lunes, 6 de mayo de 2013

OBLIVION


Estrenada en pleno apogeo de películas ricas en calidad visual, Oblivion (traducida al español como El Olvido) fue originalmente concebida como una novela gráfica escrita por el mismo director, Joseph Kosinski, incluso antes de que tuviera la posibilidad de dirigir Tron: Legacy (2010). La historia de ciencia ficción se desarrolla en el 2077 y describe un mundo post-apocalíptico, consecuencia de una prolongada guerra nuclear contra una raza alienígena (los llamados “Carroñeros”) que ha obligado a los humanos a abandonar la Tierra en busca de un nuevo lugar para vivir. Tom Cruise interpreta a Jack Harper, un técnico enviado a lo que queda del planeta en una misión que salvará a la raza humana. Durante su jornada rutinaria, Harper se dedica a reparar los drones, unos robots esféricos voladores y automáticos que aparentemente son derribados con frecuencia por los pocos Carroñeros que aún rondan ocultos. Los drones protegen las inmensas maquinarias encargadas de extraer los escasos recursos naturales que quedan en la Tierra para que puedan ser enviados al TET, una estación espacial en órbita, que los trasladará a Titán, la luna más grande Saturno, colonizada por los vestigios de la humanidad. Al final del día de trabajo, Harper vuelve a la Torre 49, una base ubicada sobre el cielo de los restos de Nueva York, para reunirse con Victoria (Andrea Risenborough), quien supervisa sus paseos en aeronave y con quien ha desarrollado una relación amorosa. Juntos son aparentemente los únicos dos seres humanos sobre la faz de la Tierra. Sin embargo, la vida de Jack se ve envuelta en una total confusión de identidad cuando se encuentra con una mujer llamada Julia (Olga Kurylenko), alguien a quién jamás ha visto pero que ha estado presente en sus sueños (o recuerdos olvidados) sobre una vida que ambos compartían en un mundo previo a la guerra; recuerdos de una vida que en teoría nunca existió.

Kosinski plasma su historia con elegancia. Ya había probado con Tron: Legacy que tiene el talento de crear y filmar un mundo visualmente espectacular, y con Oblivion vuelve a demostrarlo. En la película abundan maravillosas tomas panorámicas de paisajes desolados y desérticos que contrastan con la moderna y pulcra base que habitan los protagonistas. Sin duda, varios de los diseños tecnológicos que se ven en pantalla introducen ideas innovadoras que tal vez inspiren a los ingenieros del día de hoy. Sin embargo, el joven director también demuestra que tanto hincapié en lo visual a veces debilita la narrativa, ya que el guión de Oblivion (producto de Karl Gajousek y Michael Debruyn) no está bien estructurado. La introducción de un prólogo narrado por Cruise al principio de la película proporciona tanta información que hasta el espectador más ingenuo puede llegar a anticipar algunas de las numerosas vueltas de tuerca que se verán más adelante. Recursos narrativos como este son indudablemente erróneos en películas de este género, en las que la incertidumbre es uno de los elementos más importantes para mantener la tensión de la historia. Como si fuera poco, los guionistas evidentemente se esfuerzan por tratar de explicar características de la trama que el espectador ya ha dado por sentado, o al menos ha intuido, dando como resultado algunas escenas que son redundantes y mediocres. No obstante, dejando de lado las fallas narrativas que pueda llegar a tener (y que tal vez solo sean percibidas por un ojo demasiado crítico), la película tiene un buen ritmo y nos mantiene atentos y expectantes, mientras acompañamos a Jack Harper en busca de los recuerdos que ha olvidado… o que le han  sido suprimidos.

