¡no se les había ocurrido todavía! Así es como Spielberg dota de personalidad a los adversarios, incluyendo aún más ironía a la cinta.

Volviendo a los personajes de War of the Worlds, nos encontramos con personas con conflictos entre sí. Ya hablamos un poco sobre la relación entre Ray y sus hijos, pero hay algunas facetas más que se hacen notar en ellos.

Ray ha sido concebido como un personaje que tiene sus propios valores, a pesar de ser un hombre con defectos. Demuestra eficiencia en su trabajo y es apreciado con respeto por sus vecinos. En todo momento sabe qué es lo que tiene que hacer, y qué es lo que no. Es un hombre de pensamientos mecánicos que jamás duda y que tiene la capacidad de anticipar situaciones. Al principio de la película, vemos que tiene un motor V-8 en la mesa de su cocina, dándonos una idea de cuáles son sus verdaderas pasiones e intereses y de uno de los tantos probables motivos egoístas por los que su propia familia lo ha marginado.

Tras la llegada de los invasores, Ray se ve obligado a hacerse responsable de sus hijos, quienes lo rechazan constantemente. Rachel y Robbie sienten que pueden arreglárselas solos, sin la necesidad de tener a su padre cerca. Tanto Fanning como Chatwin los interpretan con gran convicción cumpliendo con sus expectativas como actores. Sin embargo, es el personaje de Robbie el que más resalta de los dos. Robbie es un adolescente tenaz que desafía con frecuencia a su padre; es un personaje que quiere estar por su cuenta, que quiere unirse en la lucha contra los invasores motivado por las emociones del momento en el que se encuentra, sin considerar las consecuencias. De esta manera, Spielberg toca el tema de la madurez no sólo adolescente sino también paternal, pues tanto Ray como Robbie crecen hacia el final de la película, momento en el que logran ver sus vínculos y responsabilidades con más claridad. Una de las escenas más memorables y emotivas transcurre en el medio de una batalla en la que Robbie le ruega a su padre que lo deje ir, pues ‘necesita ver, necesita estar allí’. A su vez, Ray le suplica que se quede y que huya con él, pero poco a poco opta por soltarlo lentamente, permitiendo que comience a desprenderse de las dependencias y se aleje de la familia: así, Robbie se convierte en un hombre que actúa por sí sólo, desligado de sus responsabilidades. Es allí cuando el espectador descubre cuáles son las cualidades que comparten como padre e hijo. Un mensaje poderoso que incita a pensar sobre las enseñanzas, errores, obligaciones y prioridades presentes en cualquier familia.

El papel de Rachel, por otro lado, sólo está para recordarle a Ray por qué debe seguir con vida lo más que pueda. Es una niña de 10 años, cuyo único rol en la cinta es el de provocarle preocupación al espectador. Las cuerdas vocales de Dakota han sido puestas a prueba en esta película, pues se pasa gran parte del metraje gritando.

Tim Robbins aparece en el último tercio de la película interpretando a Harlan Ogilvy, un lunático que ha encontrado refugio junto a los protagonistas en un sótano y que, armado con una escopeta y un par de cartuchos, pretende ser la resistencia contra los invasores. Robbins interpreta su papel de manera magistral, como era de esperar, pero lo que resulta interesante del personaje es que el espectador capta que el origen de su locura se debe a numerosas crisis emocionales que ha sufrido desde que comenzó la invasión. Lo vemos portar juguetes atados a su cinturón y un collar con un anillo de matrimonio. Y es por estas imágenes que su línea “He perdido a todos…” resulta tan impactante. Ogilvy también cumple un rol primordial en el desarrollo de Ray como personaje. La confrontación entre ambos es un símbolo de lo mucho que Ray está dispuesto a dar por mantener a su hija a salvo. Cabe mencionar la capacidad que tiene Spielberg para conducir escenas emotivas e intensas sólo con lo visual, logrando tomas con mucho trasfondo. Por ejemplo, en el momento en que Ray es consciente de que debe ensuciarse las manos para impedir que las locuras de Ogilvy los maten, Spielberg evita mostrarnos su cara, dándonos la idea de que el personaje de Cruise desprecia sus actos con una culpa parasitaria, a pesar de verse obligado a cumplirlos por su bien y por el de su hija.

El experimentado director llena su película con imágenes asombrosas. Los aspectos técnicos de la película se exceden a sí mismos. Aquí se destacan la intensa fotografía e iluminación de Janusz Kaminski, y la disonante música del maestro John Williams, cuya partitura nos pone los pelos de punta en numerosas secuencias.

Sin embargo, como espectadores ya estamos un tanto acostumbrados a ver la destrucción de casas en la pantalla grande. Y es por este motivo que las escenas más simples causan un impacto mayor y quedan grabadas en la memoria (como lo es la que transcurre a orillas de un río tranquilo, por el que cientos de cuerpos son arrastrados lentamente por la corriente).

En conclusión, War of the Worlds es una película que causa admiración y que consta con extensos momentos de tensión. Muchos han criticado su final por ser muy abrupto, aunque Spielberg ha conservado el desenlace original del libro, adaptándolo de tal manera que parezca lo más cinematográficamente dramático posible. Lo que es claro es que ésta no es una película para aquel espectador que busca actos de heroísmo, como los que se dan en Independence Day. War of the Worlds no explora situaciones a nivel mundial; en cambio, se centraliza en las relaciones entre Ray, Robbie y Rachel.

Es una película que merece muchísima atención, y que tal vez se vio solapada por prejuicios o desagrado hacia la persona de Tom Cruise, quien se encontraba promocionando la Cientología en el momento de su estreno. Lo que tenemos ante nuestros ojos es una obra que deja a Steven Spielberg muy bien parado como director, a pesar de haber tenido algunos altibajos en su carrera, y confirma que es un excelente modelo para que sigan aquellos cineastas que optan por dejar de lado una historia intrigante para hacer el intento de impresionarnos con repetitivos e innecesarios efectos visuales.

Pues ninguna película es buena o mala en vano.

JMLangdon


Ficha Técnica:
Dirigida por Steven Spielberg
Guión por David Koepp y Josh Friedman
Basada en la novela de H.G. Wells
Producida por Kathleen Kennedy y Colin Wilson
Productora ejecutiva: Paula Wagner
Director de fotografía: Janusz Kaminski
Diseño de producción: Rick Carter
Editada por Michael Kahn
Música compuesta por John Williams
Protagonizada por Tom Cruise (Ray), Dakota Fanning (Rachel), Justin Chatwin (Robbie), Miranda Otto (Mary-Anne) y Tim Robbins (Ogilvy)


Recomendaciones:
De más está decir que el libro de H.G. Wells es un buen punto de partida para incursionarse dentro del género de Ciencia Ficción sobre invasiones extraterrestres. La versión anterior de War of the Worlds también es una buena propuesta, aunque hay que tener en cuenta que es de 1953 y, por lo tanto, sus efectos parecen de muy mala calidad en comparación con los contemporáneos. Signs (2002) es otra película a la que la versión de Spielberg le debe mucho de su argumento. The Invasion (2007), protagonizada por Nicole Kidman y Daniel Craig, también es una película interesante que retrata una invasión extraterrestre a nivel celular. Y aquellos que busquen diversión sin personajes elaborados pueden recurrir a la entretenidísima Independece Day (1996) o a la absurda (paupérrima, a mi parecer) Mars Attacks! (1996).