La siguiente reseña contiene spoilers.
El inicio
de la historia de La Guerra de los
Mundos se remonta a 1898. El responsable es Herbert George Wells
(1866-1946), un reconocido escritor británico, cuyas novelas se concentran
principalmente en el género Ciencia Ficción. La novela en cuestión se focaliza
en un protagonista (cuyo nombre jamás se enuncia) que relata en primera persona
sus aventuras por Londres y su periferia, mientras trata de sobrevivir una
invasión marciana a la Tierra. El prestigio de este relato se debe a que es una
de las primeras historias que detalla un conflicto a muerte entre la humanidad
y una raza alienígena. Por supuesto, no sería la primera.
Quizás la adaptación
más famosa de la novela sea la del programa de radio conducido por Orson Welles
el 30 de octubre de 1938 (una época de gran tensión mundial), ya que su formato
de noticia urgente provocó pánico entre los oyentes, quienes creían aterrorizados
que la invasión extraterrestre estaba ocurriendo de verdad.
Dado su
renombre, la historia no tardaría en llegar a la pantalla grande, y así
surgieron cientos de películas, basadas o inspiradas en la novela de Wells, que
proyectaron cientos de distintos escenarios hipotéticos en la que invasores de
otros planetas llegaban a la Tierra a colonizarnos y a hacer añicos cualquier
monumento histórico que se cruzara por su camino. La versión cinematográfica de
la novela más exitosa fue la de 1953 (dirigida por Byron Haskin), a pesar de
alejarse considerablemente de los eventos imaginados y descritos por Wells. Y
desde entonces, no hubo versión que estuviese a la altura hasta que Steven
Spielberg estrenó la suya en el año 2005.
La idea
original del afamado director era la de estrenar War of the Worlds a mediados de los años noventa, pero Roland
Emmerich le ganó de antemano y estrenó su Independence
Day (1996), propulsando una seguidilla de películas (algunas buenas, otras…
mejor no decirlo) sobre invasiones extraterrestres que agotaron el género casi
por completo. Entonces, Spielberg no pudo hacer más que guardarse las ganas hasta
nuevo aviso.
Fue luego
de los acontecimientos que siguieron al 11
de Septiembre de 2001 y de la inseguridad y el temor de los ciudadanos
estadounidenses, producto del atentado, lo que motivó la realización del sueño
de Spielberg de filmar una nueva adaptación de la novela, ahora incluyendo
fuertes mensajes anti-bélicos.
A
diferencia de las adaptaciones anteriores, Spielberg pretendía ser más fiel al
libro de Wells y plasmar su historia desde el punto de vista de un personaje contemporáneo
común y corriente, cuya rutina se ve interrumpida con la llegada de estos
invasores hostiles, más al estilo de Signs
(2002) de M. Night Shyamalan. Y así consiguió la atención de Tom Cruise, formando
una dupla que ya aseguraba éxito después de Minority Report (2001).
Cruise, entonces,
interpreta a Ray Ferrier, un protagonista que no es más que una pelusa en el
ombligo del mundo. Es un padre disfuncional y divorciado que opera grúas de
carga y descarga en el puerto de Nueva Jersey, y que lleva una vida tan
rutinaria y sistemática como los motores de autos que arregla como hobby. Cada tanto, Mary Ann, su ex-esposa
(interpretada por Miranda Otto), le deja sus dos hijos, Robbie (Justin Chatwin)
y Rachel (Dakota Fanning), para que los cuide mientras ella se va por ahí con
su nueva pareja, que tiene un bolsillo lo suficientemente grande como para
satisfacer sus necesidades. Hasta ahora, una ficción familiar para nada
novedosa ni original, que abarca los primeros 15 minutos de la película poniendo
a Ray en numerosas situaciones embarazosas.
La
película comienza con un prólogo (casi idéntico al de la novela de Wells)
narrado por el mismísimo Morgan Freeman que, con su voz profunda y
tranquilizante, nos pone al tanto de que nuestro mundo ha estado bajo
observación. Si no fuera por este magnífico prólogo, la película no tendría
ningún tipo de enganche, pues la trillada historia de la familia Ferrier deja
mucho que desear. Una vez introducidos los personajes, comienza la tenaz
tormenta de eventos que nos tendrá aferrados al asiento durante la siguiente
hora y media, y que mantendrá a Ray y sus hijos sometidos a una montaña rusa de
situaciones insólitas, llena de obstáculos que deberán superar.