En cuanto a las actuaciones de los protagonistas, es bastante difícil dar elogios. Tom Cruise hace de Tom Cruise, ni más ni menos. Los personajes con trastornos de identidad son bastante frecuentes en su carrera y Jack Harper se une a ese plantel. Gracias a su vasta experiencia, Cruise afronta los conflictos del héroe con la astucia y el carisma de siempre, logrando que el espectador simpatice con él. Una vez más, el actor de 50 años demuestra que todavía es capaz de tener toda la película sobre sus hombros, ya que su personaje rara vez no está presente en la pantalla de alguna forma. Esto evita que los demás co-protagonistas tengan demasiadas oportunidades para lucirse. La única que verdaderamente se destaca es Andrea Riseborough en el papel de Victoria. Su interpretación genera un personaje indeciso y emocionalmente inestable, que levanta dudas y que por momentos hará que el espectador se pregunte si sabe más de lo que dice o si sus intereses personales tienen que ver los acontecimientos que se dan a lo largo de la primera mitad de la película. Es una pena que el desarrollo del personaje se vea considerablemente reducido durante el desenlace de la historia, ya que al principio es uno de los principales centros de atención del espectador.

Lamentablemente, el tercer vértice del triángulo amoroso plasmado en la pantalla no está a la altura de Andrea. Olga Kurylenko, quien interpreta a Julia, comprueba que no es más que una cara bonita, pues su interpretación es probablemente el punto más flojo de toda la película. Su falta de talento se distingue sobre todo en las escenas que comparte con Risenborough, una actriz muy superior. Las expresiones de la ex-chica Bond son tan falsas e insustanciales que terminan perjudicando el contenido emocional de prácticamente todo el filme, pues su rol en la historia es de vital importancia y exige una interpretación que Kurylenko es incapaz de proporcionar. Sucede exactamente lo opuesto con Morgan Freeman, cuyo papel secundario es tan insignificante y superficial que solo sirve para agregar otra cara conocida al reparto además de la de Cruise. Los guionistas no solo desperdician el talento de un gran actor, sino que también se pierden la oportunidad de proporcionarle a su personaje (que es nada más ni nada menos que el líder de una resistencia subterránea) algo de sustento o desarrollo psicológico que lo conduzca hacia alguna especie de razonamiento filosófico sobre la tiranía de una potencia explotadora de un recurso natural que abunda en un sector en particular, reprimiendo las vidas humanas que lo habitan para conseguirlo. El guión claramente propone una crítica hacia esa ideología política, pero se reserva una exposición explícita.

Otro aspecto que aumenta el vacío emocional que subyace en el núcleo de la película es la música de Anthony Gonzalez, integrante de la banda francesa de música electrónica M83. No es raro que Kosinski opte por encargarle la partitura a un grupo de música, pues hizo lo mismo cuando contrató a la banda Daft Punk para Tron: Legacy, con mejores resultados. Cuando las interpretaciones de los actores son mediocres, es la labor del compositor contrarrestar las emociones perdidas con la música. Y resulta claro que Gonzalez aún no tiene la experiencia suficiente para estar a cargo de semejante tarea. A pesar de contar con una gran orquesta y numerosos samples electrónicos, los esfuerzos de Gonzalez para tratar de conmovernos no son suficientes. Su música no beneficia a Oblivion ya que, en repetidas ocasiones, Gonzalez fuerza la nota logrando que las escenas pierdan su seriedad y su peso emocional. Sin embargo, acertada es la decisión de Kosinski de incluir canciones de Led Zeppelin y otros artistas de la época a la banda sonora, para contrastar con el mundo del futuro.

Oblivion es una película con significantes atributos técnicos que se ve perjudicada por un guión indiferente y, por momentos, incoherente. El concepto original de la historia puede llegar a sonar inaudito, pero en realidad toma prestadas varias ideas y características de otras películas de ciencia ficción anteriores. El espectador fanático puede llegar a encontrar similitudes con Total Recall, Prometheus, 2001: A Space Odyssey, Planet of the Apes, Moon, Independence Day, Wall-E e incluso con algunas del currículum del mismo Cruise, tales como Vanilla Sky y Minority Report. Por lo tanto, la película cuenta con numerosos clichés típicos del género que tal vez no sean tan sorprendentes como Kosinski habría imaginado en primer lugar. Sin embargo, esto no quiere decir que Oblivion sea incapaz de brindar dos horas de puro entretenimiento con numerosas vueltas de tuerca, extraordinarios efectos visuales, una estética de diseño muy cuidada, una cinematografía asombrosa y con Tom Cruise haciendo lo que mejor sabe hacer. Es una película que exige ser vista únicamente por su impecable contenido visual.

JMLangdon 





Ficha Técnica:
Dirigida por Joseph Kosinski
Guión escrito por Karl Gajousek y Michael Debruyn
Basada en la novela gráfica de Joseph Kosinski
Producida por Joseph Kosinski, Peter Chernin, Dylan Clark, Barry Levine y Duncan Henderson
Productores ejecutivos: Dave Morrison, Jesse Berger y Justin Springer
Director de fotografía: Claudio Miranda
Diseño de producción: Darren Gilford
Editada por Richard Francis-Bruce
Música compuesta por Anthony Gonzalez, alias M83
Protagonizada por Tom Cruise (Jack Harper), Morgan Freeman (Beech), Olga Kurylenko (Julia), Andrea Riseborough (Victoria) y Melissa Leo (Sally)
Año de estreno: 2013

lunes, 11 de febrero de 2013

THE IMPOSSIBLE


La siguiente reseña contiene spoilers.
The Impossible (título traducido al español como Lo Imposible) es un filme que mezcla dos géneros muy marcados. Por un lado es cine catástrofe y por el otro, un fuerte drama sobre esperanza y poderosos vínculos de amor y familia. El director es el español Juan Antonio Bayona, el mismo que dirigió El Orfanato (2007), una película que en la que ya había experimentado con la mezcla de géneros. Básicamente, con The Impossible Bayona relata la trágica historia de supervivencia de la familia Bennett, luego de que un gigantesco tsunami interrumpe sus vacaciones en Tailandia. El guión, atribuído a Sergio G. Sánchez está basado en la experiencia de María Belón, una sobreviviente de ‘la catástrofe del Océano Índico’, catalogado como uno de los peores desastres naturales de la historia en el que un terremoto submarino propulsó una poderosa ola de 30 metros de altura hacia Idonesia, Sri Lanka, India y Tailandia, ocasionando la pérdida de casi 230.000 vidas humanas. A partir de este catastrófico suceso, Bayona ha creado una película fuerte e intensa, en la que sobresalen las formidables actuaciones del plantel protagónico y la increíble recreación de una inmensa pared de agua que arrasa con todo a su paso.

El inicio del filme nos introduce a Henry y a María Bennett, interpretados por Ewan McGregor y Naomi Watts, respectivamente. La pareja llega a un centro turístico en Khao Lak, Tailandia, acompañada por sus tres hijos, Lucas, Tomas y Simon. Acto seguido, la familia comienza a disfrutar del sol, las playas blancas y el mar, pero toda calma se ve perturbada cuando de pronto la tierra comienza a temblar. En cuestión de segundos, mientras se encuentran descansando en la piscina del hotel, una violenta locomotora de agua que no se detiene ante nada engulle los pequeños cuerpos de los turistas, destruyendo todo a medida que avanza. La secuencia entera de este tsunami, que dura aproximadamente diez minutos, es increíblemente impactante por su realismo. Desde el punto de vista de María, el personaje de Watts, los realizadores logran crear una perpetua sensación de desesperación cuando la poderosa corriente sacude el frágil cuerpo de la mujer, arrojándola contra ramas, trozos de edificios y automóviles, mientras ella lucha para tratar de mantenerse a flote y reunirse con Lucas, el único de su familia a quién ha podido divisar. Una vez que el agua retrocede, queda al descubierto un desalentador panorama de escombros, palmeras caídas y muerte. Confundidos, lastimados y anonadados, María y Lucas comienzan su aventura de supervivencia, buscando a los otros integrantes de su familia, aún desconociendo si están vivos o muertos. De manera similar, Henry, quien milagrosamente ha sobrevivido y ha podido localizar a Tomas y a Simon, también se lanza en la búsqueda con la esperanza de poder reunir a todos.