Si bien la novela de H.G. Wells tenía que ver con una
mirada crítica al colonialismo y al imperialismo británico de finales del siglo
XIX, y la adaptación fílmica de 1953 explotaba el temor al “comunismo rojo”, la
versión de Spielberg intenta sacar provecho de la situación post-atentado a las
Torres Gemelas, dado que el director juega con el sentimiento de inseguridad y
amenaza constante que sentían los estadounidenses en ese momento. Crea escenas
en las que nos muestra a personas dejando sus hogares y marchando en una marea
humana hacia campos de refugiados; en ningún momento los vemos peleando contra
los invasores. También plasma los esfuerzos de los militares para tratar de
repeler la amenaza, pero no con el puntual propósito de la victoria, sino con el
de tratar de ganar la mayor cantidad de tiempo para que la gente pueda escapar.
Estas miradas son las que le dan realismo a la película y logran que el
espectador se sienta en la historia, acompañando el sufrimiento, el temor y la
incertidumbre de los personajes.
De esta manera, Spielberg nos demuestra el excelente
director que es, a pesar de contar con un guión (acreditado a David Koepp y
Josh Friedman) que cuenta con ciertas fallas (algunas que incluso desafían la
lógica). Pero eso no quiere decir que War
of the Worlds sea una película mala; es todo lo contrario.
Desde el punto de partida, Spielberg quiso dejar de lado
los aspectos del género Ciencia Ficción, a pesar de que estos sean los que
motivan los sucesos de la historia. Spielberg sólo quiere que nos focalicemos
en Ray y en sus hijos. Por lo tanto, el espectador no sabrá de dónde vienen los
invasores, ni por qué quieren exterminarnos, ni en qué basan su tecnología, ni
qué es lo que está sucediendo en otras partes del mundo. Los protagonistas a
menudo se topan con otros personajes que los ponen al tanto de que la invasión
es a nivel mundial, pero sus pretextos carecen de verosimilitud, creando un
ambiente de confusión y vulnerabilidad que está muy bien logrado. Al mismo
tiempo, la película cuenta con numerosas escenas de suspenso, tensión y
desesperación, retratadas a la perfección con técnicas de filmación que son muy
eficaces (la secuencia de la intersección es simplemente extraordinaria; no se
puede describir, hay que verla). Aquí se hace notar el esfuerzo de Michael
Kahn, el editor de la película y con quien Spielberg ha trabajado desde Close Encounters of the Third Kind (1977),
a la hora de enlazar tomas en una gran secuencia de acción sin cortes.
A lo largo de toda la cinta, se pueden percibir lo que a
mi me gusta denominar “marcas registradas del director”. Con este término me
refiero a aquellos elementos usuales a los que recurre un director para contar
su historia. En War of the Worlds
volvemos a ver el concepto de un padre disfuncional (que Spielberg ha incluido
en la mayoría de sus filmes, basándose en su propia experiencia de vida como
hijo de padres divorciados), y el uso de los reflejos. En diversas escenas, por
ejemplo, vemos cómo se desarrolla la acción reflejada en los espejos
retrovisores o en los parabrisas de los autos. De esta manera, Spielberg evita
que algunos efectos se tornen repetitivos.
A la hora de hablar sobre los efectos visuales, sólo se me
ocurren elogios. También se me ocurre que hay muchos directores ahí afuera que
deberían tomar de ejemplo películas como ésta. Hoy en día, vemos muchísimas
películas en las que el único fuerte son los efectos generados por computadora:
como si se tratara de una competencia para ver qué compañía los hace mejor. Si
bien cuenta con muchísimos efectos visuales (atribuidos a la compañía
Industrial Light & Magic), War of
the Worlds no es de ese tipo de película, dado que Spielberg opta por
usarlos sólo cuando es necesario, sin ahogar el argumento ni el trabajo de los
actores. Incluso muchas escenas carecen de efectos visuales, como lo es la
secuencia en la que Ray y sus hijos deben enfrentarse a una multitud de
personas decididas a robarles su vehículo; una escena frenética y desesperante y
a la vez magníficamente ejecutada, que muestra lo peor del egoísmo humano y
nuestras reacciones cobardes e inmorales ante momentos de crisis.
Spielberg también se las ingenia para hacer una película
que es violenta por naturaleza pero que no es del todo explícita. Durante una
escena, Ray camina atónito y con desesperanzas entre las ruinas de un avión que
se ha estrellado en un barrio suburbano. El avión está partido en dos, las
casas han sido demolidas, los autos están hechos añicos. Es una escena de
destrucción total, en la que se destacan las butacas vacías del avión. De esta
manera, la película sólo sugiere la abundancia de víctimas que están siendo
producto de esta invasión.