Desde un principio, es claro que la película no tiene la intención de impresionar al espectador con constantes escenas de destrucción generadas por computadora. Al contrario, Bayona y Sánchez han tomado la decisión de contar la historia desde un punto de vista al ras del suelo, sin hacer demasiado hincapié en una exhibición panorámica y aérea del desastre (esa toma se la guardan para el final). El fuerte de la película reside en el hecho de contemplar las extraordinarias circunstancias en las que la desafortunada familia Bennett se ve inmersa, logrando una experiencia personal que ayuda al espectador a ser parte de la historia. Bayona, con astucia, solo nos pone al tanto del alcance de la catástrofe a través de conversaciones que los protagonistas tienen con otros sobrevivientes, evitando el uso excesivo y trillado de transmisiones de noticias. Al mismo tiempo, el director exhibe temáticas de empatía y compasión cuando nos muestra el sacrificio y la bondad de aquellos sobrevivientes locales que han perdido sus hogares y a sus familias, y aún así están dispuestos a auxiliar a los necesitados. Esta cualidad le proporciona a la película una profunda humanidad que la destaca entre la plétora de películas hollywoodenses sobre desastres naturales, en las que abundan los personajes vacíos.

Muchos de los sentimientos que genera la película son producto de las impecables actuaciones de los protagonistas. Watts logra transmitir con eficacia la angustia, la desesperación y los extremos físicos cuyo personaje se ve forzado a padecer. Sin embargo, mucho se lo debe a los realistas y gráficos efectos de maquillaje que el equipo técnico le proporciona. McGregor, por su lado, ofrece una de las mejores interpretaciones de su carrera, dándole vida a un personaje que intenta ser el héroe, luchando por no derrumbarse ante la desesperanza y el terror a una causa perdida. Pero la verdadera sorpresa es Tom Holland, quien interpreta a Lucas, el niño de 16 años que debe afrontar acontecimientos inimaginables. Holland ofrece una actuación merecedora de elogios, pues mezcla emociones de miedo y coraje con gran eficacia mientras deambula por un mundo de confusión y caos. Las escenas que comparte con Watts son sin duda algunas de las mejores de la película. Los roles madre-hijo se ven invertidos cuando el joven debe tomar las riendas de la situación y hacerse responsable por su madre, quien se encuentra incapacitada y al borde de la muerte. El filme también cuenta con la breve participación de Geraldine Chaplin, quien interpreta a una anciana sobreviviente que intercambia un diálogo nocturno con Lucas sobre la imposibilidad de discernir si las estrellas están muertas o vivas, presentando una interesante (aunque tal vez muy obvia) analogía del desconocimiento de Lucas sobre la suerte de sus familiares. Lo que Bayona logra con escenas como esta y numerosas más es mostrar la fraternidad y la solidaridad que surge de la humanidad ante los desastres de esta magnitud, razón por la cual la película ha recibido elogios por parte de aquellos que padecieron la catástrofe en carne propia.

Si bien el relato nos conduce hacia un desenlace narrativo que es bastante predecible, The Impossible no deja de ser una maravilla visual. Bayona ha reunido al mismo equipo técnico con el que colaboró para hacer El Orfanato, del cual cabe destacar el trabajo del director de fotografía Oscar Faura, cuyo uso de iluminación embellece la imagen, dándole un aspecto casi místico, tal vez para aludir a la inexplicable fuerza de la naturaleza ó a una cálida mano angelical que abraza a los personajes y los aferra a la vida. La música de Fernando Velásquez, por otro lado, marca su territorio reforzando considerablemente las emociones que produce el filme, aunque por momentos puede llegar a resultar desmesurada. En definitiva, la esencia de la película no yace únicamente en mostrar de lo que es capaz un equipo técnico de artistas, sino en utilizar ese talento como una herramienta para poder sumergir al espectador en una historia sobre personajes humanos. Las excelentes actuaciones de los protagonistas en conjunto con la auténtica recreación de una Tailandia en ruinas dotan a la película de un realismo y una crudeza emocional capaces de formarle un nudo en la garganta al espectador sensible. Dejando de lado algún que otro clichè digno del cine sobre familias puestas en períodos de separación que al final vuelven a reencontrarse, The Impossible se mantiene de pie y firme como una de las películas más destacables del año.

 JMLangdon



Ficha Técnica:
Dirigida por Juan Antonio Bayona
Escrita por Sergio G. Sánchez
Basada en la historia de María Belón
Producida por Belén Atienza, Álvaro Augustin, Enrique López-Lavigne y Ghislain Barrois
Productores ejecutivos: Sandra Hermida y Javier Ugarte
Director de fotografía: Oscar Faura
Diseño de producción: Eugenio Caballero
Editada por Elena Ruíz y Bernat Vilaplana
Música compuesta por Fernando Velázquez
Protagonizada por Naomi Watts (Maria Bennett), Ewan McGregor (Henry Bennett), Tom Holland (Lucas Bennett), Samuel Joslin (Thomas Bennet), Oaklee Pendergast (Simon Bennett) y Geraldine Chaplin (Anciana)
Año de estreno: 2012

miércoles, 19 de diciembre de 2012

SKYFALL

Para celebrar el quincuagésimo aniversario de la saga fílmica de James Bond que comenzó con Dr. No en 1962, llega Skyfall, en la que Daniel Craig interpreta por tercera vez al agente 007 con licencia para matar creado por el novelista Ian Fleming. En esta ocasión, el director de turno es Sam Mendes, cuyo currículum incluye películas con gran carga visual y emocional, tales como American Beauty (1999), Road to Perdition (2002), Jarhead (2005) y Revolutionary Road (2008). Asimismo, esta nueva aventura cuenta con las actuaciones de Javier Bardem, Ralph Fiennes, Albert Finney y Judi Dench, quien interpreta a M por séptima vez consecutiva. Cuando uno ve tantos nombres de talentosos asociados a una película de James Bond, puede anticipar que presenciará algo de alta categoría. Y lo cierto es que la producción no decepciona en lo absoluto: Skyfall no solo es un sobresaliente capítulo de la franquicia del agente 007, también es una película magnífica.

Sin embargo, Skyfall toma prestadas algunas características narrativas de algunas de las historias anteriores del agente, puntualmente de Goldeneye (1995), ya que la trama involucra a un ex-agente de la MI6 (la agencia de inteligencia exterior del Reino Unido), quien decide volverse en contra de la misma y causar estragos mediante el uso de la tecnología moderna. Las viles hazañas corporativas de la organización Quantum, introducida en Casino Royale (2006) y Quantum of Solace (2008), quedan de lado en esta ocasión, estableciendo a Skyfall como un episodio independiente del resto de la saga. En esta ocasión, la misión de James Bond consiste en capturar al villano, que amenaza con sacar a la luz oscuros secretos de estado que ponen en peligro la vida de numerosos agentes clandestinos infiltrados en la OTAN, víctimas que caen sobre los hombros de M, la directora del MI6. A medida que la historia avanza, salen a la luz profundos vínculos entre los tres personajes principales y, por primera vez en veintitrés películas, el espectador obtiene una mirada hacia el pasado sombrío de James Bond. Al mismo tiempo, los realizadores logran adecuar el guión a las exigentes e icónicas reglas de la franquicia: sorprendentes y surrealistas títulos de apertura, lugares exóticos, artilugios, autos, mujeres, trajes, villanos, el tema musical de Bond…

La película comienza in medias res con una excelente toma, en la que el agente se aproxima hacia nosotros por un estrecho pasillo oscuro con una luz blanca de fondo (ingeniosa manera de aludir a la inolvidable presentación del personaje desde el interior del cañón de un arma). En cuestión de segundos, Mendes logra enganchar eficazmente al espectador con una prolongada secuencia de acción por Estambul, que involucra a Bond persiguiendo en motocicleta a un mercenario, que ha robado información comprometedora para el MI6, por los techos del Gran Bazar, con la iglesia de Santa Sofía adornando el paisaje. Este vertiginoso prólogo de casi quince minutos de duración que culmina con un enfrentamiento mano a mano entre ambos rivales sobre el techo de un tren en movimiento es simplemente espectacular. Mendes demuestra que tiene el profesionalismo necesario para estar al mando de inmensas secuencias de acción, ya que la persecución entera está colmada de acrobacias irracionales pero asombrosas que el director filma de manera majestuosa, tomándose su tiempo para dejar que toda la escena fluya con prolijidad, sin caer en el uso excesivo de la cámara inquieta y frenética, que es tan usual en la mayoría de las películas de acción contemporáneas. Asimismo, en cuanto a narrativa y a desarrollo de personajes, Mendes sigue fiel a su estilo y llena la historia con poderosas cargas emocionales. Este es uno de los puntos a favor que tiene Skyfall, pues el guión, atribuido a Neal Purvis, Robert Wade y John Logan, está muy bien estructurado ya que logra un excelente balance entre la acción y el relato, a pesar de contar con una trama poco intrínseca (a diferencia de las anteriores) y con algunas vueltas de tuerca algo trilladas. Muchos de los méritos de la película tienen que ser atribuidos al sobresaliente equipo técnico que acompaña a Mendes. El trabajo de edición de Stuart Baird (que ya había participado en Casino Royale), por ejemplo, es magnífico y conduce la historia con un ritmo que evita que las dos horas y media de metraje se tornen aburridas o monótonas. La fotografía de Roger Deakins también es una de las cualidades más sobresalientes de la película, pues le brinda un atractivo impecable que se destaca en determinadas escenas que transcurren, por ejemplo, en un bellísimo casino de Macao con particulares tintes culturales, o en lo alto de un rascacielos de cristal y de luces de neón en Shanghai.