Los antagonistas de la historia son por supuesto los
alienígenas, y Spielberg nos los presenta con destreza e ironía: en lugar de
venir del cielo en platillos voladores, llegan en una tormenta eléctrica que
con cada rayo depositan cápsulas bajo el suelo, del que luego emergen inmensas
máquinas de tres patas que, literalmente, harán polvo a la humanidad. El diseño
de estos trípodes ha sido recibido con negatividad entre las audiencias y
críticos, quienes alegan que desafía la ingeniería, sosteniendo que una máquina
tan pesada no podría mantenerse de pie con tres piernas tentaculosas tan
flácidas. A mi parecer, exageran, pues los trípodes lucen geniales y, al
tratarse de una película sobre una hipotética invasión extraterrestre, resulta
bastante obvio que estamos ante una obra de ficción y fantasía. Me parece
interesante señalar que los imponentes trípodes se asemejan bastante en su
forma a las medusas, unas criaturas de nuestro propio mundo, que son bellísimas
pero temibles al mismo tiempo; un encantador recurso que usa Spielberg para
jugar con nuestros temores.
A su vez, alguien comentó alguna vez cómo es que los
extraterrestres, si son tan evolucionados como los pintan, se muevan en
máquinas con piernas y que no hayan descubierto la rueda todavía. Para
responder a esta pregunta, vuelvo a remitirme a una escena de la película, en
la que los alienígenas exploran un sótano y uno de ellos, al toparse con una
bicicleta, se detiene a admirar sus ruedas con curiosidad; simplemente, ¡no se
les había ocurrido todavía! Así es como Spielberg dota de personalidad a los
adversarios, incluyendo aún más ironía a la cinta.
Volviendo a los personajes de War of the Worlds, nos encontramos con personas con conflictos
entre sí. Ya hablamos un poco sobre la relación entre Ray y sus hijos, pero hay
algunas facetas más que se hacen notar en ellos.
Ray ha sido concebido como un personaje que tiene sus
propios valores, a pesar de ser un hombre con defectos. Demuestra eficiencia en
su trabajo y es apreciado con respeto por sus vecinos. En todo momento sabe qué
es lo que tiene que hacer, y qué es lo que no. Es un hombre de pensamientos mecánicos
que jamás duda y que tiene la capacidad de anticipar situaciones. Al principio
de la película, vemos que tiene un motor V-8 en la mesa de su cocina, dándonos
una idea de cuáles son sus verdaderas pasiones e intereses y de uno de los
tantos probables motivos egoístas por los que su propia familia lo ha
marginado.
Tras la llegada de los invasores, Ray se ve obligado a
hacerse responsable de sus hijos, quienes lo rechazan constantemente. Rachel y
Robbie sienten que pueden arreglárselas solos, sin la necesidad de tener a su
padre cerca. Tanto Fanning como Chatwin los interpretan con gran convicción
cumpliendo con sus expectativas como actores. Sin embargo, es el personaje de
Robbie el que más resalta de los dos. Robbie es un adolescente tenaz que
desafía con frecuencia a su padre; es un personaje que quiere estar por su
cuenta, que quiere unirse en la lucha contra los invasores motivado por las
emociones del momento en el que se encuentra, sin considerar las consecuencias.
De esta manera, Spielberg toca el tema de la madurez no sólo adolescente sino
también paternal, pues tanto Ray como Robbie crecen hacia el final de la
película, momento en el que logran ver sus vínculos y responsabilidades con más
claridad. Una de las escenas más memorables y emotivas transcurre en el medio
de una batalla en la que Robbie le ruega a su padre que lo deje ir, pues ‘necesita
ver, necesita estar allí’. A su vez, Ray le suplica que se quede y que huya con
él, pero poco a poco opta por soltarlo lentamente, permitiendo que comience a
desprenderse de las dependencias y se aleje de la familia: así, Robbie se
convierte en un hombre que actúa por sí sólo, desligado de sus
responsabilidades. Es allí cuando el espectador descubre cuáles son las
cualidades que comparten como padre e hijo. Un mensaje poderoso que incita a
pensar sobre las enseñanzas, errores, obligaciones y prioridades presentes en
cualquier familia.
El papel de Rachel, por otro lado, sólo está para
recordarle a Ray por qué debe seguir con vida lo más que pueda. Es una niña de
10 años, cuyo único rol en la cinta es el de provocarle preocupación al
espectador. Las cuerdas vocales de Dakota han sido puestas a prueba en esta
película, pues se pasa gran parte del metraje gritando.