Aún así, el verdadero fuerte de Skyfall es la elaboración de personajes creíbles, con pasados que les pesan y los moldean. Los guionistas nos abren una ventana hacia la perturbada infancia de Bond cuando el personaje visita la antigua mansión de su familia en Escocia, que esconde los secretos de su pasado (y que explica el propósito del título). Estas nuevas facetas de significante profundidad psicológica hacen que Bond sea más vulnerable y humano que nunca. El tono realista que se destacó en Casino Royale sigue presente aquí, exhibiéndonos a Bond no como un mujeriego con clase y con una sonrisa seductora a là Sean Connery, sino como un carismático asesino frío, al que ya le cuesta mantener un buen estado físico y cuyas aptitudes y habilidades como agente han sido reducidas considerablemente por las numerosas heridas infligidas durante sus misiones. Por supuesto, los padecimientos físicos y psicológicos del personaje no serían tan palpables sin la impecable actuación de Craig, quien interpreta a Bond mejor que nunca. Es despiadado y brutal cuando tiene que serlo, y encantador y apacible cuando la situación lo exige. Sin embargo, lo interesante de la interpretación de Craig es que sólo alude al frío vacío del personaje, nunca lo revela de manera explícita. Por este motivo, Craig prueba una vez más su excelente talento como actor, evitando que el peso pesado de Javier Bardem se robe la película por completo.

El actor español interpreta a Raoul Silva, un megalómano y excéntrico terrorista motivado por una vendetta personal contra el MI6, más puntualmente contra M. Sin duda, Silva es uno de los villanos más interesantes de la franquicia Bond y será recordado por los fanáticos. El personaje saca lo mejor de Bardem cuando hace su gran entrada, acercándose desde lejos hacia el agente 007, a quien tiene prisionero, mientras pronuncia un excelente y metafórico monólogo sobre la lucha a muerte entre dos rivales de similares características. Silva ha sido concebido como un antagonista amanerado, trastornado y completamente impredecible, que oculta una grotesca deformidad y que no se reserva el antojo de insinuársele sexualmente a Bond. Bardem se luce en cada escena en la que participa, brindando una actuación perversa pero sutil, casi juguetona, que cautiva y que, al mismo tiempo, nos eriza la piel.

Judi Dench cierra el triángulo de excelentes protagonistas con los que cuenta Skyfall. En este capítulo, M se encuentra agobiada por burócratas y políticos que atacan su yugular reclamándole que se retire de su puesto. Esta historia secundaria tal vez pierda un poco de importancia, pues la implicación de M en la trama es muchísimo más importante. Los guionistas hacen uso de la orfandad de Bond para confirmar la fuerte relación figurativa de madre-hijo que él tiene con ella. Asimismo, M, como imagen maternal, articula el vínculo que existe entre Bond, el hijo bueno, y Silva, el Doppelgänger, el gemelo malvado, conformando una especie de familia simbólica. Los conflictos edípicos permanecen latentes durante gran parte del filme, hasta consolidarse como el motor que conduce la historia hacia un final gótico y oscuro, una cualidad que no es tan usual en una película de Bond.

Mendes no se reserva la oportunidad de proporcionarle significante participación a los roles más secundarios. El panel cuenta con el siempre excelente Ralph Fiennes, quien está correcto como Mallory, el Director del Comité de Seguridad e Inteligencia, aunque su intervención en la historia sirve de pie para un papel mayor en la próxima secuela; y con Ben Whishaw como Q (un personaje recurrente en la franquicia de Bond, pero que aparece por primera vez en la trilogía de Craig) que, además de suministrar a Bond con artilugios útiles, aporta calidez y humor a la historia, que, de lo contrario, sería mucho más sombría.

Sin embargo, tal vez el aspecto más débil de la cinta sea la ausencia de una ‘chica Bond’ digna. Naomie Harris interpreta a Eve, una agente de campo de personalidad fuerte que aparentemente tampoco puede resistirse a los encantos de Bond. Sin embargo, la química entre Harris y Craig parece forzada y poco convincente. Por otro lado, la modelo francesa Bérénice Marlohe se pone en la piel de la sensual Sévérine y adorna la pantalla durante los breves momentos en los que aparece. No obstante, su personaje resulta unidimensional y sólo sirve como un instrumento que ensambla la estructura narrativa para que la historia fluya. Es claro que todo gira alrededor de la relación entre Bond, Silva y M, quien tal vez podría ser considerada la verdadera ‘chica Bond’ de Skyfall.

Uno de los aspectos de cualquier película de Bond que siempre recibe significante atención es la música. Esta vez, el compositor David Arnold (quien ha compuesto la banda sonora para las cinco anteriores) le pasa la batuta a Thomas Newman, colaborador habitual de Mendes. Se nota el cambio de estilo en la música, pero no decepciona en lo absoluto, pues Newman demuestra su versatilidad, ofreciendo una partitura elegante y llena de detalles que se acoplan de manera eficiente a los distintos tintes culturales plasmados en la pantalla. Sin embargo, lo cuestionable es que Newman no se esmera a la hora de componer un tema que aporte cierta personalidad a la película. Sólo se concentra en utilizar el icónico tema original de Bond (compuesto por Monty Norman) como única identidad musical. En el pasado, Arnold siempre ha intercalado en su música para las aventuras del agente 007 numerosos motivos que ayudan a definir la partitura de manera temática. En el caso de Skyfall, es una pena que Newman no haya tomando la misma dirección, aún cuando contaba con la canción de Adele (que podría ser considerada un triunfo de la era moderna de la franquicia) para buscar inspiración.

En conclusión, Skyfall verdaderamente ofrece una experiencia cinematográfica digna que respeta las tradiciones del cine Bond. La complejidad atribuida a los personajes es, sin duda, una de las mejores características de la película, acompañada por las brillantes actuaciones del plantel protagónico y los esfuerzos del equipo técnico. Como la vigésimo-tercera película de James Bond, rinde tributo al pasado del personaje cuando opta por dejar de lado la exhibición de tecnologías innovadoras y se esfuerza por homenajear lo clásico de la serie. Como película de acción, entretiene y asombra con su bellísima fotografía y sus excelentes acrobacias. Craig toma total posesión de su rol y se establece fácilmente como uno de los mejores actores en interpretar al agente 007. Asimismo, deja en claro una cosa… que James Bond volverá.

 JMLangdon



Ficha Técnica:
Dirigida por Sam Mendes
Escrita por Neal Purvis & Robert Wade y John Logan
Producida por Michael G. Wilson y Barbara Broccoli
Productor ejecutivo: Callum McDougall
Director de fotografía: Roger Deakins
Diseño de producción: Dennis Gassner
Editada por Stuart Baird y Kate Baird
Música compuesta por Thomas Newman
Diseño de vestuario: Jany Temime
Protagonizada por Daniel Craig (James Bond), Javier Bardem (Raoul Silva), Ralph Fiennes (Gareth Mallory), Naomie Harris (Eve), Bérénice Marlohe (Sévérine), Albert Finney (Kincade), y Judi Dench (M)
Año de estreno: 2012