Tim Robbins aparece en el último tercio de la película
interpretando a Harlan Ogilvy, un lunático que ha encontrado refugio junto a
los protagonistas en un sótano y que, armado con una escopeta y un par de
cartuchos, pretende ser la resistencia contra los invasores. Robbins interpreta
su papel de manera magistral, como era de esperar, pero lo que resulta
interesante del personaje es que el espectador capta que el origen de su locura
se debe a numerosas crisis emocionales que ha sufrido desde que comenzó la invasión. Lo
vemos portar juguetes atados a su cinturón y un collar con un anillo de
matrimonio. Y es por estas imágenes que su línea “He perdido a todos…” resulta
tan impactante. Ogilvy también cumple un rol primordial en el desarrollo de Ray
como personaje. La confrontación entre ambos es un símbolo de lo mucho que Ray
está dispuesto a dar por mantener a su hija a salvo. Cabe mencionar la
capacidad que tiene Spielberg para conducir escenas emotivas e intensas sólo
con lo visual, logrando tomas con mucho trasfondo. Por ejemplo, en el momento
en que Ray es consciente de que debe ensuciarse las manos para impedir que las
locuras de Ogilvy los maten, Spielberg evita mostrarnos su cara, dándonos la
idea de que el personaje de Cruise desprecia sus actos con una culpa
parasitaria, a pesar de verse obligado a cumplirlos por su bien y por el de su
hija.
El experimentado director llena su película con imágenes
asombrosas. Los aspectos técnicos de la película se exceden a sí mismos. Aquí
se destacan la intensa fotografía e iluminación de Janusz Kaminski, y la
disonante música del maestro John
Williams, cuya partitura nos pone los pelos de punta en numerosas secuencias.
Sin embargo, como espectadores ya estamos un tanto
acostumbrados a ver la destrucción de casas en la pantalla grande. Y es por
este motivo que las escenas más simples causan un impacto mayor y quedan
grabadas en la memoria (como lo es la que transcurre a orillas de un río
tranquilo, por el que cientos de cuerpos son arrastrados lentamente por la
corriente).
En conclusión, War
of the Worlds es una película que causa admiración y que consta con extensos
momentos de tensión. Muchos han criticado su final por ser muy abrupto, aunque
Spielberg ha conservado el desenlace original del libro, adaptándolo de tal
manera que parezca lo más cinematográficamente dramático posible. Lo que es
claro es que ésta no es una película para aquel espectador que busca actos de
heroísmo, como los que se dan en Independence
Day. War of the Worlds no
explora situaciones a nivel mundial; en cambio, se centraliza en las relaciones
entre Ray, Robbie y Rachel.
Es una película que merece muchísima atención, y que tal
vez se vio solapada por prejuicios o desagrado hacia la persona de Tom Cruise,
quien se encontraba promocionando la Cientología en el momento de su estreno.
Lo que tenemos ante nuestros ojos es una obra que deja a Steven Spielberg muy
bien parado como director, a pesar de haber tenido algunos altibajos en su
carrera, y confirma que es un excelente modelo para que sigan aquellos
cineastas que optan por dejar de lado una historia intrigante para hacer el
intento de impresionarnos con repetitivos e innecesarios efectos visuales.
Pues ninguna
película es buena o mala en vano.
JMLangdon
Ficha Técnica:
Dirigida por Steven
Spielberg
Guión por David
Koepp y Josh Friedman
Basada en la novela de H.G. Wells
Producida por Kathleen
Kennedy y Colin Wilson
Productora ejecutiva: Paula
Wagner
Director de fotografía: Janusz Kaminski
Diseño de producción: Rick
Carter
Editada por Michael
Kahn
Música compuesta por John
Williams
Protagonizada por Tom
Cruise (Ray), Dakota Fanning (Rachel), Justin Chatwin (Robbie), Miranda Otto
(Mary-Anne) y Tim Robbins (Ogilvy)
Recomendaciones:
De más está decir que el libro de H.G. Wells es un
buen punto de partida para incursionarse dentro del género de Ciencia Ficción
sobre invasiones extraterrestres. La versión anterior de War of the Worlds también es una buena propuesta, aunque hay que
tener en cuenta que es de 1953 y, por lo tanto, sus efectos parecen de muy mala
calidad en comparación con los contemporáneos. Signs (2002) es otra película a la que la versión de Spielberg le
debe mucho de su argumento. The Invasion
(2007), protagonizada por Nicole Kidman y Daniel Craig, también es una
película interesante que retrata una invasión extraterrestre a nivel celular. Y
aquellos que busquen diversión sin personajes elaborados pueden recurrir a la
entretenidísima Independece Day (1996) o a la absurda (paupérrima, a mi
parecer) Mars Attacks! (1996).
La esquivé tanto tiempo, ahora quiero verla!!! Suena muy interesante, más que nada por todos los puntos de vistas en la que planteas el análisis de la película. De todas formas, antes de verla, creo que primero quiero leer el libro de Wells.
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